Pachuca.— Dolores de cabeza, hinchazón en el cuerpo, dolores musculares, insomnio y pensamientos intrusivos fueron indicativos que llevaron a una docente universitaria a vivir una lucha encarnizada por más de cinco años contra el agotamiento crónico y la fatiga extrema, conocida también como Síndrome de Burnout.
“Yo pensaba que era normal vivir así, con preocupación y malestares físicos constantes. El pensar y sentir que desperdiciaba el tiempo al descansar, pasar tiempo con mi familia o amigos era recurrente, eran pequeñas cosas que dejé pasar y que poco a poco me llevaron a complicaciones severas de salud”, es la experiencia de una docente originaria de Apan, quien prefiere permanecer en anonimato, a fin de evitar represalias en su centro de trabajo.
Ella es académica en dos universidades en el municipio de Apan, su historia, aunque personal, refleja una realidad que afecta a muchos profesionales en diferentes campos, donde el precio del compromiso a menudo se traduce en sacrificios personales.
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La carga escolar y laboral, aunado al acoso y hostigamiento por superiores en la universidad la llevaron a vivir un colapso emocional y físico, que la mantuvo internada, bajo observación médica y recibiendo distintas terapias psicológicas que produjeron en ella una confrontación en su percepción de la vida y sus creencias.
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“Al principio normalicé los malestares, cuando incrementó el cansancio, los dolores musculares, de huesos y la hinchazón, me hice varios estudios, pero todo salía normal, no había razón médica para justificar lo que sentía, ahí se señaló que una causa podría ser el estrés, puntualmente por los niveles de cortisol.
“En adelante identifiqué que pese a cumplir en tiempo y forma con mi trabajo en una de las universidades mi entonces superior no estaban satisfecha con los resultados. Todo el tiempo me vigilaba y cuestionaba cada decisión que tomaba y eso hacía que dudara de mí y mis capacidades, eso se fue intensificando hasta llegar a reflejarse en una cuestión de salud, por niveles elevados de presión arterial estuve internada, medicada por más de seis meses y recibiendo terapias psicológicas. Cuando se me dio de alta la doctora me advirtió que de continuar con ese nivel de estrés corría el riesgo de sufrir un derrame cerebral”.
Asegura que el proceso ha sido largo, más de cinco años, tiempo en el que ha recurrido a distintos psicólogos, terapeutas y métodos espirituales para identificar los detonantes a sus crisis de estrés y así hacer cambios en sus hábitos que permitieran un control de sus emociones.
“Desde mi vocabulario identifiqué el ‘tengo y debo hacer las cosas perfectamente’, ahora comprendo que no es así, no tengo que ser la mejor en todo, ni es mi deber cumplir expectativas de otros, así comenzó mi proceso de sanación, el descubrir que así como soy capaz de esforzarme en mi trabajo puedo darme tiempo para mí, bajando los niveles de exigencia”.
Disminuir su carga de trabajo, encontrar un propósito de vida más personal y no profesional, así como descubrir aquellas situaciones, cosas o personas que la hacen feliz le permitieron reducir los niveles de alerta y acallar los pensamientos intrusivos.
“El poder de la mente es muy grande, mi caso no es tan grave quizás en comparación a otros que los llevan a la depresión y medicaciones más prolongadas y específica. Mis crisis han disminuido, ahora comprendo que un pensamiento me trae una emoción y una emoción una reacción, hice cambios en mi rutina y alimentación, y recurro mucho a mi red de apoyo: familia, mi pareja y amigos”.
Estrés: tema de investigación en entorno laboral y escolar
Su experiencia y el identificar en su entorno casos similares la motivaron a plantear el Síndrome Bournout como un tema de estudio académico con el objetivo de reconocerlo en los distintos ámbitos laborales para establecer estrategias que puedan implementar instituciones y empresas para el bienestar de los trabajadores.
“Ahora trabajo con un estudio cuantitativo para identificar entre docentes de la universidad, quienes padecen el síndrome y la manera en que impacta en los alumnos universitarios. Algo relevante en este trabajo es que el Síndrome Burnout es más común de lo que consideramos, tal y como su nombre lo indica, refleja un agotamiento que es prolongado, con efectos emocionales y físicos que lleva a afectaciones en el ámbito familiar y social”.
La docente señala que el estrés puede ser parte de un ejercicio laboral a nivel escolar o profesional, no obstante, la prolongación de este lleva a afectaciones graves y a temprana edad, por lo que las empresas deben contar con herramientas que permitan reducir estas condiciones de agotamiento y presión.
“Muchas instituciones hacen de lado la norma 035, que tiene que ver con los factores de riesgo psicosocial, en donde se habla del estrés, pero se aplica a modo y no se toma en serio que las personas vivimos con estrés ya no solo laboral, sino también por cuestiones familiares y económicas”.
“Yo invito a las personas a que interioricen, reconozcan sus emociones y que busquen apoyo con profesionales. Una persona en paz consigo misma, que busca su propio desarrollo en equilibro con su vida social, familiar y laboral es más productiva. Sí, el trabajo permite contar una estabilidad económica, pero no acosta de la salud, nada es tan importante como el vivir feliz y en paz”.
¿Qué es el Síndrome Burnout?
La psicóloga Alicia Briones Olvera, definió el Síndrome Burnout (síndrome del quemado) como el agotamiento derivado del desempeño laboral, que se presenta cuando las exigencias, el entorno o factores externos superan la capacidad de una persona para enfrentarlos, y a partir de una entrevista o evaluación CASIC se facilita determina si una persona tiene o no bournout.
En entrevista con los pacientes se analizan los aspectos cognitivos, afectivos, somáticos, interpersonales y conductuales, y en qué situaciones se afecta para poder hacer una intervención o recomendación; explicó que en el aspecto interpersonal se puede dificultar tener relaciones saludables o las personas se aíslan; en lo cognitivo no se controlan impulsos; en lo conductual las personas suelen dejar de comer o comen más, por la ansiedad; en lo somático los malestares se reflejan en enfermedades como colitis, gastritis y dolores de cabeza; y en lo cognitivo se presentan pensamientos de incapacidad.
“Los casos en consulta privada han incrementado hasta en un 40 por ciento, entre pacientes de 35 a 40 años, principalmente mujeres, por percibir una sobre carga de trabajo, y digo percibir porque es justo la característica del burnout, ya que a veces no es que se tengan muchas cosas por hacer, pero las perciben como demasiadas y no son capaces de afrontarlas”.
Los tratamientos, de acuerdo con Briones Olvera, va desde lo crónico, cuando ya se afecta a nivel somático o físico donde se canaliza con especialistas; y lo psicológico cuya recomendación es el cambio de hábitos: ejercicio, alimentación, buen descanso y técnicas de relajación, y el periodo mínimo es de seis meses.
La también titular del Departamento de Desarrollo Académico en ITESA, que coordina el área de Psicología y servicio médico en la universidad, informó que a nivel estudiantil los casos igualmente han incrementado un 70 por ciento en un periodo de seis meses, con alumnos desde los 17 a 21 años, igualmente por docentes.
“El área de psicología es un servicio que brindamos en ITESA a los estudiantes y se ha incrementado el número de consultas por crisis nerviosas por el estrés de presentar exámenes o entregar proyectos, pero tanto en consulta privada como con estudiantes, las personas recurren cuando ya no pueden dormir o porque ya tuvieron una consulta médica por algún malestar físico y no tienen nada”.
La psicóloga indicó que el momento oportuno para solicitar ayuda psicológica es cuando se identifican ya los síntomas físicos o emocionales, que la productividad es menor, cuando hay conflictos familiares, entre amigos, compañeros o de pareja.
sjl