CUIDADORAS

“¿Quién va a cuidar de mí mañana?”; casas atienden a adultos mayores y personas con discapacidad en Iztapalapa

Con apoyo económico de la alcaldía, mujeres asumen la responsabilidad de cuidar a sus familiares necesitados, pero también a personas sin alguien que vea por ellas

Personas cuidadoras.El valor invisible de los cuidados en IztapalapaCréditos: Istockphoto | Ilustrativa
Escrito en METRÓPOLI el

En Santiago Acahualtepec, a la orilla de Iztapalapa, la vida se sostiene en comunidad. Aquí el cuidado de hijos, nietos y abuelos se convierte en el verdadero pilar del tejido social.

A las nueve en punto, Eva Cruz López abre el portón del espacio de cuidados que coordina. Adentro huele a café y a jabón.

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Eva de 39 años es cuidadora primaria de su hijo con discapacidad intelectual y su madre, pero también es cuidadora de otras personas que llegan a este centro.

Su jornada corre de 9:00 a 3:00, de lunes a viernes; entre 50 y 60 personas pasan cada día por el centro. La mayoría son mujeres que cargan, además de bolsas y mochilas, una cadena de responsabilidades: hijos, nietos, padres enfermos. “A veces la gente cree que cuidar es ‘cosa de mujeres’ y no trabajo. Pero sostener la vida también es trabajo y sí, tenemos que hacer mucho trabajo incluso para convencer a la familia y a todos de que esto vale muchísimo”. Dice.

Eva aprendió a golpes lo que significa la palabra cuidado. Su hijo, Alberto, hoy de 21 años, nació con esclerosis tuberosa y síndrome de Lennox, una epilepsia de difícil control. Hubo una etapa –cuenta– en la que convulsionaba. “Un médico residente me dijo: ‘Prepárese, le doy un año de vida’. Me desmoroné. Luego, con el neurólogo correcto, dimos con el medicamento y la dosis. Alberto camina, habla como un niño de cuatro años, y puede hacer actividades de su edad. No fue suerte: fue insistir, aprender, acompañar”.

Esa escuela a fuego lento se volvió activismo. En el espacio de cuidados, Eva acompaña a madres que acaban de recibir un diagnóstico para sus hijos: autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down. “El camino de la discapacidad al principio es un cuarto oscuro. Acompañadas, una encuentra la puerta”. También recuerda el golpe del estigma: “A mi hijo le han dicho ‘pobrecito, no entiende’, ‘está loquito’. El error más grande es infantilizar a las personas con discapacidad.

Mientras cuenta cómo después de esta jornada llega a hacer más trabajo de cuidados a su casa, un grupo de señoras mayores comienza a llegar; otra usuaria deja una bolsa de ropa en la lavandería y pregunta por la psicóloga. En una sala contigua, una niña hojea un libro de cuento mientras una trabajadora social les acomoda los tenis.

Aquí, en casa de día hay espacio para adultos mayores, sala de infancia, consultorio dental, psicología, tanatología y hasta una pequeña zona de spa donde, si alcanza la mañana, las cuidadoras pueden recibir un masaje o acupuntura “para respirar cinco minutos”.

La lista de servicios del centro –lavandería, infancia, casa de día, psicología– es un catálogo mínimo del sistema de cuidados que el país intenta construir y brinda a Iztapalapa una oportunidad para las mujeres que no cuentan con respaldo para que alguien cuide a sus seres queridos.

No obstante, Eva reconoce que falta mucha difusión. Se lamenta de que aún en estos lugares hay mujeres que dejan a sus hijos con sus madres o con familiares porque no tienen recursos o no saben que este tipo de centros existen.

Falta personal capacitado y presupuesto. Hay 22 espacios en la alcaldía, pero muchos están olvidados. Además admite que falta difusión, que sean gratuitos, y “que el gobierno pregunte de verdad qué necesitamos, reclama.

Su diagnóstico es preciso: no hay censo actualizado de personas con discapacidad o adultos mayores en la zona; hay familias viviendo en barrancas, casas de lámina y cartón; ancianos sin acta de nacimiento; mujeres que no pueden salir ni a tomar un café porque no tienen con quién dejar a sus hijos.

El Mapa de los Cuidados en México –una herramienta desarrollada por el Colmex, la Secretaría de las Mujeres y ONU Mujeres con datos del INEGI– identifica alrededor de 90 mil establecimientos relacionados con la atención de niñas, niños, personas mayores y con discapacidad en todo el país

Personas cuidadoras: Istockphoto | Ilustrativa 

En los últimos años el gobierno federal y el de CDMX han anunciado ampliaciones importantes. La Presidencia informó el compromiso de construir 200 Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECI) del IMSS en el sexenio. En abril de 2025 se colocó la primera piedra de 5 CECI en Ciudad Juárez y se prevé inaugurar 12 centros en 2025 (sumando CECI de DIF y municipales) con la expectativa de que alcancen 200 nacionalmente. En la CDMX, el Sistema Público de Cuidados proyectó habilitar hasta 200 “espacios de cuidado” comunitarios (casas de día, comedores, CENDI, etc.) a nivel capitalino. A nivel legislativo, la Constitución de la CDMX (art. 9) garantiza los derechos de las personas cuidadoras, y se trabaja en normativas locales para fortalecer la red de cuidados.

Los números duelen, señala Eva. “Un paquete de pañales de adulto cuesta 300 pesos y dura dos días. Los medicamentos de Alberto están arriba de mil 500 y hay que comprarlos cada 10 o 15 días si no tienes seguridad social. Solo en pañales y medicinas se te va el mes”. Pero lo que casi nunca se cuenta son los costos emocionales. Eva habla del burnout del cuidado: “Te olvidas de ti. No hay cinco minutos para el sol. Y cuando revienta, vienen la culpa, el enojo, la tristeza”.

Al recordar a Alicia, la abuela recientemente fallecida en el accidente de la explosión de una pipa en Iztapalapa, Eva señala que muchas mujeres se ven obligadas a llevar a sus hijos o nietos a sus lugares de trabajo, porque no saben que existe un centro o porque no tienen recursos para pagar un servicio de cuidados.

Por eso Eva pone énfasis ahora. Aplaude que exista la conversación sobre un sistema nacional de cuidados, pero exige que se les escuche: “No queremos limosnas ni una ley bonita que no se cumpla. Queremos descanso, apoyos directos, trabajo remunerado con horarios flexibles, atención psicológica y personal formado para tratar a nuestros hijos”. Pide que las visitas y padrones sean reales, casa por casa. “La fachada no dice nada. Puedes ver una casa pintada y adentro hay una mujer sola cuidando a un joven que convulsiona”.

Hace unas semanas, muy cerca del centro, un accidente dejó varias víctimas. “Eran cuidadoras. La abuela que falleció cuidaba a su nieta para que la hija pudiera trabajar. Es lo que pasa todos los días y nadie lo nombra”. En esa escena, Eva lanza la pregunta que es un eco: “Yo cuido a mi hijo por las tardes y apoyo a mi mamá cuando se enferma. ¿Quién va a cuidar de mí el día de mañana?”

Entre lavadoras, crayones y agujas de acupuntura, la respuesta parece obvia, pero es justo el pendiente más apremiante: cuidarnos entre todos, con Estado, empresas y comunidad asumiendo su parte. “No nos vamos a quedar calladas”, remata. “Si una no puede salir, otra toma su lugar y habla por todas. Porque sí: los cuidados sostienen el mundo. Ya toca que se sostenga quienes cuidan”.

VGB