COATZACOALCOS, VER. - “Cuando lo perdí quería morirme, incluso caí en depresión”, expresa Teresa Sánchez, madre de Jonathan Suárez Sánchez, quien a los 28 años se convirtió en una de las 32 víctimas fallecidas en la explosión en la planta Clorados III en el complejo petroquímico Pajaritos al sur de Veracruz, ocurrida el 20 de abril del 2016.
Este jueves se cumplen 7 años de aquella tragedia que enlutó a 32 familias en los municipios de Coatzacoalcos, Nanchital, Minatitlán y Agua Dulce; además se reportaron más de cien lesionados.
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Jonathan llevaba un año trabajando para la compañía Perigamsa, subcontratista de ICA FLUOR, que fue contratada por Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV), responsable de la operación de esta planta.
Teresa lamenta que a pesar de que se habían registrado fugas de gas en días anteriores no logró convencerlo de faltar al trabajo.
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“Yo lo vi una noche antes porque el día de la explosión se fue normal a trabajar, pero ya no vino a despedirse de mí, ya cuando la explosión vi el hongo que se armó, yo dije: hubo una explosión en Pajaritos, luego el estruendo, y de ahí pensé en mi hijo Jonathan, porque de él me acordé”, lamenta Teresa.
El hermano de Jonathan trabajaba para la misma compañía, pero logro salir a tiempo y no resultó lesionado.
Marlene perdió a dos hijos en Clorados
Para la señora Marlene el dolor es doble, pues en aquella tragedia perdió a dos de sus hijos: Oscar y Abigail Sánchez Cruz, de 34 y 28 años.
“Es un dolor insoportable hijo, a lo mejor para mucha gente los recuerdan cada año, pero para una madre es diario que le hacen falta sus hijos, para mi día con día recuerdo a mis hijos, es algo que no puedo describir”, expresa con lágrimas mientras se aplasta el pecho y cae en su sofá.
Este jueves, las madres, esposas e hijos acudieron a los cementerios a colocar flores y veladoras en las tumbas de sus fallecidos, donde las lágrimas brotan como el día en que los sepultaron. En la congregación de Mundo Nuevo, perteneciente a Coatzacoalcos, fueron sepultados los hermanos Sánchez Cruz.
En las viviendas de las víctimas hay flores y veladoras encendidas junto a sus fotografías, algunas realizarán rezos y pedirán por las almas de los fallecidos. Nada borra el rostro de tristeza.
Marlene habla poco de la muerte de sus hijos, quienes vivían junto a su hogar a pesar de que ambos se habían casado; duda en conceder la entrevista, pero reclama a los representantes de la empresa, por el pésimo estado de la planta que le costó la vida a sus dos hijos.
En su sala cuelgan los diplomas de Oscar y Abigail que obtuvieron durante algunos cursos en la zona industrial que les permitieron laborar durante años en esta región, donde perdieron la vida.
“Lo que siento no se lo deseo a nadie, es un vacío terrible y nunca dejará de doler joven”, expresa Marlene.
Ni detenidos, ni apoyos para madres y tampoco remediación
A siete años de la explosión, ni la Fiscalía General de la República (FGR) o la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente han dado a conocer las causas del siniestro, tampoco hay responsables detenidos.
El 21 de abril del 2016 se firmó un “Convenio de Responsabilidad Objetiva para la Realización de Acciones de Compensación de Afectaciones Indirectas ocasionados al Ambiente”, entre la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la empresa Petroquímica Mexicana de Vinilo, donde se señalaba que las afectaciones indirectas ocasionadas a la atmósfera y potencialmente al suelo fueron producidas por emisiones de 348.48 toneladas de ácido clorhídrico y de 507.564 toneladas de dióxido de carbono provenientes de la explosión.
Pero a pesar de ello, nunca se supo de un trabajo de remediación general o pago de multas por daños ambientales.
La mayoría de las esposas fueron indemnizadas, pero las madres que dependían de sus hijos como Teresa y Marlene quedaron desamparadas.
“Incluso vinieron unas personas de México a decirnos que el presidente López Obrador nos daría un apoyo a los padres que perdimos a nuestros hijos, pero hasta ahorita no ha habido ese apoyo”, señala Teresa.
Clorados III quedó reducida a chatarras y fierros quemados, sin que pudiera rescatarse. La tragedia se recuerda con mucho dolor en los hogares del sur de Veracruz, y las madres siguen pidiendo justicia.
“Aunque me pagaran 10 o 20 millones de nada sirve, porque mis hijos no tienen precio”, finaliza Marlene.
mb