MEDIO AMBIENTE

Máscaras para el monte: el carnaval que defiende el bosque de la tala clandestina

En la Casita de Cultura Rä Hmüda, niños y adultos crean máscaras para el carnaval de Zacacuautla, una tradición que, más que fiesta, es defensa del bosque ante la tala ilegal

Escrito en HIDALGO el

Acaxochitlán.- Faltan pocos minutos para que empiece el taller de máscaras que es a las once de la mañana, la Casita de Cultura Rä Hmüda La Semilla todavía está cerrada, un niño de unos nueve años espera a que le abran la puerta. Adentro hay un gran alboroto de alebrijes y máscaras sin terminar, regados pinceles gruesos, delgaditos y chiquitos, también botecitos de pintura, godetes, tapitas de plástico, trapos con manchas de pintura, trocitos de cartones y botes con pegamento blanco. 

La casita abre de par en par la puerta y el ventanal de madera. De a poco las sillas vacías empiezan a ser ocupadas por niños, niñas y adultos que trabajan en las máscaras que usarán en el carnaval, una celebración con un significado profundo: la defensa del monte contra la tala ilegal que, desde hace dos décadas, acecha el bosque de niebla de Zacacuautla, un poblado de Hidalgo ubicado a 70 kilómetros de Pachuca.

Todo febrero Rä Hmüda ha ofrecido talleres gratuitos de máscaras y mojigangas. Este es el último antes del carnaval, que está programado el 1 de marzo a la una de la tarde en el centro del pueblo. 

Ángeles, una de las niñas que asiste con regularidad a Rä Hmüda, se acomoda en una esquina, ha estado trabajando en un animal fantástico mitad perro, mitad burro. No está convencida del color que había seleccionado para el can, con una esponja golpea la superficie de la máscara con pintura blanca para empezar de nuevo.

El día transcurre en Rä Hmüda con la algarabía de una casa que se prepara para recibir visitas: conversaciones aquí y allá, risas, chistes, “pásame el pincel”, “¿ocupas este botecito?”, “acomódate aquí”, “¿A qué te ayudo?”. 

Crédito: Susana Jiménez

Llega más gente, es Azul, otra de las niñas que acude regularmente a los talleres. La acompaña su hermanita y su mamá. Ella traza con habilidad líneas en el pico de su colibrí. Este año la comparsa tendrá dos picaflores, el otro es de Amariza, una estudiante de antropología que trabaja en una bellísima pieza de colores degradados.

Crédito: Susana Jiménez

Habrá más animales del bosque: un pájaro de pico amarillo, un ajolote anaranjado, un gato; así como un gallo al que Alex -otro de los niños que visita con regularidad Rä Hmüda-, ha colocado unas largas plumas pardas, lo ha coloreado rojo y negro como las banderas de huelga. También están las máscaras comunitarias, son las que no tienen dueño y son adoptadas por quien las quiera decorar. Trabaja en una de esas el señor Manuel, siguiendo instrucciones de Fili, como le dicen de cariño a Filiberta Nevado Templos, la artífice de Rä Hmüda. Los dos son compañeros de lucha, hace unos veinte años enfrentaron a los taladores de Zacacuatla. Junto con otros vecinos crearon el Ocotenco.

Crédito: Susana Jiménez

Fili explica al señor Manuel y a los que están cerca que deben hacer charquitos de pegamento para que las semillas se peguen a las máscaras. Samantha, otra de las niñas, toma una mazorca de maíz nativo de una canasta y la empieza a desgranar.

Crédito: Susana Jiménez

Illiria, coordinadora en la casita, pide a los niños racionar las semillas, tomar solo las que necesiten. Les recuerda la importancia de cuidarlas, que son un elemento de la madre tierra, que son el origen de todo, son el nombre de su casita de cultura, que las deben tratar con respeto y cuidado.

Crédito: Susana Jiménez

Samantha pega las semillas del maíz alrededor de los ojos de la máscara de su hermanita, le coloca plumas en las orejas. El cartón adquiere la apariencia de un animal del bosque, uno colorido y extravagante. 

Crédito: Susana Jiménez

En la canasta hay maíces nativos: morados, rojos, amarillos y hasta negros. También hay lentejas y frijoles, plumas de aves que Fili ha ido juntando para las máscaras del carnaval, que este 2025 cumple 12 años, sin contar que fue suspendido en la pandemia por la dolorosa pérdida de Benita y Arturo, integrantes del Ocotenco.

Crédito: Susana Jiménez

Uno y otro niño se acerca a la mesa de las semillas, mete las manos a la bolsa de las plumas, escoge los elementos de la naturaleza que terminarán de dar vida a sus máscaras. Son casi las dos de la tarde, es hora de comer. La mayoría regresa a casa, otros se quedan a terminar sus animales.

Crédito: Susana Jiménez

Los que se quedan comen en casa de Fili, que está ubicada a un costado del centro cultural. La mesa es redonda, sirven platos hondos con tortitas de flores en mole con arroz rojo. En largos vasos de vidrio agua de jamaica y en servilletas de tela tortillas amarillas y azules.

Crédito: Susana Jiménez

A unos metros de la mesa hay un guajolote que mide unos dos metros, donación de una localidad vecina. Todavía no saben quién lo bailará. El señor Vicente toca en la casa de Fili, él también fue miembro del Ocotenco. Se prueba el traje, titubea un poco, pero acepta llevar el guajolote durante el carnaval.

Crédito: Susana Jiménez

Cuando se despide Vicente, Fili cuenta que hace años él y otros hombres bailaban en el carnaval, “eran de los que le echaban más ganas. Se ponían ropa de mujer, tacones, máscaras y se salían a correr por las veredas y los callejones”. Los platos se quedan vacíos, se acaba la sobremesa, es hora de terminar las máscaras

Crédito: Susana Jiménez

Después de la comida, los niños retoman sus creaciones. Justo en ese momento llegan Juan, su esposa y sus hijas pequeñas. Son amigos de Fili e Illiria. La casita vuelve a llenarse de vida. Ángeles pega lana en su borrega y semillas de girasol al perro; Azul termina de colorear su colibrí. 

Crédito: Susana Jiménez

La tarde va cayendo en Zacacuautla, una capa de neblina densa tapa el paisaje, está casi todo listo para el carnaval en defensa del monte, como dice Illi, así le dicen de cariño, el bosque tiene futuro si las nuevas generaciones comprenden el verdadero significado de cuidarlo y luchar por él.

Crédito: Susana Jiménez


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