Empecemos por lo básico: todas las relaciones de poder son asimétricas. En el ámbito internacional, esta realidad es inobjetable. La igualdad, en sentido estricto, nunca ha existido: es una aspiración, un simple deseo. Por lo tanto, siempre habrá naciones en situación de desventaja.
La distribución desigual del poder económico y político entre los Estados ha llevado a la generación de nuevos equilibrios. También al fortalecimiento de contrapesos regionales para mantener relaciones de respeto mutuo y, en su caso, de modelos de ganar-ganar con el fin de evitar conflictos y guerras.
Desde esta perspectiva, las relaciones asimétricas se consideran “normales”, siempre y cuando cumplan con algunos requisitos. Primero, que los países más fuertes reconozcan y respeten la soberanía y libertad de aquéllos que están en desventaja. Segundo, que formen parte de los tratados y acuerdos internacionales. Y tercero, que no existan mecanismos de dominación, sometimiento ni intromisión.
Te podría interesar
Sin embargo, cuando hay intereses geopolíticos de cualquier índole, acuerdos económicos, de cooperación conjunta en temas sensibles, o simple vecindad, la posibilidad de conflicto hace necesario recurrir a la negociación para mantener la paz, la estabilidad y los patrones recíprocos de respeto necesarios para la convivencia cotidiana.
Por si no lo leíste: México, indefenso ante un Trump más violento y sin contrapesos: especialistas.
Con algunas excepciones, nuestro país ha mantenido –durante décadas– una relación de equilibrio con Estados Unidos, a pesar de la gran asimetría que hay entre las dos naciones. Sin duda, México ha logrado una situación de conveniencia mutua porque nuestras autoridades aprendieron a negociar desde una posición de desventaja.
Cierto es que en el discurso los principios de independencia, soberanía, igualdad, equidad y respeto tienen un peso simbólico y comunicacional muy importante. Pero también lo es que no es popular negociar en situación de desventaja. De ahí la importancia que tiene comunicar con eficacia a la ciudadanía y saber responder en cualquier situación de conflicto.
Durante el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se vivió el primer gran conflicto significativo con su homólogo Donald Trump, en 2019. Para nuestro primer mandatario, México no cedió ante la presión, sino que propuso un esquema de colaboración y cooperación. Para el presidente estadounidense, nunca había visto “a alguien doblarse así”.
Lee más: Trump amenazó a AMLO y él aceptó colaborar, recuerda Sánchez Cordero.
Guardadas las proporciones, el domingo pasado el gobierno de Estados Unidos ejerció una presión mayor contra Colombia, ante la negativa del presidente Gustavo Petro a recibir deportados encadenados en un avión militar. En represalia, el presidente Trump anunció un arancel de 25% a todos los productos colombianos y la interrupción de la entrega de visas a ciudadanos de ese país, entre otras medidas.
Por fortuna, el conflicto duró sólo unas horas. Al final del día, su gobierno cedió ante la fuerte presión del presidente Trump. Sin embargo, el mundo fue testigo de algunos errores muy importantes cometidos por el presidente Petro y su gobierno. El daño a su reputación será irreversible y lo ha colocado en una posición de mayor debilidad en la mesa de negociaciones.
La improvisada gestión de la crisis no partió de un diagnóstico correcto ni se dio la mejor respuesta acorde con la situación. Privilegiar la comunicación en las redes sociales, con mensajes más cargados de emociones que con argumentos sólidos, demostraron las fallas de asesores y funcionarios. Y la lección que nos han dejado es invaluable.
Entérate: Colombia cede ante presión de Trump por aranceles, visas y deportados.
La experiencia acumulada en las negociaciones internacionales ha dejado enseñanzas muy importantes. La más importante es que, cuando un país está en situación de marcada desventaja, lo último que debe hacer es ponerse “con Sansón a las patadas”. Mucho menos cuando lo que está en riesgo es la estabilidad económica y la gobernabilidad de una nación.
El análisis político de casos similares confirma que la asimetría exige a los débiles una planeación estratégica más detallada y cuidadosa. Se necesitan estudios prospectivos y análisis de escenarios más precisos, de manera particular en las consecuencias negativas que puede generar un mal cálculo de los riesgos que se corren frente a posiciones válidas de dignidad y respeto a la soberanía. Los protocolos son indispensables.
Unos podrán decir que los países en desventaja sí pueden ganar y cambiar la correlación de fuerzas. Es verdad. Hay diversos ejemplos en la historia mundial que así lo confirman. Otros, en cambio, aseguran que una negociación pronunciadamente asimétrica siempre se puede ganar. Quienes afirman esto, mienten.
Algunas de las grandes revoluciones y transformaciones políticas fueron iniciadas por grupos pequeños, o que fueron considerados débiles, y que finalmente lograron doblegar a los poderosos. La revolución mexicana es un buen ejemplo. Pero se trata de casos excepcionales, en los que la suerte, los errores o las distracciones de los adversarios jugaron un papel determinante.
Recomendación editorial: Jorge Pallares Bossa, et.al. La negociación internacional pública. Entre los conflictos y los tratados de libre comercio (TLC). Cartagena, Colombia: Universidad Libre, 2014.