HISTORIA POLÍTICA

México: Su historia entre caciques, caudillos y mañaneras

Existe en la política mexicana pocos personajes con las características mencionadas. Sin embargo, algunos de ellos siguen al acecho de lo que pueda suceder y más aún, cuando, muchos de estos personajes, no puedan, siquiera, aspirar a ser caudillos; de ellos es el mundo de los cacicazgos mexicanos

Créditos: Cuartoscuro y La Silla Rota
Escrito en NACIÓN el

El reconocido escritor e historiador mexicano Enrique Krauze, en un artículo publicado en el periódico estadounidense The Washington Post, alertó sobre las peligrosas provocaciones que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), está llevando a cabo en sus conferencias matutinas, las cuales podrían derivar en un clima de violencia y hasta en el asesinato de opositores políticos; algo que, aunque parezca que no es así, ocurrió en otros momentos de la historia del país.

Krauze hace un paralelismo histórico con el rey Enrique II, quien en 1170 habría pronunciado la frase "¿Nadie me librará de este molesto sacerdote?" refiriéndose al arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, quien luego fue asesinado por cuatro caballeros. El escritor mexicano asegura que una situación similar se está gestando en México, donde AMLO, desde el Palacio Nacional, se muestra furioso con sus críticos, principalmente periodistas, escritores e intelectuales. El presidente regularmente los denuncia públicamente, llegando incluso a dar sus nombres completos, lo que podría ser interpretado de manera malintencionada.

Krauze destaca que todas las mañanas de lunes a viernes, AMLO da una conferencia de prensa en la que, lamentablemente, pocos periodistas independientes pueden asistir y hablar. Es el presidente quien se encarga de los discursos, los cuales están plagados de ataques ad hominem, calumnias y difamaciones contra sus críticos, a quienes suele acusar de formar parte de una conspiración en su contra.

“Sus discursos están plagados de ataques ad hominem. Hace cinco años, el escritor Gabriel Zaid compiló una lista de los insultos de López Obrador contra cualquiera que quisiera desacreditar. En ese momento, la lista ascendía a 80. Hoy, seguramente es más larga”

El escritor mexicano recordó el caso del periodista Ciro Gómez Leyva, a quien AMLO acusó de ser capaz de causar un tumor cerebral. Pocos días después, alguien intentó atentar contra la vida del periodista. AMLO, en lugar de condenar el hecho y buscar a los responsables, insinuó que se trataba de un autoataque y que alguien lo había hecho para afectar su gobierno.

“Puede que solo sea cuestión de tiempo antes de que uno de los críticos de López Obrador sea asesinado. En ese momento, el presidente dirá que todo fue un complot para derribarlo. O, como el rey Enrique II, podría decir que todo fue simplemente ‘un malentendido’”.

Krauze hace un llamado a la reflexión y advierte que AMLO parece aspirar a ser un gobernante absoluto, y que su forma de actuar puede desencadenar actos violentos contra quienes lo critican. El escritor mexicano considera que el presidente debería ser más responsable y cuidadoso con sus palabras, ya que, de lo contrario, podría ser solo cuestión de tiempo antes de que uno de sus críticos sea asesinado y AMLO declare que todo fue un complot para derribarlo, o que todo fue simplemente un malentendido, tal y como lo hizo el rey Enrique II en su momento.

Es cierto que en el país, la figura de rey, como tal, no existió; empero huno virreyes y emperadores y, más adelante en la historia, dictadores y personas que, aunque estuvieran un corto tiempo en el poder comparados con otros, usaban el poder que tenían para tratar de mantenerse allí, para mantener el statu quo y más.

En la historia política de México, los términos "caudillo" y "cacique" han sido utilizados para describir a líderes locales y regionales que tienen un gran poder e influencia sobre la población. Sin embargo, aunque estos términos pueden parecer similares, hay algunas diferencias importantes entre ellos.

El término "caudillo" se refiere a un líder carismático que emerge como figura de autoridad en tiempos de crisis o inestabilidad política. Los caudillos suelen ser líderes militares o políticos que logran obtener el apoyo de la población gracias a su capacidad para solucionar problemas y restablecer el orden en un momento de crisis. En algunos casos, los caudillos también han sido vistos como líderes populares que representan los intereses de los sectores marginados y que luchan contra la opresión del poder establecido.

Por otro lado, el término "cacique" se refiere a líderes locales que utilizan su poder e influencia para obtener beneficios personales y políticos. Los caciques suelen ser vistos como figuras corruptas que utilizan el clientelismo y la manipulación política para mantener su control sobre la población de su región. En algunos casos, los caciques también han sido vistos como figuras autoritarias que se benefician de la falta de presencia del Estado en regiones marginadas o donde la población carece de acceso a servicios básicos.

Es importante destacar que aunque ambos términos pueden parecer similares, la diferencia principal radica en el uso que se hace del poder y la influencia por parte de los líderes en cuestión. Los caudillos pueden ser vistos como líderes legítimos que surgen como respuesta a una situación de crisis, mientras que los caciques son vistos como líderes corruptos que utilizan su poder para obtener beneficios personales.

Sobre los Caciques

Uno de los historiades más destacados en la historia del país, Lorenzo Meyer, en su artículo titulado: "Los caciques, ayer, hoy y mañana" en la revista Letras Libres, visita el término y su desarrollo a lo largo de la historia de México y el mundo. Si bien está escrito a principios del nuevo milenio, sus aportes bien pueden ser algo fresco en estos días debido al estado de la política del país.

El artículo trata sobre el fenómeno de los caciques en México y cómo su poder e influencia han evolucionado a lo largo del tiempo. Los caciques son líderes locales que tienen mucho poder e influencia sobre la población de su región, y suelen utilizarlo para obtener beneficios personales y políticos. Estos líderes han existido durante mucho tiempo en México, pero su poder e influencia se han intensificado en los últimos años.

Desde hace tiempo, los caciques se han afianzado como líderes locales que controlan los recursos y la población de sus regiones, y que suelen tener un papel destacado en la política local. En algunos casos, los caciques pueden ser vistos como una especie de autoridades tradicionales que ofrecen una forma de organización social en regiones marginadas o donde el Estado no tiene presencia efectiva. Sin embargo, también es común que los caciques utilicen su poder para beneficio personal y para mantener su control sobre la población.

Los caciques modernos utilizan una variedad de estrategias para mantener su control sobre la población de su región. Una de ellas es la violencia, ya sea física o verbal, para mantener a las personas bajo su control. Otra estrategia común es el clientelismo, en el que los caciques ofrecen favores y beneficios a cambio del apoyo de la población. También es común el uso de la corrupción, en la que los caciques utilizan su poder para obtener beneficios económicos.

Estas estrategias han permitido a los caciques mantener su poder e influencia en sus regiones, lo que puede impedir elecciones libres y justas. Además, los caciques tienen un impacto negativo en la economía mexicana, ya que su corrupción y falta de transparencia dificultan la inversión extranjera y el crecimiento económico del país.

El artículo destaca la importancia de combatir el fenómeno de los caciques en México. Una forma de hacerlo es a través de la educación, ya que una población educada es menos susceptible a la manipulación y el control de los caciques. También se sugiere que el gobierno, la sociedad civil y los medios de comunicación trabajen juntos para reducir el poder de los caciques.

El artículo reconoce que no será fácil combatir el fenómeno de los caciques en México. Sin embargo, se señala que existen algunos ejemplos de éxito en la lucha contra los caciques. Por ejemplo, el artículo menciona el caso de una organización en Guerrero que ha logrado reducir el poder de los caciques en la región mediante la educación y el empoderamiento de la población local.

Es importante destacar que el término "cacique" puede tener diferentes interpretaciones según el contexto en el que se utiliza. En este artículo, el término se refiere a líderes locales que tienen mucho poder e influencia sobre la población de su región, y que suelen utilizarlo para obtener beneficios personales y políticos.

Aunque en algunos casos, los caciques pueden ser vistos como una especie de autoridades tradicionales que ofrecen una forma de organización social en regiones marginadas o donde el Estado no tiene presencia efectiva.

El artículo también hace referencia a términos como el clientelismo y la corrupción, que son estrategias comunes utilizadas por los caciques para mantener su control sobre la población. El clientelismo se refiere a la práctica de ofrecer favores y beneficios a cambio del apoyo político, mientras que la corrupción se refiere al uso ilegal del poder para obtener beneficios económicos o políticos.

En cuanto a las soluciones propuestas en el artículo, la educación se destaca como una herramienta importante para combatir el poder de los caciques. Una población educada es menos susceptible a la manipulación y el control de los caciques, y puede tomar decisiones informadas y responsables en el ámbito político. Además, se propone que el gobierno, la sociedad civil y los medios de comunicación trabajen juntos para reducir el poder de los caciques y promover una cultura de transparencia y responsabilidad política.

¿Y los caudillos?

Estudiosos de las ciencias sociales como Max Weber, pusieron especial atención a los liderazgos para desarrollar criterios de cada uno de ellos. Pese a que Weber jamás nombró al caudillismo, es claro que su estudio sobre los liderazgos y las características de estos hombres son por demás semejantes y que podrían ir de la mano. Empero a lo anterior, el caudillismo como lo conocemos en la actualidad se comenzó a desarrollar a principios del siglo XX y durante el tránsito de este hasta los años ochenta; existen algunas excepciones, pero, en la generalidad, fue el declive de muchas figuras de la anterior mitad de siglo XX.

En palabras del investigador Pedro Castro el caudillismo o caudillo es: “El origen de la palabra caudillo viene del diminutivo latino caput, que significa "cabeza", "cabecilla", y aunque no existe una definición actual única e incontrovertible, tanto en términos académicos, como populares, el término evoca al hombre fuerte de la política, el más eminente de todos, situado por encima de las instituciones de la democracia formal cuando ellas son apenas embrionarias, raquíticas o en plena decadencia.”

Si bien su definición se centra en la figura del caudillismo como una figura la cual este sobre todo en un país y sobre un Estado, existen otras definiciones más laxas y sin tantas ataduras para que se cumpla a la cabalidad. Recordemos que, en el estudio de las ciencias sociales, como sucede en otras ciencias, existe la falibilidad y más si se trata de fenómenos que ocurren a lo largo de miles de años y en las sociedades cambiantes. Pasamos de liderazgos a caudillismo o bien, cacicazgos; todos y cada uno con características compartidas, pero con diferencias simples

En el mismo artículo de Pedro Castro existe otra definición por parte de K. H. Silvert: “en Iberoamérica, el término caudillismo alude generalmente a cualquier régimen personalista y cuasi militar, cuyos mecanismos partidistas, procedimientos administrativos y funciones legislativas están sometidos al control inmediato y directo de un líder carismático y a su cohorte de funcionarios mediadores.2 Debe su aparición al colapso de una autoridad central, capaz de permitir a fuerzas ajenas o rebeldes al Estado apoderarse de todo el aparato político.” 

Como puede observarse, una vez más, el termino sigue mutando esta vez centrándolo en el aspecto militar que deben de tener los caudillos. Dicha imagen de los caudillos representados a través de las armas ha sido una característica que pareciera per se de los caudillos. Las representaciones de principios del siglo XX respaldan dichas suposiciones. En el caso de la revolución mexicana, de los Estados militares antes y durante la segunda guerra mundial, y los regímenes militares que surgieron en toda América latina durante la segunda mitad del siglo, vemos estos actores como los describe Silvert.

El caudillismo en México

En México, a diferencia de muchos otros países y su historia, el caudillismo bien podría definirse en etapas. La primera podría sujetarse a Antonio López de Santa Anna. Pese a que no tuvo ese carisma, sí tuvo un respaldo militar y en muchas de las ocasiones político (Poder) para que fuese respetado. No hay que olvidar que incluso una vez se le rogó para que regresara a la silla presidencial pues el país era un desastre. Una segunda etapa podría resumirse en un personaje como lo fue Juárez, aunque, como se mencionó anteriormente, el termino de caudillo podría o no emplearse para describirlo. Si bien la presencia militar no fue fundamental, Juárez era un personaje lleno de carisma y poder político, características que bien cumplen el perfil de caudillo, así también, se veían los primeros rasgos paternalistas en la política mexicana.

En la tercera etapa queda claro que el personaje que debe tenerse en cuenta es Porfirio Diaz. Más allá de que fue un militar muy preparado, con respaldo del ejército y cierto carisma, es cierto que contaba con carisma; dicho carisma lo fue desarrollando a lo largo de sus casi 30 años en el gobierno del país. Mismo carisma que, a la postre, se le agotaría debido en primera instancia, a su edad y, en segundo lugar, al desgaste natural con la población consciente, acomodada y que tenía acceso a recursos como la educación. Porfirio Diaz, es el caudillo por excelencia. Respaldo militar, poder, carisma, excelente político, creador de instituciones, poderes “metaconstitucionales”, e incluso, una revolución después de su renuncia como presidente de la república mexicana.

La cuarta etapa es quizás, la que este llena de caudillos que se ganaron ese mote por sus logros o, más bien, historias alrededor de ellos. La cuarta etapa de los caudillismos la podríamos citar 1911-1928. Durante todo este tiempo, en la lucha sangrienta y revolucionaria mexicana, diversos personajes se ganaron el nombre de caudillos. Entre dichos personajes destacan Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y por supuesto Álvaro Obregón, quien Martin Luis Guzmán le escribió un libro “La sombra del Caudillo”. Quien realmente resalta de este grupo mencionado es Álvaro Obregón. Aquel caudillo que logró “apaciguar” la sangre derramada por tantos años en el país, doto de cierta estabilidad en distintos sectores. Con él, se empezó la tradición del tapado/dedazo y la configuración del Estado mexicano, como también la cultura política incipiente de México.

La quinta etapa del caudillismo en México es la que trae consigo la figura "tropicalizada" del caudillo a nuestro país, es decir, el caudillista mexicano por excelencia. La primera figura que sobresale es Plutarco Elías Calles. Considerado durante 3-4 presidentes después de él como el jefe máximo de la revolución lo que llevó a considerar esos 12 años como el Maximato. En pocas palabras, aunque el no seguía en el poder, tenía ese poder y la legitimidad en las decisiones del país. Creador de muchas otras instituciones, de un partido político de Estado como lo fue el PRM (Partido de la Revolución Mexicana). Uno de sus mayores logros fue la adhesión de confederaciones y sindicatos al partido. En otras palabras, todos los estratos sociales laborales estaban bajo su control; no había oportunidad de que otros partidos políticos, en la medida de sus posibilidades, pudiera lograr lo que Calles y el partido había hecho.

Por si fuera poco, Calles contaba con el apoyo de las secretarias, de las fuerzas armadas y un carisma sin igual sin olvidar esos rasgos paternalistas. El último caudillo mexicano (a razón del autor de este artículo) es Lázaro Cárdenas. Con el simple hecho de que la sociedad mexicana le dijera “Tata” nos habla del gran liderazgo y carisma que llevaba consigo. No le tembló la mano para deshacerse de Calles y de tomar el rol del caudillo de México. Mucho se ha hablado de los logros de su gestión y de los cuales aquí no se mencionarán ya que se necesitaría otro artículo.

 Después de una breve puntualización sobre las 5 etapas (una vez más, a visión del autor) del caudillismo en México, uno podría pensar que se había zanjado esa dependencia de un caudillo paternalista y líder en la política mexicana. Al menos, esa fue la sensación que quedó. Durante los 70-80 años siguientes el país vivió los sexenios con la práctica del dedazo, un partido hegemónico y transiciones democráticas tardías; algunos liderazgos sobresalientes sin llegar a ser caudillos como lo fueron Ordaz, Gortari y Luis Donaldo Colosio.

Como se mencionó anteriormente, existen grandes caudillismos mexicanos como Calles, Obregón, Cárdenas y, muchos lo restringirán hasta ahí. Dentro de la mística política mexicana existe una creencia de un Caudillo más. Alguien que configuró la llamada nueva política mexicana. Dicho personaje es Carlos Salinas de Gortari. En un principio, no parece creible que Gortari sea un Caudillo pero muchos apuntan a que sí.

Dentro de las cuestiones que lo podrían enmarcar como un Caudillo se encuentra su presencia posterior incluso a la gestión de su gobierno. Tal es el ejemplo durante y después del asesinato de Colosio, el claro “dedazo” sobre Ernesto Zedillo y no sobre el entonces regente de la Ciudad de México. Posterior a estos actos su presencia en la política mexicana se cree fue desde la sombra, tanto fue así que empezó a verse más durante la campaña de Enrique Peña Nieto en 2011-2012. Tanto fue así que se le considere su padrino, su mentor. Esto, sin duda alguna, recuerda a los mecanismos y formas de Plutarco Elías Calles quien es considerado un Caudillo mexicano. El hecho de que no tenga una clara presencia mediática no quiere decir que no la tenga con las personas, en este caso, con el gremio político. Como se ha visto en la actualidad y en ese entonces, los caudillos mexicanos, como la sociedad misma, han ido transformados; todo depende de lo que el pueblo necesite, cuando lo necesite y como.

Martín Luis Guzmán y su aporte

La novela histórica de Martín Luis Guzmán, la sombra del Caudillo, publicada en 1929 dentro de un diario fue una gran crítica a la forma de llevar el gobierno en los incipientes años 30. Con un país recién “libre” de luchas armadas por el poder, se llegó a los gobiernos estables pero dependientes de figuras militares o caudillos mexicanos que estaban al acecho del poder del Estado mexicano. La valentía de Martín Luis Guzmán para realizar la novela fue notable, sin embargo, censurada tarde o temprano.

A través de la novela podemos observar la fortaleza de la figura del Caudillo mexicano; dicho Caudillo está inspirado y retrata a Álvaro Obregón. Mientras que los contendientes a la silla presidencial son Plutarco Elías Calles y el protagonista El general Serrano. Pese a que el Caudillo solo aparece un par de veces en la historia, se muestra cómo eran los juegos por el poder. Lo trascendental es que el juego por el poder lo va configurando el Caudillo, él ya tiene a su elegido y con ello, a través de la historia vamos viendo cómo los demás actores políticos (diputados, secretarios y gobernadores) se van cuadrando a las órdenes y preferencias del Caudillo. No había lugar para las disidencias, era la muerte o el exilo en el mejor de los casos. El Caudillo era un manto que se pasaba de gobierno en gobierno pero, que no todos podían portar.

El resurgimiento del Caudillo

El caudillismo cesó, al menos como se conoce, durante una gran parte del siglo XX y principios del XXI. El sistema político tuvo aperturas sino hasta después de los años 70 con las reformas que proveían de recursos del erario a los partidos políticos. Posterior a esto, las elecciones polémicas del año 1988 terminaron por evidenciar la decadencia de un partido de Estado que llevaba años en el poder. Perder una gobernatura (Baja California) en 1994 significó el principio del final. Años después, en 1997, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) perdería la mayoría absoluta que tenía en la cámara de diputados durante un gran periodo de tiempo. Para las elecciones del 2000, perdería no sólo un estado o escaños, perdería la presidencia.

Vicente Fox encabezaba la tan anhelada alternancia política y la mal llamada transición democrática. El PAN (Partido Acción Nacional), gobernaría 12 años en el poder. Vicente Fox y Felipe Calderón serían los encargados de un nuevo partido. Este último, sin embargo, con una reñida contienda con Andrés Manuel López Obrador. Una vez más, como en 1988, se le llamaría fraude.

Durante el gobierno de Fox no se dieron sobresaltos que pudieran mermar el gobierno; terminaría con una popularidad por encima de 54%. Las cosas se complicaron con Felipe Calderón. Los problemas de violencia, asesinatos, corrupción explotaron con la llamada “guerra contra el narcotráfico” y una crisis económica global. Lo clasificarían como uno de los peores gobiernos. Durante estos años un personaje político, un viejo conocido, trataría de llegar de nuevo al poder. AMLO, aprovechando los descalabros del gobierno proponía un gobierno más cercano a la gente, que la escuchara, que fuera de ellos para ellos. No funcionó.

En 2012 una nueva contienda electoral se acercaba. El PAN, por su parte, tenía la elección perdida. La gente tenía un hartazgo y repudio al partido que dejo más de 100,000 muertos en 6 años. En el panorama político aparecían dos candidatos Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

 El primero era gobernador del Estado de México, a la gente le gustaba y gozaba de una popularidad debido un matrimonio y un gran manejo de medios que, por supuesto, no fue a la ligera. AMLO no podía con esa capacidad a pesar de manejar una retórica y mejores propuestas que el otro candidato. Una vez más, se quedaría en la orilla. La gente optó por un “PRI renovado”.

A lo largo de los seis años de gobierno del EPN, se comprobó que no había sido la mejor idea elegir de nuevo al PRI. Los asesinatos no cedieron, la economía no mejoraba y la corrupción había llegado a niveles insospechados. Por si fuera poco, el presidente era un meme en las redes sociales. Era, con este sexenio, el segundo o, quizás primero, de los peores gobiernos. En las elecciones del 2018 se tenía claro que el PRI tenía las de perder y, que otros partidos, podrían probar suerte. Durante los años de 2013 y 2018 AMLO emprendió un viaje a lo largo de todo el país para escuchar las demandas de todo el país. Se le denominó “campaña permanente”. Llegado el 2018, era claro que tenía una ventaja sobre sus contrincantes.

Durante los 18 años que intentó llegar a la presidencia su discurso no cambió. Siempre fue el mismo. El gobierno del pueblo, contra los corruptos y los conservadores. La sociedad, llena de enojo y, apelando a lo que se logró en el 2000 con el voto de castigo, se optó porque AMLO fuera presidente de México del periodo 2018-2024.

Pese a que durante los 18 años de intentar ser presidente nunca dejó de ser un personaje en contra del régimen que estuviera en el poder, y de ser un férreo contrincante nunca dejó entrever su verdadera forma de ser como la ha hecho ahora que está en la silla presidencial. Su forma de ser y sus decisiones políticas recuerdan a los caudillos mexicanos del antiguo PRI. Personas que tenían un gran carisma, un liderazgo innato y que contaban más allá de las armas, con el poder la gente; estaba cobijado. Sus rasgos paternalistas, tal y como el “tata” Cárdenas lograron que la población de México confiara en él.

Pero a pesar de contar con números arrolladores en la elección y con un respaldo abrumador en las encuestas de aceptación, sus políticas suenan, tal y como su forma de ser, de los años cincuenta o setenta. Lo anterior ha mermado la popularidad y aceptación del caudillo AMLO. Aunque, es muy posible que sea lo necesario en el país, o más bien, lo que se quiera.

El nuevo caudillismo y los nuevos cacicazgos

¿Es posible revisitar el concepto de caudillo desde la actualidad? Existen alrededor del mundo, nuevos caudillismos que distan del que profesa AMLO. Los ejemplos podrían ser Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong-Un. Pero ¿Por qué aventurarnos a desarrollar un nuevo concepto de caudillismo? Quizás, las redes sociales sean la explicación; junto con la imperante necesidad del ser humano de personalizar el poder y la política. La sociedad y la política son cambiantes pero parece ser que se mantienen. 

Otra característica de los nuevos caudillismos es una figura paternalista no aceptada. Es decir, las sociedades los observan como líderes carismáticos, pero sobre todo, lideres preparados y capaces de desarrollar sus funciones tal y como las personas lo esperan. Empero a lo anterior, ellos mismos no se asumen de esa manera, no lo dicen. Ellos mismo saben que la gente los ve así. Una vez más, cabe resaltar que son personas realmente preparadas con carreras, maestrías y, en algunos casos, doctorados.

Mencionado lo anterior, podríamos definir al nuevo caudillismo como: El/La líder carismática, en la cual las redes sociales y medios de comunicación hacen que sobresalga del gobierno por su forma de ser, su preparación y esa aura paternalista que ellos mismos no aceptan y que muchas veces, los medios y la sociedad no se percatan de ello pero sobre todo y como característica no dicha en ninguna definición pero sí observada, aparecen en momentos de incertidumbre, de necesidad.

Como podemos observar, la definición aquí planteada dista de otras dadas en las cuales, más allá de las características personales, siempre se resaltaba el aspecto militar. Existe en la política mexicana pocos personajes con las características mencionadas. Sin embargo, algunos de ellos siguen al acecho de lo que pueda suceder y más aún, cuando, muchos de estos personajes, no puedan, siquiera, aspirar a ser caudillos; de ellos es el mundo de los cacicazgos mexicanos.