La negociación es el eje más importante de la diplomacia internacional. A través de este mecanismo es posible resolver problemas comunes y evitar la afectación de normas, principios y valores fundamentales de los países en situación de desventaja como son la independencia, la libertad y la soberanía.
Para que una negociación internacional resulte exitosa, es preciso que se cumpla con el principio de dar y recibir. La intransigencia de quien está en desventaja sólo conduce al fracaso. También es riesgoso plantear exigencias desmedidas o ceder todo lo que pide la contraparte sin pedirle nada a cambio.
El mejor acuerdo es aquel que satisface los intereses principales de ambas partes. A éste se le conoce como el enfoque constructivo. Si bien el resultado no se ajusta en términos reales a una fórmula equitativa de ganar—ganar, sí le da la oportunidad al país en desventaja la posibilidad de no mostrarse totalmente derrotado.
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Desde esta perspectiva, si los acuerdos del lunes pasado aún están lejos de satisfacer las necesidades de ambas partes, lo relevante es que sí se mantuvieron los principios de gobernabilidad y autodeterminación. Y lo más importante, sigue abierta la vía del diálogo, la responsabilidad compartida y la cooperación conjunta.
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Sin duda, los compromisos de nuestro país fueron mucho más cuantiosos, concretos y costosos de los que asumió la administración Trump. De entrada, destaca el envío de “10 mil elementos de la Guardia Nacional de forma inmediata, para evitar el tráfico de drogas de México a Estados Unidos, en particular fentanilo”.
En contraste, Estados Unidos sólo “se comprometió a trabajar para evitar el tráfico de armas de alto poder a México”, sin dar detalles hasta hoy de lo que hará. De igual forma, quedaron algunas dudas sobre el alcance de los acuerdos debido a las versiones diferentes que han dado ambos mandatarios desde que inició la semana.
Aún más. A pesar de los avances que hay en las mesas de negociación, el tema más delicado sigue siendo la acusación del presidente Trump sobre la presunta alianza del Gobierno de México con organizaciones criminales. La respuesta firme que dio la Dra. Sheinbaum fue una buena señal para la sociedad, pero el tema no debe quedar en el aire por las implicaciones políticas y de reputación que tiene.
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Con base en lo sucedido hasta ahora, no se puede hablar de errores importantes en las estrategias de negociación de México y Estados Unidos. En términos pragmáticos, cada uno de las partes está respondiendo puntualmente a su estrategia, a su proyecto de nación y a sus convicciones. En la comunicación política, las acciones de ambos gobiernos han sido eficaces.
En unos cuantos días, la presidenta Sheinbaum logró desactivar la amenaza de pagar el 25% de aranceles. Al menos por un mes. Su plan funcionó. Durante el “regateo”, la primera mandataria cumplió, entre otros, con dos objetivos principales: mantener la confianza de diversos sectores en su gestión, y contener la volatilidad en la paridad peso-dólar que algunos especialistas habían pronosticado.
Con este hecho, su liderazgo se mantiene y crece su popularidad. Además, la atención que ha despertado el conflicto internacional ha desplazado de la agenda —en medios convencionales y digitales— a la difícil situación que prevalece en el proceso electoral que está en marcha para renovar al Poder Judicial y a lo que sigue sucediendo en Sinaloa.
El balance del conflicto es claro. El presidente Donald Trump logró imponerse. Sus amenazas surtieron el efecto esperado. Mostró el gran poder que tiene. Dominó la agenda. Siguió adelante con el espectáculo que creó para el mundo desde el día en que tomó posesión. Aunque no evitó “el toma y daca” con México, Canadá y China, confirmó cómo es en realidad su estilo personal de gobernar.
El mandatario estadounidense logró doblegar al gobierno de Colombia en unas cuantas horas, acentuando la asimetría. Por otras razones, a Canadá no le ha resultado fácil la negociación. Por eso, las críticas a nivel global que está enfrentando no le preocupan. Mantiene su posición de fuerza y eso le da una gran ventaja que en ningún momento ha dudado en aprovechar.
El problema para México es que, a pesar de lo que logró la presidenta Sheinbaum, que no es poca cosa, el mapa de riesgos sigue marcando amenazas importantes. La “cabeza fría”, la firmeza que ha mostrado y una estrategia bien elaborada en términos de percepción fueron factores decisivos para mantener el control de la situación, al menos hasta el 4 de marzo.
Si sigue así, el nuevo equilibrio que habrá en la relación México-Estados Unidos tal vez será menos desventajoso para nuestro país.