TULA DE ALLENDE. - La noche del 6 de septiembre del 2021, María Teresa miraba la televisión, mientras se alistaba para dormir. No alcanzó a meterse a la cama porque fue alertada; la lluvia no cesaba y la creciente del río Tula ya era un peligro. En un par de horas calles y casas quedaron inundadas por un furioso río de aguas negras, que dejó 16 muertos y unas 70,000 mil personas damnificadas.
A dos años de aquella tragedia, que no respetó nada a su paso, María Teresa Pérez Melgarejo platica; “estamos peor que antes”, las aguas negras no solo acabaron con nuestro patrimonio, también ha ido mermando “de poco a poco nuestra salud física, mental y emocional”.
María Teresa y su mamá, María Esther, perdieron todas sus pertenencias, incluso, las aguas negras carcomieron hasta una pared de su casa.
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Ella adquirió un agresivo hongo en los pies, mientras que su mamá fue diagnosticada con una neuropatía del trigémino, debido al estrés que le genera vivir a 5 metros del río Tula.
A la tragedia de las familias en Tula se añade que no tienen un hospital cerca para atenderse, pues la clínica 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ubicada en el centro de este municipio, quedó inoperable tras la inundación.
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Un recuerdo permanente
María Teresa recuerda esa noche así: “Una amiga me llamó para decirme que tuviera mucho cuidado ya que el caudal del río Tula estaba subiendo muy rápido. Al asomarme, me percato que el agua estaba al ras del drenaje. Pasaron unos minutos y el agua comenzó a aumentar terriblemente, me tuve que salir de la casa y el agua ya me llegaba hasta la rodilla. Afortunadamente, mi mamá (una mujer de la tercera edad), no se encontraba conmigo”.
María Teresa se trasladó a la casa de dos tías que viven cerca del jardín principal de Tula, pensando que la creciente del río no llegaría hasta allá, pero no fue así, ella y sus tías que tienen 70 y 80 años de edad permanecieron dos días en el segundo piso de la vivienda hasta que fueron rescatadas por una lancha.
Cuando fueron rescatadas, la lancha en la que viajaban se volteó por la fuerte corriente del agua que las arrastró. Sin embargo, fue gracias a la valentía y reacción de unos socorristas y voluntarios que las rescataron y pusieron a salvo.
“Eso bastó para que se me pegara un hongo en los pies, uno de los más agresivos y difícil de quitar. Hasta la fecha estoy tomando medicamento, y luego soy diabética. A simple vista no se ve, pero los síntomas que tengo es que se me empiezan a poner blancas mis uñas y sale pus y se caen, dolor no tengo”, dijo María Teresa, quien también es integrante del colectivo Todos Somos Tula, el cual surgió a raíz de las inundaciones.
Perdieron los servicios de salud
Ella se atiende en el seguro social. Ahí únicamente le han dado itraconazol para sobrellevar el hogo en las uñas de sus pies. Pero, en el caso de su mamá, el padecimiento ha sido más complejo, pues, dice, presenta un dolor terrible en la cabeza.
“Yo sólo quiero que pongan el seguro social cerca, aquí en Tula, pues yo me pongo mal en la noche del trigémino y no sé a dónde ir… se me infla el nervio y es un herpes, también, por la contaminación y el estrés”, comenta la señora María Esther, quien explica que esta enfermedad surgió de la exposición a las aguas negras.
El trigémino es un nervio que conecta los nervios nervio olfativo, maxilar y mandibular, que al inflamarse provoca dolor en severo agudo que se puede extender a la nunca o las orejas. Para tratar esta enfermedad, María Esther ha sido atendida con médicos particulares, quienes han cobrado hasta 3 mil pesos.
Derivado del estrés de haberlo perdido todo, la adulta mayor estuvo dos meses en cama debido a que fue diagnosticada con esta neuropatía, una afección que provoca sensaciones dolorosas similares a una descarga eléctrica en un lado de la cara.
Esa inundación dejó afectaciones en alrededor de 30 mil viviendas, mil 700 negocios comerciales, miles de hectáreas de cultivo y más de 70 mil damnificados en Tlaxcoapan, Tula de Allende, Ixmiquilpan, Tezontepec de Aldama, Chilcuautla, Tasquillo, Tlahuelilpan, Tepeji del Río de Ocampo y Mixquiahuala de Juárez.
Nadie duerme
“Cuando llueve en el Valle de México a nosotros también nos llueve… pero la incertidumbre y angustia, pues hay que estar despiertos hasta la madrugada, checando si sube el río o checando los grupos de WhatsApp, las notificaciones… es un desgaste físico, mental y emocional que nos afecta la salud. Sé que hay vecinos que toman medicinas para dormir pues están alertas del río. Emocionalmente estamos mal”, comenta María Teresa.
Lo que les queda es esperar a que bajen los niveles de las aguas para así poder dormir un poco. Lo más que ha subido en las últimas semanas son 188 metros cúbicos, es decir, el agua ha rosado nuevamente el drenaje de la vivienda.
El agua tóxica desintegró su vitrina
El 6 de septiembre el agua llegó hasta el segundo piso de la casa de María Teresa, perdió todo el patrimonio que con años, esfuerzo y sacrificio construyó junto con su mamá. No quedó más que tirarlo todo. Ellas como otros damnificados perdieron todas sus pertenencias, como lo documentó LSR Hidalgo en el reportaje finalista de la SIP Tula: "50 años de trabajo bajo el agua"
“No me quedé ni si quiera con una cuchara, pues todo se infectó, ya que estuvieron cuatro días bajo el agua contaminada. En dinero, calculo que perdimos un aproximado de 400 mil pesos de todo lo que teníamos, el apoyo que nos dieron de gobierno fue de sólo 10 mil pesos. Lo único que me alcanzó fue para que destaparan el drenaje de mi casa, que quedó colapsado”, contó.
De manera específica, recuerda que algo impactante que le tocó ver fue la vitrina de madera de su casa totalmente desintegrada debido a los altos contaminantes corrosivos del agua que inundó su casa; incluso, era tanta la toxicidad que en algunas paredes “se comió ladrillos y hasta se veían las varillas”.
“Todo lo que tengo es regalado”
Con ayuda de familiares, amigos y personas de buen corazón, fue que poco a poco comenzó a rehabilitar su vivienda y tener nuevamente muebles, electrodomésticos, ropa y demás enseres del hogar.
“Todo lo que tengo es regalado por parte de mis hermanos, incluso gente que nos conoce y hasta hubo un licenciado que nos apoyó y nos regaló algunas cosas… estoy agradecida por toda la gente que nos apoyó. Ha sido muy difícil”, expresó.
En los primeros meses de la tragedia, les enviaban despensas. Sin embargo, poco a poco las autoridades fueron olvidando estos apoyos, pese a lo difícil que es levantarse después de haberlo perdido todo; por ello afirma “estamos peor que antes”.
Para salir adelante, actualmente, María Teresa y su mamá elaboran paletas de hielo caceras, las cuales venden en una tienda. Sin embargo, estos ingresos resultan insuficiente; a esto se suma la inseguridad que se vive en esta zona, la cual presenta problemas de robo de combustible, venta de narcóticos y robos.
¿Por qué no se salen de ahí?
Esa es una pregunta recurrente que le han hecho muchas personas, la cual siempre es respondida de la siguiente forma: “si yo pudiera o tuviera las posibilidades, créame que ya me hubiera ido de aquí, pero no es fácil”.
Desde que tenía ocho años vive en esa casa, cerca del río, “aquí nos vendieron y no estoy de aviadora, no llegamos a invadir nada porque me cobran predial y pago impuestos, pago agua potable y estoy al corriente de todo”, agregó.
¡Ya no manden mucha agua!
A dos años de la tragedia se han reunido 32 veces con autoridades municipales, estatales y federales. En estas reuniones, un reclamo reiterado es “ya no nos manden la cantidad de agua que piensan mandar, pues como ven están revistiendo la zona ribereña del río, eso quiere decir que piensan enviar más volúmenes de agua”.
Además, creen que los materiales con el que revisten el río es de mala calidad ya que, “no hace falta ser experto para darse cuenta de que pues está mal; una persona nos comentó que el cemento que están ocupando es para hacer macetas, pues se empieza a desgastar fácilmente, y lo hemos visto en algunas zonas por toda la toxicidad que trae el río”.
Habitantes que integran el colectivo Todos Somos Tula se han dado a la tarea de investigar, y con estudios en mano, han demostrado que debido a la contaminación se han disparado los casos de cáncer entre la población.
“No sé qué intereses hay de por medio, o por qué ese afán de que se inunde Tula, si el problema del agua está en la Ciudad de México y en el Estado de México. Sabrá Dios qué habrá detrás de todo esto, no somos ciudadanos de tercera”, dijo.
También, pide a las autoridades de la CDMX y Edomex que pongan plantas tratadoras de agua, para aminorar las afectaciones ambientales, pues con esta agua se riegan los cultivos de hortalizas en el Valle del Mezquital, de donde salen las legumbres que se venden en todo el país.
Cabe señalar que, a mediados de agosto, talaron todos los árboles de la zona ribereña para revestir el Río Tula. “Si eso nos va a garantizar que no nos vamos a inundar, pues que quite los árboles, pero si no, en balde será toda la tirada de árboles y vaya que nos ayudan, pues amortiguan mucho la contaminación”.
También, pide que se resarza el daño que les causaron, “supuestamente nos mandaron 35 mil pesos de apoyo, y solo nos dieron 10 mil pesos, en dónde quedaron los otros 25 mil pesos. Hay que recordar que el presidente municipal Manuel Hernández Badillo está detenido”, añadió.
Pide a los gobernantes y políticos “venirse a quedar a dormir una noche en nuestras casas para que sientan lo que nosotros sentimos… en la noche apesta bien feo y son olores muy fuertes. Nosotros ya estamos acostumbrados, tengo una compañera que dé repente se pone mal y vuelve el estómago. Nosotros ya nos curtimos y ya no sentimos tanto”.
sjl