OPINIÓN

La desgracia naranja de Nuevo León

El pujante estado de Nuevo León jamás había experimentado tanta locura e irresponsabilidad por parte de un titular del ejecutivo del estado

Escrito en GUANAJUATO el

Qué difícil es construir éxito y fama, qué fácil y rápido es destruir la buena reputación de lo ganado por el paso del tiempo. ¿No cree?

El maravilloso, próspero y grande estado de Nuevo León, siempre ha sido un referente de trabajo, prosperidad y ejemplo nacional en la vida económica, social, cultural, educativa, deportiva y política de México.

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Siempre en los primeros tres lugares de estados de la República, peleando palmo a palmo con Jalisco y la CDMX el poderío y supremacía en todos los ámbitos de la vida nacional, aún con todos los grandes problemas endémicos que enfrenta el país entero, me refiero, a la inseguridad, pobreza, desigualdad, corrupción y malos gobiernos.

Sin embargo, el pujante estado de Nuevo León jamás había experimentado tanta locura e irresponsabilidad por parte de un titular del ejecutivo del estado. Conste, que, tan sólo hace unos años, me refiero a la administración pasada, estuvo muy cerca del abismo político, iniciando ahí en ese momento, el deterioro de sus instituciones.  

De la mano de otro “locuaz” funcionario estatal, el entonces gobernador del estado, Jaime Rodríguez Calderón, conocido popularmente como el “Bronco”, la entidad experimentó un episodio de transformismo político de un personaje emanado del PRI y al romper con dicho partido, se lanza en búsqueda de una candidatura ciudadana, alcanzando la victoria y los reflectores nacionales vuelven a brillar en la entidad del norte.

El triste final del personaje en cuestión es de todos conocido de la mano de su gran verdugo, el actual gobernador Samuel García, que lo refundió en la cárcel ante el escarnio local y nacional, por haber cometido el tremendo pecado capital, de pedir licencia para contender a la presidencia de la República en las elecciones pasadas, acusado por desvío de recursos para dicha campaña presidencial.

Curiosamente, para desgracia de la sociedad regiomontana, el actual mandatario Samuel García, quién criticó ferozmente a su antecesor por abandonar su cargo, por el que fue electo y que dijo una, dos, tres y cientos de veces que él jamás haría lo mismo que el “Bronco”, no sólo hizo lo mismo, sino que generó una vergonzosa crisis de gobernabilidad por su indolencia y negligencia política.  

Las penosas e increíbles escenas que todo México y el mundo presenció, al ver una turba de personas abriendo la puerta del Congreso a golpes y tomado la máxima tribuna del recinto, ante gritos y gases que rociaron en el edificio legislativo, aderezado por policías ministeriales de la Fiscalía del estado con armas largas, hizo ver “al nuevo” Nuevo León cómo salsa Tabasco

El desprecio del nobel, inexperto y demagogo político que por sublime vanidad antepuso sus intereses personales a la obligación constitucional de servir y velar por los intereses del pueblo de Nuevo León, evidenció a la poderosa entidad, al mismo nivel de pobreza política e institucional que Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Tabasco y Veracruz, entre otros.

El costo social, económico y político para “el nuevo” Nuevo León, ha sido muy alto. La puesta en escena del populista gobernador de Movimiento Ciudadano, presentó un guion de inmadurez, necedad y vulgar vanidad, exhibiendo a todas luces su desprecio a la sociedad, pero sobre todo a la ley y sus instituciones, dejando claro que no es lo mismo tener “experiencia” legislativa, que administrar un estado. 

Hace tan solo unas horas, el Poder Judicial de la Federación de nueva cuenta tuvo que hacer su trabajo como verdadero contrapeso político en el país y salvar al estado de Nuevo León, de una irremediable condena al precipicio de la ignominia política, haciendo valer la Suprema Corte de Justicia, la determinación que la persona nombrada por el Congreso del estado tenía que asumir el cargo de Gobernador Interino. 

Estoy convencido que lo sucedido en “el nuevo” Nuevo León de la mano de un arrogante e incapaz mental y político como Samuel García, hará reflexionar a muchos mexicanos y mexicanas, del tremendo costo que es elegir a un candidato o candidata demagogo, inexperto e inculto para gobernar y representar a su pueblo.

¿No cree usted?

Dr. Carlos Díaz Abrego