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Por qué la tortilla cara no es abuso, es justicia

Cada vez que alguien sube una foto de una tortilla "artesanal" o un taco con masa criolla, aparece el comentario de rigor: "¿25 pesos por una tortilla? ¡Es un abuso!"; y no, no lo es, es justicia. | Yoab Samaniego

Créditos: Miguel Ángel Salamanca
Escrito en OPINIÓN el

Cada vez que alguien sube una foto de una tortilla "artesanal" o un taco con masa criolla, aparece el comentario de rigor: "¿25 pesos por una tortilla? ¡Es un abuso!"

Y no, no lo es. Es justicia.

Porque lo que te parece caro no es el producto, sino tu idea de lo que vale el trabajo de otros.

Durante décadas, la tortilla se devaluó en todos los sentidos. Pasó de ser base civilizatoria a disco genérico sin identidad, hecho con harinas industriales, maíces híbridos sin origen y sin alma. Y como se normalizó lo barato, se borró el precio real de hacerlo bien.

La industrialización no solo cambió el sabor: cambió la relación con el maíz, con la tierra, con quien lo cultiva.

Una tortilla de maíz criollo cuesta más porque implica cultivo sin subsidios, técnicas de nixtamalización artesanal, molienda diaria y manos que saben lo que hacen. No es nostalgia.

Es método.

Y ese método tiene un precio justo. Desde la selección de la semilla hasta el comal, cada paso requiere conocimiento, tiempo y dignidad laboral.

Cosas que no cotizan en el mercado de las prisas.

Pero claro, preferimos pagar 150 pesos por un cóctel con lychee y mezcal en copa fancy, que 25 por una tortilla que carga 7 mil años de historia. Porque el algoritmo nos enseñó a pagar por lo que luce, no por lo que nutre. Porque Instagram premia la espuma molecular, no la masa madre.

Porque confundimos sofisticación con complicación.

El problema no es que la tortilla bien hecha sea cara. Es que nos hemos acostumbrado a una idea falsa de accesibilidad: la que ignora al campesino, al molinero y al cocinero de oficio. Queremos comida barata, pero también local, justa, orgánica y con storytelling.

Imposible.

Es como pedir un Ferrari a precio de Tsuru: la lógica no funciona, pero el berrinche sí.

La tortilla barata existe porque alguien más subsidia la diferencia. El campesino que vende maíz por debajo del costo de producción. La tortillería que usa harina de dudoso origen. El consumidor que no pregunta de dónde viene lo que come.

Es un sistema de explotación disfrazado de tradición popular.

¿Y sabes qué es lo más absurdo? Que el taco de 60 pesos con tortilla de masa real, hecha con maíz nativo y cocida en comal, es más honesto que cualquier hamburguesa boutique disfrazada de "street food de autor".

Porque no miente sobre su origen, no romantiza la pobreza y no pretende ser lo que no es.

Pagar lo justo por una tortilla no es elitismo. Es tener criterio. El verdadero privilegio no es comer bien, sino no tener que preguntarte cuánto costó producir eso que te estás llevando a la boca.

Es no saber que detrás de cada peso ahorrado hay alguien que no cobró lo que merecía.

Si puedes hacerlo, entonces, al menos, no te burles del que sí lo piensa. Y si no puedes, tampoco criminalices al que valora su trabajo.

Porque entre la tortilla cara y la barata, la diferencia no está en el precio: está en quién paga las consecuencias.

Yoab Samaniego

@yoabsabe  

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