Nicolás Romero, Estado de México.- Como cada año grupos de vecinos de San Francisco Magú, comunidad indígena que se encuentra al norte del municipio de Nicolás Romero, acudieron al cerro Las Cruces o cerro de las Acaparrosas, en Tepotzotlán, donde realizaron rituales ancestrales pidiendo lluvias a Tláloc (dé ndëhë en otomí), tradición que realizan desde hace muchos años.
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El cerro de las Cruces se encuentra del lado del municipio vecino de Tepotzotlán, es un cerro considerado por los habitantes de las comunidades de ambas localidades como sagrado, tiene una altitud de más de 2,500 metros sobre el nivel del mar, y desde lo alto se aprecia gran parte del Valle de México.
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Mariana explica que es una tradición de cada año. “Acudimos en grupos, muchos de ellos van por primera vez, se van incorporando en las marchas desde san Francisco Magú, y al llegar a la parte alta como parte del ritual, si son de primera vez los reciben con coronas de flores. Así es la tradición”.
Las personas caminan desde Magú hasta lo más alto de la Sierra de Tepotzotlán, a donde llevan cargando las cruces para pedir agua y buenas cosechas en esta temporada, las cuales portan diferentes personas cada año, porque así es la tradición. Los cánticos se escucharon, nuevamente se prendió el incienso en el ascenso al cerro de la Alcaparrosa.
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La unidad de pueblos para pedir que llueva
Las Cruces-Tláloc o dé ndëhë forman parte de la cultura otomí, según explica Mariana Rosas, quien detalló que van adornadas de verde al frente y vestidas con diferentes flores, y a la izquierda se coloca la Cruz del Señor de la Pasión, que es el dueño del aire (ndahi), cuya fiesta se celebra durante el carnaval.
Es el sincretismo que se da en esta comunidad, lo que une a los pueblos de Tepotzotlán y de San Francisco Magú, en las tradiciones y la vecindad, pero también en la defensa de sus bosques, ya que se dice que sus ancestros estaban unidos en un sólo pueblo desde tiempos inmemorables.
Se trata de rescatar las tradiciones, pero además cumplir con un mandamiento de los otomíes fundadores de ambos pueblos, mientras haya interés en participar en estas acciones, la cultura otomí perdurará, explicó.
Además de su contenido religioso, para los otomíes la Santa Cruz es considerada entre sociedades étnicas y campesinas, como una deidad del agua cuyo simbolismo demarca las diversas estrategias para el control del clima, petición de lluvia e incentivar la buena cosecha.
VGB