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“Mi madre no me dio todo lo que quise, pero sí todo lo que pudo”

Martín recuerda las jornadas de su madre Teresa, que crió sola a tres hijos entre tortillas y ropa ajena; su historia refleja el esfuerzo silencioso de millones de mujeres mexicanas

“Mi madre soltera me enseñó que el amor se trabaja”Créditos: Facebook: Somos Personas
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En una casa pequeña de la colonia San Lorenzo, al oriente de la Ciudad de México, Teresa Ramírez encendía el comal cuando todavía era de noche. A esa hora comenzaba la rutina que sostuvo a su familia durante años. Entre tortillas, frijoles y ropa por lavar, sacó adelante a tres hijos que hoy estudian o ejercen una profesión.

Su hijo mayor, Martín Ramírez, enfermero, resume la historia con una frase que escuchó desde niño: “Mi madre no me dio todo lo que quise, pero sí todo lo que pudo”.

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En México, más de cuatro millones de mujeres crían solas a sus hijos, enfrentando salarios desiguales, falta de apoyos y estigmas sociales. La historia de Teresa Ramírez, contada por su hijo Martín y compartida por la página de Facebook 'Somos Personas', retrata el costo humano detrás de esa resiliencia colectiva.

Teresa, de 45 años, representó lo que millones de mujeres mexicanas viven a diario: una doble jornada que combina trabajo y crianza, sin red de apoyo y con recursos limitados. Cuando no tenía con quién dejar a sus hijos, los llevaba consigo a vender comida o a lavar ropa ajena. Cada venta era una forma de garantizar la escuela y el alimento.

“Mi mamá no tuvo estudios, pero nos enseñó la lección más importante: que el amor se demuestra trabajando y no rindiéndose”, contó Martín, quien hoy reconoce que cada zapato remendado fue parte de esa enseñanza.

Una historia que se repite en millones de hogares

La historia de Teresa no es una excepción. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más de cuatro millones de mujeres en México se desempeñan como madres solteras, lo que representa el 10.4% del total de madres en el país.

Estas mujeres encabezan cerca del 11% de los hogares del país y, en la mayoría de los casos, participan activamente en la economía. Sin embargo, casi la mitad de las madres jefas de hogar con empleo subordinado recibe únicamente hasta un salario mínimo, y más del 50% trabaja en la informalidad.

En promedio, las madres solteras subordinadas ganan alrededor de 6,200 pesos mensuales. Además, enfrentan una penalización económica: las mujeres con hijos ganan hasta 40% menos que los hombres con hijos, y las madres solteras pierden un 8% adicional de sus ingresos.

Detrás de esos números se encuentran jornadas que comienzan antes del amanecer y terminan de noche, como las de Teresa, quien sostuvo a su familia entre fogones y pilas de ropa.

Madres solteras en México: Archivo LSR

La carga invisible del estigma

A la precariedad económica se suma un peso simbólico. En muchos entornos laborales, el término “mamá luchona” se usa para definir fortaleza, pero también para exigir más trabajo. Algunas mujeres han reportado que sus empleadores utilizan esa etiqueta para negarles permisos o extender sus horarios, con frases como: “no puedes dejar el trabajo así tan fácil, es por tu hijo”.

Esa visión refuerza estigmas y oculta la necesidad de corresponsabilidad social. Estudios sobre salud laboral muestran que la doble jornada —trabajo remunerado y cuidados no pagados— genera altos niveles de estrés y ansiedad entre las madres mexicanas.

El caso de Teresa refleja esa tensión diaria. La venta ambulante le daba flexibilidad, pero la exponía a la incertidumbre constante. Los días sin ventas implicaban decidir entre pagar la renta o la colegiatura. Aun así, no se detuvo.

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Un apoyo que no siempre llega

El Gobierno de México ofrece programas como el de Apoyo para el Bienestar de Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras, que entrega 1,600 pesos bimestrales por cada niño de entre 1 y 4 años. No obstante, la cobertura es limitada.

Las madres con empleo formal o seguro social suelen quedar fuera, ya que los requisitos priorizan a quienes no tienen ingresos. Esto excluye a muchas mujeres que, como Teresa, trabajan a diario para sostener su hogar.

Martín recuerda que su madre intentó solicitar ese apoyo, pero los trámites eran largos y poco claros. “Ella decía que el tiempo que gastaba en filas era tiempo que podía usar para vender”, relata.

El legado que aún sostiene al país

El testimonio de Teresa Ramírez y los datos oficiales coinciden en un mismo punto: el esfuerzo individual no basta si no existe respaldo social y político. Las madres solteras sostienen hogares, economías y generaciones enteras, pero sus condiciones laborales y de cuidado siguen rezagadas.

Martín lo resume con la frase que marcó su vida: “Mi mamá me enseñó que el amor se demuestra trabajando”. Ese legado se repite en millones de hogares mexicanos, donde la resiliencia es cotidiana, pero también el recordatorio de una deuda pendiente: que el amor y el trabajo de estas mujeres merecen más que admiración, merecen justicia.

VGB