Mineral del Chico.— Desde hace 30 años, Isabel Herrera Muñoz y sus siete hermanos recolectan los pétalos de 300 rosales sembrados en el jardín que les heredó su padre, guardan cada una de las flores para llevarlas al festejo más icónico del pueblo: la lluvia de pétalos, que ocurre al interior de la Iglesia de la Purísima Concepción, situada en el pueblo mágico de Mineral del Chico.
Cada Domingo Santo, el sacerdote y los feligreses de la comunidad organizan la lluvia de pétalos, una tradición que nació en 1870, de acuerdo con estimaciones del párroco Gelacio Ortega López, quien explicó que representa "la resurrección de cristo", aunque en los últimos años, dicha actividad ha trascendido el culto y se ha vuelto una costumbre cultural y turística.
El templo, situado en el centro del pueblo, se llena de pétalos de rosas que los habitantes tiran desde lo alto de la iglesia, para ello se requieren miles de hojas que recolectan los pobladores como Isabel.
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La tradición de la familia Herrera Muñoz comenzó hace tres décadas, cuando decidieron que cada pétalo que se caía de los rosales de colores rosa, rojo y blanco —que les heredó su papá Luis Herrera—, lo llevarían a la iglesia para el domingo de resurrección, una tradición que buscan transmitir a descendientes.
Este domingo 9 de abril no será la excepción, Isabel se levantará desde las 7 de la mañana y en canastos de mimbre recolectará la flor, la depositará en bolsas de plástico y la llevará a la iglesia de la Purísima Concepción, donde los feligreses hacen fila desde las nueve de la mañana para ingresar, aunque la misa comience a la 1 de la tarde.
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"La mayoría de las personas que viven aquí y que tienen un rosal o rosales, vienen con su bolsita y se forman para poder entrar con sus pétalos, ya es parte de la tradición".
Los invernaderos de la región también aportan su porción de pétalos que tiran desde la altura de la iglesia, aunque esta actividad esta reservada para los hombres que tienen más de 18 años.
"Somos ocho hermanos, ya casados, con hijos, sobrinos y quienes quieren, van a recolectar porque son muchas rosas, solo puros hombres pueden subir, mujeres no podemos".
Isabel recuerda que desde niña veía la lluvia de pétalos. Considera que hace unas dos décadas tomó conciencia de la tradición, hoy tiene 53 años de edad y cuenta que el Domingo Santo aunado a la lluvia de pétalos es una experiencia única.
"Recuerdo la lluvia de pétalos desde toda la vida, pero yo creo que desde hace como 20 años aproximadamente la viví, porque sentí la piel china, lloré de la emoción de sentir la alabanza, antes era como una diversión o como algo mágico y extraordinario, pero no lo había vivido como hace 20 años y desde entonces la sensación es la misma cada vez que venimos y escuchamos la alabanza, es otro mundo".
Aunque la actividad es representativa del día domingo, un día previo también hay lluvia de pétalos, pero la experiencia es distinta porque se realiza por la noche, con las luces apagadas, son leídos ocho pasajes y al tiempo que encienden las luces, caen los pétalos.
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