CHIAPAS

“Voy a vivir mi propio sueño, lo intentaré”: Migrantes en Chiapas avanzan rumbo a EU

Afuera de una terminal de transportes, bajo el fuerte rayo de sol y con solo casas de campaña 800 migrantes tratan de sobrevivir y prometen llegar a Estados Unidos

Créditos: Christian González | LSR Corresponsal
Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ. - Entre el intenso calor, el polvo, las enfermedades que padecen sobre todo los niños y niñas, la escasa comida o incluso agua, así esperan, al menos, 800 migrantes, la mayoría venezolanos, a las afueras de una terminal de transportes de esta ciudad tuxtleca.

Incluso, algunos no tienen idea de las políticas migratorias de Estados Unidos, como el llamado Título 8, pero lo importante para ellos y ellas es avanzar, como sea.

Escarlett Morales, originaria de Venezuela, emigró hace dos años a Chile, sin embargo, la situación se complicó ahí y no podía juntar el dinero suficiente para enviarle a sus padres e hijo menor y, por ello, desde hace poco más de un mes, decidieron emigrar. “Trabajaba en una tienda de zapatos, pero ya no me alcanzaba”.

La mujer de 25 años de edad y su pareja, quien era carpintero, tienen pocas horas de haber llegado a Tuxtla; por el momento, descasan cerca de la estación de autobuses de pasaje, pero esperan continuar en cuanto repongan fuerzas.

Aunque está convencida de que el trayecto ha sido complicado, desde su paso por la Selva del Darién, entre Colombia y Panamá, donde fue asaltada, al final de cuentas no les ha ido tan mal.

“Quiero llegar a EU, poder ayudar a mi familia y, si en algún momento se puede, estudiar Derecho, me gusta defender a las personas de las injusticias”, refiere la migrante que terminó hasta la primaria, quien subraya que, a pesar de que desconoce las leyes de ese país, como el llamado Título 8, nada la detendrá; “voy a vivir mi propio sueño, lo intentaré”.

En casas de campaña y bajo los quemantes rayos del sol migrantes tratan de sobrevivir. Fotografía de Christian González | Corresponsal LSR

ACECHA EL PELIGRO

Si algo la tiene en la capital de la entidad chiapaneca, confiesa, es la fe que le tiene a Dios, “si antes era un granito de arena, ahora es inmensa”. Advierte que, si la situación se complica, se quedaría en México, aunque le han manifestado que este territorio se ha hecho más peligroso por la presencia de los cárteles de la droga.

Para Escarlett, los abusos están a la orden del día, pues si desea “cargar su celular” le cobran hasta 50 pesos, o si se sube a un transporte le pasa lo mismo. “Hay mucha gente mala, que se abusa de nosotros”.

De acuerdo con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), hasta junio pasado, se registró una baja significativa de solicitudes de migrantes provenientes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, es decir de -44.36%, -53% y -78%, de forma respectiva, comparada con cifras del año pasado. Esas tres naciones antes mencionadas, según la Comar, eran parte del “top 10” de países que solicitaban ese trámite.

Enfermedades por deshidratación son las que más aquejan a los migrantes. Fotografía de Christian González | Corresponsal LSR

EL APOYO LLEGA DE LA SOCIEDAD

Aunque las instituciones gubernamentales no se acercan para “tenderles una mano”, quienes sí lo hacen son ciudadanos y ciudadanas de la capital, como Sandra, quien preparó tacos para al menos 30 o 40 personas, más un vaso de refresco.

Ella, dice, sabe lo que es migrar y sufrir. “Estuve en Estados Unidos 21 años, allá está mi familia, y porque sabemos cómo cuesta, tratamos de dar el 20 por ciento de nuestros ingresos que son bendiciones de Dios”, comenta la mujer, quien no sólo apoya a migrantes, sino a personas que esperan a las afueras de hospitales y otros lugares.

Advierte que le ha tocado ver, como este mismo miércoles, a niños y niñas vomitar, “no sé si por el calor, por la misma deshidratación, pero sufren”.

Recuerda que, cuando estuvo en el país anglosajón, logró trabajar para las cortes federales, y ahí palpó más los sufrimientos de quienes, por pobreza, violencia, desastres naturales u otras razones, tienen que abandonar sus territorios.

“Hice una conexión muy fuerte con ellos, porque te topas con cada historia. Había un migrante que tenía tres semanas sin comer bien, de repente un hombre se le acercó, le dijo que a cambio de llevar un paquete a San Luis Missouri (EU), le daría 300 dólares, y pues al subirse al tren lo detuvieron, y fue llevado a la cárcel, pero fue por necesidad”, ejemplifica.

Para ella, esta labor no se terminará pronto, pues sólo le pide ayuda a Dios para seguir; “me dedico al comercio, y de ahí sale para apoyar”.

Sin embargo, teme que en Chiapas ocurre algo que se aplica en California, EU, donde las autoridades comenzaron a multar a las personas que ayudan a los indigentes o a los migrantes.

Sociedad lleva comida, víveres, ropa y más, con la esperanza de que les sirva y ayude en este calvario. Fotografía de Christian González | Corresponsal LSR

SUFREN, PERO NO LES QUEDA DE OTRA

En el campamento que está instalado cerca de la terminal de autobuses, donde las familias reposan en casas de campaña, los rostros de cansancio son cada vez más visibles. A las afueras de una de las casas de campaña, una madre hidrata a sus cuatro niñas con “vida suero oral”, pues la temperatura en la ciudad, al menos del mediodía hasta las 4 o 5 de la tarde, es superior a los 30 grados centígrados.

Osbil Almau y Ana y sus familiares (en total 8, entre éstos cinco menores de edad) se conocieron en su caminar por la Selva del Darién, Panamá, y de ahí “jalaron juntos” hacia Chiapas, para alcanzar también el sueño americano.

Aunque su país natal es Venezuela, desde hace seis años vivían en Colombia, pero la situación económica se complicó, y por eso, desde hace tres meses, dejaron este lugar. Como no tenían mucho dinero, las caminatas han sido prolongadas. Por fortuna, dice él, hay gente buena que, incluso, no les cobra el pasaje o les regala comida y agua.

En Colombia, dice, se dedicaba a la pintura, pero en esta entidad chiapaneca no le quieren dar empleo debido a su condición de migrante y su falta de documentos oficiales. “Aunque agradecemos que sí nos han tratado bien, no nos podemos quejar”, refiere Osbil.

Al igual que Escarlett y otros compañeros, ambos venezolanos también desconocen lo que significa el Título 8, “el camino tiene muchos cuentos, no es como que llegues a esa realidad, es decir vas con lo que en realidad tienes; lo tenemos que vivir”.

Pese a que saben que ha sido complicado, el ánimo en ellos no ha decaído, a pesar de que han tenido “tropiezos”, como dejar Colombia y vender todas sus pertenencias, desde su televisor hasta la cama que, con tanto esfuerzo, compraron.

Osbil refiere que, como sea, avanzarán hasta lograr su meta; incluso, confiesa, no tiene en mente hacer algún trámite antes instancias como la misma Comar, pues eso implicaría quedarse más tiempo. Por el momento, ellos reciben apoyo de la sociedad, desde comida hasta una atención médica para saber su estado de salud.

Ana y Osbil Almau dentro de su casa de campaña. Fotografía de Christian González | Corresponsal LSR

A CHAMBEAR PARA SANAR

José León Urbina, su hermano, cuñada, un sobrino y un amigo “que se nos pegó”, se establecieron en Chiapas desde hace como cinco meses, lapso en el que han sobrevivido por la misma caridad de los ciudadanos de los países por donde han pasado.

Los originarios de Venezuela refieren que la inseguridad y la pobreza se han agudizado en ese país, por eso primero migraron a Colombia, pero también empeoró todo; “aunque nos digan que hay mucho petróleo (en Venezuela), a la gente que me dice eso le contesto que nosotros no comemos petróleo, y por eso salimos”.

Tras dejar en claro que no conoce el Título 8 (el cual entró en vigor en mayo pasado en sustitución del Título 42), José advierte que, como agricultor, ya era imposible obtener recursos para mantener a su familia, pues sólo obtenía para la comida, pero para otros gastos no le alcanzaba.

Aunque está seguro de querer continuar su camino, lamenta que no pueda conseguir un empleo fijo, pues cree que sólo Dios los ha podido ayudar en la travesía. “Aunque nos robaron en Tapachula un poco de dinero, no nos desanimamos”.

De hecho, aclara que en esa ciudad tapachulteca la situación está más compleja, por ello decidieron trasladarse a Tuxtla.

Sabe que tiene que seguir, pues en Venezuela están sus dos hijas, su mamá, padre y un hermano, a quienes les tiene que mandar dinero, “les dije que no se vinieran, que yo los apoyaré”.

Asimismo, José tiene otra misión: ayudar los tres familiares que viajan con él, pues padecen diferentes enfermedades, por lo que augura que en EU sean atendidos por especialistas. “A mi cuñada, por ejemplo, le dan ataques epilépticos, no sabemos bien cómo está, porque convulsiona”.

Fotografía de Christian González | Corresponsal LSR