MIGRACIÓN

La travesía de Jesús: de pelear en Irak a ser fugitivo de Honduras y refugiarse en México

Como miles de migrantes centroamericanos, Jesús atravesó México entre extorsiones de delincuentes, policías y hasta los pobladores; huyó de Honduras después de que perteneció a un grupo milita en Irak

Escrito en HIDALGO el

Ciudad de México.— De la noche a la mañana, Jesús dejó todo en Honduras: su negocio, su familia, su vida; huyó para refugiarse en Guatemala, pero la persecución del expresidente Juan Orlando Hernández lo alcanzó hasta ese otro país y por eso llegó hasta México.

Jesús –nombre ficticio– formó parte de una unidad elite de fuerzas especiales en Honduras (milicia), fue integrante del primer escuadrón de operaciones especiales, una élite que se encargaba de operaciones clandestinas y trabajos de inteligencia que al terminar su labor en la guerra de Irak fue desintegrada y perseguida.

“Llegué a Guatemala, pero se dieron cuenta que estaba ahí y tuve que migrar a Tapachula”, recuerda.

Su ingreso a México fue más fácil que su trayecto de Tapachula a la Ciudad de México, tardó alrededor de dos años, fue víctima de asaltos, extorsiones, discriminación, sobornos, detenciones arbitrarias; asimismo, fue testigo de la corrupción que existe entre la autoridad migratoria, los habitantes del sur de México y el transporte público.

Recuerda que ingresó a México en balsa por el Río Suchiate –de ahí el sobrenombre de mojados– los recibió la Guardia Nacional y Migración, autoridades que les pidieron su primera “mordida”, sólo él les entregó 750 quetzales, que equivalen a 100 dólares y pudo continuar su camino.

Su idea era llegar a Tapachula y ahí solicitar asilo político, quedarse hasta que le dieran el documento y después trasladarse a la Ciudad de México, pero la respuesta a la solicitud tardó más de ocho meses y al final le dijeron que tenía que volver a iniciar el trámite.

Junto con otros migrantes rentaron con sobreprecio la habitación de un hotel, espacio en el que les ofrecieron transportarlos hasta Tapachula a cambio de 300 dólares, la distancia es de cerca de 45 minutos, pero en el trayecto se encuentran hasta cinco retenes migratorios.

“En caso que no te reportes (que no pagues) y no lleves clave, entonces te detienen, pero si das la clave te dejan pasar”, expresó.

A pocos minutos de llegar, Jesús fue detenido por Migración y trasladado a la cárcel que se llama Siglo XXI –exclusiva para migrantes– si bien, la ley dice que sólo te pueden tener detenido tres días y después de eso te deben deportar o darte un salvoconducto para que en 30 días abandones el país para Jesús no fue así.

“Me tuvieron preso 30 días de forma ilegal, porque no soy delincuente, no deben hacerlo, lo que pueden hacer es asegurarme, deportarme, o darme un documento para solicitar asilo, pero no me pueden tener más de tres días”, señaló.

La cárcel del Siglo XXI es una de sus peores experiencias, había cerca de 5,000 personas, hacinadas, viviendo en condiciones inhumanas, sin las medidas de protección sanitarias, con apenas 20 sanitarios y regaderas para los miles de personas que ahí se encuentran. “Te golpean, hay racismo, discriminación, te miran de menos, te tratan de una manera cruel”.

Bienvenidos a México | Foto: DW

Jesús lamenta que en el sur del país han encontrado el negocio con los migrantes, pues por el solo hecho de serlo, el precio de las habitaciones de hotel aumenta en un 300 a 400 por ciento. Además, que hay personas que se dedican a asaltarlos, o que les cobran un derecho por permitirles pasar por su propiedad.

Jesús lidera una caravana

Ya casi en una situación de calle y con la noticia de que debía reiniciar la solicitud de asilo, Jesús mira cómo inician las famosas caravanas migrantes en plena pandemia, ve cómo sale la primera y la detienen; sale un segundo grupo y lo mismo, incluso al intentar huir, se reportan tres muertos de ese grupo.

Atestigua cómo las autoridades migratorias de México comienzan a separar familias, parejas, padres de hijos, hay tortura, pero su condición de migrantes les impide hablar porque “nadie los escucha”.

Migrantes subiendo a un tráiler | Foto: DW 

Ante su desesperación, le surge la idea de liderar un tercer grupo de migrantes rumbo a la Ciudad de México, pero esta vez, él llama a la prensa, a las organizaciones de derechos humanos, incluso pide el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), para que les den acompañamiento.

La travesía comenzó a las 7:00 de la mañana, cerca de 1,500 migrantes caminaron durante 14 horas, hasta las 9:10 de la noche, hora en que llegaron a un poblado de nombre Huixtla; el hombre recuerda que durante el trayecto el asfalto alcanzó una temperatura de hasta 40 grados centígrados.

Con ampollas en los pies, mal comidos, lastimados, con llagas, hambre y sueño, arribaron a Huixtla; una vez que la prensa, los activistas y la ACNUR se retiraron para descansar, en la madrugada –cerca de las 4:00 de la mañana- fueron atacados y golpeados por la Guardia Nacional; los rodearon con equipo antimotines, los apalearon, y se dispersaron.

Gracias a que habían hecho un grupo de WhatsApp, los migrantes se volvieron a reagrupar, pero esta vez acordaron que no volverían a permitir que los maltrataran.

“Nos volvimos a organizar un buen grupo, salimos y emprendimos el camino y dijimos que si nos atacaban nos íbamos a defender, porque no se comparan las condiciones de un equipo táctico, bien comido, bien dormido, con el de los migrantes”.

Jesús está consciente que México no es su país, “y no tenemos derecho a exigir”, pero aseguró que la mayoría solo va de paso; así que, a la siguiente vez que fueron atacados, las piedras, los palos fueron sus armas de defensa en contra de la Guardia Nacional.

“Nos superaban uno por ocho, estuvimos en una montaña, escondidos; nos refugiamos en una iglesia donde me curaron los pies, y después seguimos el camino un venezolano, una salvadoreña, una hondureña y yo. Y como era de esperarse sufrimos asalto tras asalto, ya hasta le pierdes miedo a los asaltantes, ya sabes que sólo es una cuota, en ese trayecto fuimos víctimas de cuatro o cinco asaltos”.

Jesús sabe que para viajar como migrante no se debe guardar ningún registro de comunicación con nadie, pues puede ser mal utilizado por la delincuencia. Se toparon con otro grupo que les quitaron sus teléfonos en busca de algún rastro, y justo cuando revisaban su móvil, entró una llamada de su madre desde Estados Unidos, lo separaron del grupo, pero a lo lejos vio a la Guardia Nacional e hicieron ruido para llamar su atención, cuando se acercó lo que hizo fue llevarse al grupo de extorsionadores.

Caravana Migrante | Foto: BBC

Tras una larga travesía llegó a Ixtepec, declarado como lugar de paz, ahí les dijeron que interpusieran una denuncia ante la Fiscalía de Protección a Migrantes y fue a raíz de eso que le dieron una visa humanitaria por un plazo de un año.

Entró a trabajar a un autolavado donde laboraba 12 horas y le pagaban 100 pesos y le daban un tiempo de comida. Finalmente, le entregan la visa y sale rumbo a la Ciudad de México. Al ver el metro supo que ya estaba en la capital y considera ese fue el segundo día más feliz de su vida; el primero fue cuando regresó de la guerra.

“Salí de Ixtepec, entré a México, me desperté y empecé a ver las calles, y eran como las 7:00 u 8:00 de la mañana, empecé a ver el cablebús y vi el metro y dije alaver ya estoy acá, casi lloro de la alegría, era un 25 de noviembre de 2021”, mencionó.

En la Ciudad de México llegó a un refugio, de ahí se salió para trabajar como vendedor de una compañía de telecomunicaciones, aún sigue en espera de la respuesta de su segunda solicitud de asilo, confía en que el próximo mes lo obtendrá y cuando así sea cumplirá las promesas que hizo.

A pesar de no ser católico, hoy tiene fe en la Virgen de Guadalupe. “Llevo casi cuatro años esperando el momento y todos los días pienso en eso. Hice promesas, recuerdo que estaba en una iglesia y una persona me dijo que le rezara a la virgen y me dijo que las cosas se iban a arreglar, el día que le recé pasó algo muy decisivo y desde entonces cargo un escapulario de la virgen y le tengo fe”.

Migrantes montados en la bestia | Foto: Movimiento Migrante Mesoamericano - Handout Agencia Anadolu

Jesús es un hombre de 43 años, actualmente es tatuador, y considera que vino a México no a dar guerra, sino a producir. Asegura que el día que lo acepten, además de “volverse loco, iré de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) a la Basílica caminando, porque le voy a enseñar a la Virgen mi papel”.

Después dará ayuda a migrantes, ofrecerá tatuajes a cambio de un kit de alimentos o ropa, “les voy a llevar comida, calcetines, hay persona que han aguantado calor, frío, hambre, sed y no tienen ropa, zapatos y no porque no puedan tenerlo, sino porque no pueden entrar a un pueblo y comprar, o porque les han quitado todo”.

sjl