MÉRIDA. - En Yucatán, las niñas, niños y adolescentes que forman parte del Semillero Creativo Kanasín salieron a observar el Eclipse Solar Anular, pero lo hicieron de acuerdo a la antigua tradición maya. Era común hacer ruido para evitar que la luna se “comiera” al sol. Las personas hacían ruido con metales: latas, ollas y palos.
La directora del Semillero Creativo Kanasín, Ilse Morfin que trabaja distintas disciplinas artísticas con menores mayas, explicó que su objetivo el eclipse de sol, es preservar la cultura maya. Hacer ruido está basado en lo que marca el libro del Popol Vuh.
“En el mayab hay muchas historias sobre los eclipses, los mayas grandes astrónomos siempre contemplaban sabiamente dichos sucesos como los eclipses solares”, relató Ilse.
Las niñas, niños y jóvenes del Semillero Creativo de Teatro y Lengua Maya en Kanasín salieron para hacer ruido con ollas y cucharas para demostrar que hay vida en la tierra para que suelten al sol (basado en el libro del Popol Vuh)”, detalló.
En las zonas arqueológicas como Chichen Itzá y Uxmal también acudieron cientos de personas a admirar el eclipse solar.
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El Sol un símbolo sagrado para los mayas
Los mayas eran excelentes astrónomos, pero el sol para ellos es algo muy sagrado de acuerdo con el texto “El Temor a los eclipses entre comunidades mayas contemporáneas” escrito por Marta Ilía Nájera Coronado del Centro de Estudios Mayas de la UNAM dentro de sus creencias el temor más grande es que se apague el Sol y la Luna.
Cuando un fenómeno astronómico ocurría en tiempos prehispánicos generaba zozobra a los hombres y mujeres indígenas ya que de este astro dependía la vida sobre la tierra, el calor y la luz.
Se creía que el Sol luchaba contra las tinieblas nocturnas enemigas de la vida humana y al oscurecerse durante un día común y corriente, generaba efectos como descenso de temperatura, parvadas de pájaros buscando nidos, el sonido de grillos y el despertar de murciélagos, entre otros, para nosotros vivir un evento de este tipo es algo genial, pero para otros tiempos era una catástrofe.
Las 3 entidades que conforman la Península de Yucatán (Campeche, Quintana Roo y Yucatán) fueron de los más afortunados al tener una visibilidad mayor a la del todo el país, con entre un 89 y 90 por ciento de penumbra, en algunas zonas, como en Chichen Itzá, se pudo ver a turistas extranjeros fascinarse con el evento astronómico.