A Jorge Romero Mendoza le gustaría que la Unidad Infonavit Iztacalco volviera a tener el lago artificial que tenía a mediados de los años 70 y la hacía ver como un verdadero paraíso. Pero luego de un sismo se secó, debido a una fractura en el suelo que ya hacía muy difícil y costoso su mantenimiento. Ahora, en su lugar hay un parque.
“Lo peor que podías encontrar en otros lados de la ciudad aquí lo encontrabas. Es una especie de pequeña Babilonia, donde todo mundo quiere lo mismo, pero habla diferente idioma”, asegura el vecino de la unidad, entrevistado por La Silla Rota.
En lo que era el embarcadero del lago, ahora hay un centro de atención a personas de la tercera edad. Al lado de lo que estaba lleno de agua y navegaban unas lanchitas, hay un espacio con un domo pero que carece de techo. Metros más adelante hay una fuente sin agua, inaugurada en años recientes por la alcaldía. Ambas obras representan las migajas de recursos que distintas administraciones le han destinado a la unidad, pero que los vecinos califican como de relumbrón e inútiles.
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Romero, quien vive en el conjunto llamado Aguamiel, es uno de los vecinos que se ha dado a la tarea de recuperar la grandeza de la unidad, inaugurada durante el sexenio de Luis Echeverría y en la cual trabajaron algunos de los más grandes arquitectos de la época, como fueron Imanol Ordorika, Mariano Benito Alaruce, Francisco Serrano y José Nava Requesens.
Buscan recuperar espacios
La unidad –que está franqueada por Churubusco, Eje 3 Oriente Francisco del Paso, Canal de Tezontle y Canal de Apatlaco– cumplirá (en 2023) medio siglo de haber comenzado a construirse, por ello, vecinos como Jorge Romero, Mario Mostro y Erica Hidalgo, entre otros, planean hacer un corredor cultural con distintos grafitis como parte de los festejos.
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Otra meta es recuperar la biblioteca Carmen Serdán, que ahora luce cerrada y triste dentro de una plazoleta tomada por una lideresa que viene de la época del PRI. También buscan que el Centro Social, del cual se adueñó la alcaldía Iztacalco, regrese a ser manejado por vecinos de la unidad.
Por su parte, Mario Mostro añade que no se trata del único espacio tomado. Aledaño a Churubusco hay unos locales comerciales, asentados en terrenos originalmente de la unidad y que nadie sabe quién vendió y quién se quedó con los beneficios económicos. Una situación similar ocurre en un terreno al lado del Eje 3.
Su intención es también difundir que ahí se encuentran edificios diseñados por el mismo arquitecto que años después diseñó la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe. De hecho, hay pasillos y edificios que recuerdan a la Ibero, con sus bloques y sus ladrillos rojos. Pero en la unidad hay además de departamentos, casas, algunas con techos inclinados a 45 grados, pues el gobierno echeverrista planeaba ahí, hace casi cinco décadas, poner celdas solares.
Pero como ocurre con muchos proyectos políticos o en este caso urbanísticos, apenas acaba un sexenio, todo se olvida. La unidad desde entonces ha vivido momentos de olvido y su nombre solo sale a relucir por el lago seco, los sismos o la inseguridad, pero es historia viva de la Ciudad de México.
Era hermosa, ahora predomina la inseguridad
Mario Mostro –ese es su nombre que usa como promotor cultural– guía a La Silla Rota por la unidad, sus pasos estrechos, sus cajones de estacionamientos rodeados de jaulas y algunos de los cuales encierran carcachas, cubetas, cajas, libros, muebles y hasta material de reparación y herramientas.
En varias de las paredes de los edificios departamentales hay pintados grafitis o esbozos de ellos, en algunos simplemente firmas. El recorrido permite ver algunas banquetas levantadas y espacios con basura acumulada. Durante el recorrido Mario se encuentra con tres vecinas que lo saludan sonrientes y comparten lo que ha sido vivir ahí y qué les gustaría que se resolviera.
Leticia García es una de ellas. Llegó a la unidad hace 47 años, en 1975, lapso que ve distante no sólo por el tiempo transcurrido, sino por lo diferente que era.
“Donde llegué estaba solo, solo había dos edificios, estaban remodelando los acabados”.
El departamento al que llegó y donde actualmente vive, en Sirenas 28, fue adquirido por su esposo, mediante un crédito tramitado por la empresa en la que trabajaba.
“Había muchas ventajas de vivir ahí pero ahora predomina la inseguridad, hay mucha basura acumulada. Ya no es la unidad de antes, que estaba hermosa cuando llegamos aquí”, compara.
Falta mantenimiento
Otra de las vecinas es María de la Luz Rico. Llegó en el mismo año que Leticia García, aunque cuando tenía 12 años. En su caso, llegó a una casa sola, adquirida por su papá y eso es lo que le gusta, además de ubicarse cerca del Centro y del norte y del sur de la ciudad.
Entre las ventajas de vivir en la unidad enlista que el agua no les falta. En contraste, el mantenimiento a las instalaciones eléctricas, a las banquetas y los esfuerzos para que haya menos basura en la calle y abatir la inseguridad son insuficientes. No todos los vecinos le entran, aunque sea para mejorar la unidad.
Entre sus recuerdos más preciados está el lago artificial. “Estaba padrísimo, se podía remar, había patos, no había tanta gente, estaba todo seguro, jugábamos afuera hasta las 2 de la mañana y regresábamos caminando, eso es lo que más extraño, no había tanta gente”.
"No tenemos educación"
Dolores Baldovinos es otra vecina, también habitante con su esposo, de una casa dentro de la unidad desde 1975. Al llegar a habitarla, le gustaba lo mismo que la zona.
“Eran preciosos, pero al paso de los años muchos de los problemas actuales son generados por los que vivimos acá, no tenemos educación. Tenemos buen servicio de basura, están los carritos que pasan y en esos macetones las personas que pasan en sus coches dejan bolsas de basura”, critica.
La apropiación de espacios compartidos o el cierre de algunos pasos, como en Cordilleras, han causado molestias, agrega.
“Ahora hay que dar la vuelta, asaltan allá y por aquí se pasan. La alcaldía no nos apoya en esto, las jaulas tan feas no deberían estar así por la oscuridad que ahí hay”.
Reconoce que la Procuraduría Social se ha acercado durante los últimos meses para tratar de escuchar sus problemas y espera les ayude a impedir el mal uso del espacio público.
Inseguridad
Jorge Romero, junto con otros vecinos han buscado abatir la delincuencia que hace seis años se adueñó de algunos espacios comunes. Precisamente en la plaza de Aguamiel, que comparten tres edificios, la venta de drogas ocurría a toda hora, había asaltos e incluso se registró la muerte violenta de un adolescente de 17 años.
“Es una especie de pequeña Babilonia, donde todo mundo quiere lo mismo, pero habla diferente idioma, que es la violencia, el alcoholismo, la droga, la violencia intrafamiliar. A la gente no le gusta que le digas cómo vivir, pero cuando vives en conjunto debes encontrar una armonía para poder llevarlo sin problemas con los demás porque lo que la gente quiere es llegar a su hogar y estar en paz”.
Era tan grave la situación que los rateros ya ni siquiera pedían los objetos a robar, sino que simplemente golpeaban o agredían a sus víctimas con algún arma punzocortante, como le ocurrió a una joven, que salvó la vida de milagro, luego de ser picada cerca del corazón, recuerda.
Llegó un momento donde los vecinos se cansaron de los delincuentes y de la falta de atención de las autoridades y pasó lo que ocurre en otros lugares con los mismos problemas. Tomaron justicia por propia mano y cuando detuvieron a los delincuentes, los golpearon sin esperar a la autoridad.
“La inseguridad bajó, pero no fueron la policía ni los programas sociales, fueron los vecinos”, asegura.
Eso los llevó a organizarse mejor para evitar una tragedia, pero sin renunciar a su seguridad. Con silbatos, mediante mensajes en WhatsApp cuando había una emergencia, llamaban a los vecinos que organizados perdieron el miedo, y detenían a los que intentaban robar o acosar. De cuatro asaltos a la semana, comenzaron a bajar a uno al mes.
Después llegó la pandemia de la covid-19 y para los vecinos organizados representó una oportunidad. En la unidad, donde viven alrededor de 21 mil personas, de los cuales Romero calcula que la tercera parte son adultos mayores, durante la emergencia sanitaria algunos de ellos estuvieron aislados, incluso algunos murieron.
Al saber eso, vecinos de distintos edificios se organizaron para llevarles comida y estar al pendiente de ellos. Los grupos también sirvieron para conocer de primera mano lo que fallaba en otros bloques de departamentos.
Encontraron que había molestia por los accesos obstaculizados por vecinos que se adueñan de espacios públicos verdes, cajones de estacionamiento enrejados que a veces ni siquiera eran usados para guardar el auto, sino como bodega de cachivaches, o incluso ya como mini vivienda, o las modificaciones a la estructura original para poner un cuarto de más, que aumenta el peso sobre las columnas, o paredes que rompen el conjunto del concepto arquitectónico.
Apenas el 17 de abril de este año se registró un incendio, provocado en un cajón de estacionamiento adaptado como bodega donde había pinturas para autos. El sitio ya había sido, pero no les hicieron caso. En septiembre se registró un incendio más en otros cajones enrejados. En ambos casos los bomberos tardaron en llegar, debido a vallas o cadenas que algunas personas colocan en la calle para evitar el paso de vehículos o de personas que no son vecinos.
Problemas y descuido
A ello se suman personas que al sacar a sus perros no limpian sus excrementos, o quienes dejan basura abandonada en cualquier esquina de la unidad. Esos forman parte de los problemas causados por los habitantes.
Pero también hay descuido en algunas partes de la enorme unidad. En el centro comercial, donde hay una sucursal de Liconsa, atrás está lleno de rayones y hasta hay lodo. Cerca de ahí los vecinos abrieron el piso para evitar inundaciones, ya que el sitio había sido agarrado de tiradero, dice por su parte Mario Mostro.
Precisamente la plaza comercial se encuentra tomada por un grupo político que primero formó parte del PRI, luego del PRD, han pasado hasta por el Partido Verde Ecologista de México y ahora están en Morena. Ha cambiado su camiseta política, pero no ha devuelto el espacio, agrega el también difusor cultural.
Es el Mostro quien asegura que realizar trámites para tratar de llevar obras o hacer actos culturales se complica porque los grupos políticos condicionan los apoyos o azuzan a vecinos de diferentes conjuntos para que no se unan a los de otros.
Otros problemas son la falta de iluminación en las zonas más estrechas del conjunto con calles de nombres nacionalistas y alusivos a la naturaleza como Maguey, Peyote, Aguamiel, Sabinas, Cordillera, Raíz de Agua y Hoja de Árbol, entre otros.
El festejo
Respecto al festejo de los 50 años, Mario recuerda que cuando pidieron apoyo en la alcaldía, ni siquiera sabían del aniversario y no les han ofrecido apoyo. Acudieron además a la Secretaría de Cultura capitalina donde primero les dijeron que sí los apoyarían y luego se echaron para atrás.
De todos modos, ellos tienen planeado pintar un corredor cultural y difundir la unidad habitacional. La idea es que los vecinos se den cuenta donde están viviendo, adelanta Romero.
“Es importante arquitectónica y urbanísticamente, pero ahora hay espacios apropiados, destruidos, mal cuidados. Si hay personas que les interesa solo lo económico, que vean el valor que tienen los edificios. Que aprecien donde viven, sus corredores, sus parques, que se convierta en parque suyo y cómo al apropiárselo mal, no tiene más sino menor valor”.
Su intención es también difundir el valor de la obra arquitectónica y no que se conozca por casos como los recientes incendios, de violencia o inseguridad o por el lago que se secó.
Incluso, en Aguamiel, donde su plaza limpia, de adoquín y limpia es una de las más cuidadas y parece una postal setentera, ha habido algunos influencers que han ido a grabar videos. No lo hacen gratis. A cambio retribuyen a la comunidad para que arregle los pasillos o pinte las paredes que hace un par de años lucían rayoneadas, afirma Romero.
Recelo político
Pero eso ha causado el recelo de grupos políticos enquistados en la unidad. Su reacción ha sido tratar de denostar esos esfuerzos vecinales, cuestionando el destino del dinero y evitando sumarse a dichas iniciativas, aunque sea en beneficio de ellos mismos.
También actores políticos como la alcaldía o algunos diputados, a cambio de participar en eventos, lo primero que preguntan es cuántas personas van a participar. Solo buscan el interés electoral, lamenta.
Ara el aniversario, la alcaldía ha ofrecido ciertos apoyos someros, condicionado a que se vea en votos y por eso mucho trabajo de la administración de la demarcación ha sido a medias.
“Eso es mediocre. En la zona del lago se hizo un espejo de agua que únicamente funcionó el día que se inauguró, no volvieron a prender la bomba del agua y le invirtieron millones de pesos”, afirma.
De parte del gobierno central han recibido más apoyos, pero insuficientes. Recuerda que la unidad da enormes beneficios a la ciudad, como el paso por sus calles, el cual es muy útil en los conciertos, ya que ahí está cerca el Palacio de los Deportes.
“Si los beneficios que proporciona la unidad los tomaran en cuenta ellos mismos –las autoridades– la cuidarían más”, concluye.