#ANÁLISISDELANOTICIA

Aranceles, más de lo mismo

Celebrar una tregua como si fuera una victoria, y ocultar la cesión de instrumentos regulatorios bajo la etiqueta de “diálogo”, no es una señal de fortaleza, sino de improvisación. | Romina Román

Escrito en OPINIÓN el

El exceso de optimismo y la euforia de la presidenta Claudia Sheinbaum por el anuncio del presidente Donald Trump de postergar la entrada en vigor de los aranceles generales, que no se incluyen en el TMEC, sorprendió. 

A estas alturas, la decisión del mandatario estadounidense no es nada nuevo. Ya van varias veces que una y otra vez posterga cuotas o las intercambia por acciones y compromisos del gobierno mexicano en temas migratorios o de seguridad.

La presidenta Claudia Sheinbaum aseguró que es “un buen acuerdo” suspender por 90 días el aumento de los llamados aranceles recíprocos que entrarían en vigor el 1 de agosto. Pero, lejos de tratarse de un logro diplomático, el anuncio revela que no se alcanzó un nuevo acuerdo, sino simplemente una prórroga bajo las mismas condiciones previamente impuestas por Estados Unidos. 

Peor aún, se concedieron nuevas medidas sin recibir nada y no solo no se logró la eliminación o modificación de los aranceles ya vigentes que afectan directamente a sectores estratégicos de la economía nacional, sino que según el propio Trump, México aceptó levantar sus barreras regulatorias.

La disonancia con las declaraciones previas del exsecretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, también desconcertaron. Apenas el martes, durante su participación en el foro México IA +, aseguró que “todo lo que México tenía que hacer está hecho; ahora sólo tenemos que esperar”.

Si todo se había hecho, ¿por qué fue necesario no solo aceptar una prórroga sino, además, otorgar nuevas concesiones? ¿Qué más se espera que se haga en los próximos 90 días? La falta de coherencia entre lo que se dijo y lo que finalmente se pactó revela una profunda debilidad en la estrategia de negociación y, peor aún, una tendencia preocupante a presentar como logros lo que son, en realidad, retrocesos.

Los que más saben del tema aseguran que celebrar una tregua como si fuera una victoria y ocultar la cesión de instrumentos regulatorios bajo la etiqueta de “diálogo” no es una señal de fortaleza, sino de improvisación.

Noventa días no son un acuerdo: son una cuenta regresiva, y si en ese plazo no se construye una posición sólida, informada y técnica frente a un interlocutor abiertamente proteccionista y electorero, México corre el riesgo de llegar al final del plazo más debilitado que al inicio. 

La política económica y exterior de México exigen algo más que llamadas cordiales: resultados reales.

Así las cosas.

Romina Román

@rominarr