RELACIÓN COMERCIAL MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

Adiós al espíritu de Houston en las relaciones México-Estados Unidos

La administración Trump le dio un giro a la agenda entre México y EU mezclando todos los temas y dando carpetazo al “Espíritu de Houston”, es decir, todos los problemas de la relación bilateral tienen impacto en el acuerdo comercial. | Alicia Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

En este álgido momento de las relaciones México-Estados Unidos, hay voces que recomiendan que el gobierno de Claudia Sheinbaum aproveche la experiencia de los negociadores mexicanos de los tratados de libre comercio de América del Norte. Sin embargo, la nueva administración Trump ha relegado a los libros de historia al llamado “Espíritu de Houston” y en este segundo mandato, Donald Trump ha demostrado una estrategia más agresiva que se aleja de los contextos de las negociaciones pasadas. 

Desde que el denominado Espíritu de Houston” se construyó en noviembre de 1988, las relaciones México-Estados Unidos caminaron sobre la base de una nueva relación bilateral en la que se trabajaría en las coincidencias y se evitaría que temas como el narcotráfico y la migración indocumentada contaminaran la agenda entre ambos países. Con base en este espíritu, hacia 1990 el gobierno mexicano y el estadounidense dieron a conocer que habían iniciado negociaciones de un acuerdo de libre comercio al que posteriormente se incluyó a Canadá.

El 1 de enero de 1994, dicho acuerdo comercial entre los tres países entró en vigor, pero ese mismo día el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas debido a las condiciones de exclusión en las que históricamente han vivido las comunidades de Chiapas. En marzo y septiembre del mismo año, ocurrieron los asesinatos de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del entonces secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu; a estos acontecimientos, en diciembre se sumó el llamado “error de diciembre”, en el que en cuestión de horas grandes capitales salieron de México y se enfrentó una crisis económica y social muy profunda que eventualmente llevaría al cambio de régimen político. Por supuesto, nuestros nuevos socios comerciales veían con preocupación los hechos y se cuestionaban cuál sería su impacto en la nueva mecánica de la relación bilateral. Sólo intervinieron para apoyar financieramente al gobierno de Ernesto Zedillo y evitar que la crisis financiera se desbordara aún más. 

Cuando ocurrieron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la agenda internacional se securitizó y la relación México-Estados Unidos se volcó en establecer acuerdos para garantizar la seguridad, especialmente la de Estados Unidos, y entre los que destacan la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte y la Iniciativa Mérida para la lucha contra el crimen organizado. Con los años, el acuerdo comercial se transformó no sólo en un herramienta de integración económica, también de política y de seguridad nacional para los intereses de Estados Unidos.

En la práctica, el hecho de tratar de manera separada cada asunto entre ambos países dio resultados en la colaboración bilateral, pero especialmente contribuía a otorgarle la importancia que amerita cada tema. No obstante, desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017, los temas migratorios y el control del fentanilo que cruzan la frontera desde México fueron una perturbación recurrente que no bloqueó ni la renegociación del tratado de libre comercio ni contaminó la agenda bilateral. Al regreso de Trump a la presidencia, otra vez los migrantes indocumentados y las drogas volvieron a estar en el foco del empresario con la novedad de que estos temas estaban poniendo en peligro la seguridad nacional de su país, asuntos a los que se le añadió el déficit en la balanza comercial estadounidense. Ni un día pasó de su toma de posesión, cuando Trump declaró una emergencia nacional en la frontera sur y a los pocos días impuso un arancel del 25% a los productos mexicanos, pero lo hizo afirmando que las organizaciones del narcotráfico mantenían una “alianza intolerable” con el gobierno, hecho al que lo siguió la designación de seis grupos criminales mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras y, recientemente el gobierno de Trump añadió nuevas amenazas arancelarias por una disputa por el agua y a las exportaciones mexicanas de tomate

En menos de tres meses, la nueva administración Trump le dio un giro a la agenda entre ambos países mezclando prácticamente todos los temas y dando un carpetazo al “Espíritu de Houston”, es decir, todos los problemas de la relación bilateral tienen impacto en el acuerdo comercial. En este sentido, Trump parece estar dispuesto a correr el riesgo de que sus aranceles perjudiquen a las empresas estadounidenses que dependen del comercio con México a costa de este último bloquee el flujo de migrantes y drogas.

Respecto a México, la securitización de las agendas internacional y bilateral, la lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado y el terrorismo ha influenciado fuertemente la política exterior mexicana durante los últimos 25 años, pero particularmente, la Iniciativa Mérida permeó en la esfera de la seguridad nacional que le permitió al país mantener una colaboración estrecha con el vecino del norte y una relativa autonomía con respecto a los estadounidenses.

En el caso de la presidenta Claudia Sheinbaum, desde que asumió el cargo en octubre de 2024, su visión en materia de seguridad ha diferido por mucho a la de Andrés Manuel López Obrador. Por ejemplo, las fuerzas federales han adoptado una estrategia de seguridad más agresiva aumentando las detenciones y las incautaciones de drogas y armas y se han destruido 758 laboratorios de fentanilo y metanfetamina. Para evitar un golpe a las exportaciones mexicanas, Sheinbaum logró un mes de aplazamiento con el despliegue de 10 mil efectivos de la Guardia Nacional a la frontera con Estados Unidos que, en los dos primeros meses reportaron incautaciones de 163 kg de fentanilo en polvo y 1,13 millones de pastillas de fentanilo.

Posteriormente, Sheinbaum omitió el proceso ordinario de extradición para trasladar a Estados Unidos a 29 jefes criminales, entre ellos Rafael Caro Quintero y miembros de los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Asimismo, como parte de su estrategia de seguridad, Sheinbaum se ha planteado como objetivo crear una fuerza nacional de investigación e inteligencia con hasta 10 mil agentes, así como un grupo policial de élite de 800 oficiales, recursos humanos que estarían a cargo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. En materia de inmigración, Sheinbaum también ha colaborado con la campaña de deportaciones masivas de Trump, recibiendo a más de 24 mil migrantes, de los cuales casi el 80% son mexicanos.

Dicho lo anterior, el trabajo de Claudia Sheinbaum en materia de seguridad y migración demuestra que, en el caso de México, el déficit comercial no es la prioridad para Trump, como sí lo es con China. Sin embargo, el déficit comercial es una herramienta para que la administración Trump exija resultados inmediatos, omitiendo que la estrategia de Sheinbaum conlleva tiempo y que las amenazas y acciones unilaterales por parte de Washington podrían no sólo causar un daño a los intereses económicos y de seguridad estadounidenses, también podrían romper la cooperación bilateral de años, aumentar la violencia en México con repercusiones en Estados Unidos y no reducir el flujo de fentanilo. A fin de cuentas Estados Unidos siempre ha necesitado la estabilidad interna de México como garantía de su seguridad nacional

Alicia Fuentes

@alifur1