“Es el rock de la línea del frente, que se note que estás presente” fueron algunos de los estribillos con las que el músico vasco, Fermín Muguruza encendió los ánimos de más de 15 mil personas congregadas en la explanada del monumento a la Revolución para celebrar sus 40 años de trayectoria artística-política, pues en su caso, no se puede disociar, la una de la otra, pues su propuesta musical siempre ha sido un vehículo de resistencia para defender su idioma y su cultura, y muchas otras causas.
Pero, no sólo eso, sino reivindicar su obra, en un país, donde hace tres meses, su concierto fue detenido, inexplicablemente, por integrantes de la Guardia Nacional, quienes llegaron a la nueva versión del Foro Alicia, para desalojar el inmueble, a pesar de que se estaba llevado a cabo su presentación musical. En los audios de esa noche, el propio cantante suplica al público “no caer en provocaciones”.
Ahora, con una experiencia más de la calle, donde sólo esas fusiones del ska, reggae, punk, músicas regionales, rap, y otros préstamos culturales pueden ocurrir, el líder de agrupaciones como Kortatu o Negu Gorriak, recordó a personajes como el líder sudafricano Desmond Tutu, clave en la lucha contra la segregación racial; los abusos en contra del pueblo kurdo; la masacre actual en Palestina. La persecución contra las personas por sus ideologías políticas; el espíritu del reggae jamaicano para inspirar a muchos otros movimientos sociales; la relevancia de las luchas sociales anticapitalistas; los abusos del sistema; la migración; la represión, entre muchas otras temáticas de nuestros contextos sociales actuales.
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Antes de su intervención en el escenario instalado en el Monumento a la Revolución, subió al escenario Tijuana No, con himnos de la década de los 90, cargados de reflexión social, como aquel cuyos versos incitan a “defender la dignidad”, en homenaje a Emiliano Zapata, y algunos otros en recordatorio de la represión social por parte de los cuerpos policíacos o a las injusticias y el olvido de la sociedad cuando sales de la norma.
No es la primera vez que este escenario convoca a quienes simpatizan con esas fusiones de ritmos para enarbolar mensajes de justicia social al calor de percusiones y ecos de alientos de metal, incitantes a bailar de manera colectiva en “los círculos de paz” o de forma individual en cualquier pedazo de la explanada donde esto sea posible. En abril pasado, la agrupación argentina Bersuit Vergarabat hizo lo propio, recordando las formas en que los gobiernos latinoamericanos han lastimado a sus propias sociedades.
Uno de los coros de las canciones de este grupo caracterizado por sus integrantes en pijama en sus intervenciones en vivo dice “en la selva se escuchan tiros”, emulando a esas regiones profundas de nuestra región, donde, hasta la fecha, los conflictos sociales por las desigualdades son una realidad.
Otros grupos de la onda del ska mexicano, que recientemente han festejado sus tres décadas de existencia, han enviado mensajes similares a lo largo de sus trayectorias musicales, y han señalado muchas otras problemáticas sociales aquejantes en nuestro país.
A partir de sus propios esfuerzos para llevar a cabo sus conciertos, la Royal Club, los Estrambóticos, Sekta Core, Los de Abajo, Nana Pancha, e incluso Panteón Rococó, entre otras, con corazón, fuerza y resistencia, han narrado musicalmente las realidades urbanas, las problemáticas de las juventudes, de los pueblos indígenas y afrodescendientes, la resistencia, la autogestión, la violencia, la corrupción, hechos históricos como el 2 de octubre de 1968, las andanzas de Lucio Cabañas, el alzamiento zapatista de 1994, los feminicidios y las desapariciones de personas.
Hace 24 años, durante la Marcha del Color de la Tierra, en una de sus conferencias, el entonces subcomandante Marcos, llamó a todas estas, y muchas bandas más, “compañeros musicales”, debido a su solidaridad con la movilización zapatista y su compromiso social con diversas causas. Pero, sobre todo, por la relevancia de la música para poder cuestionar a los gobiernos, a las autoridades y a un sistema económico enfocado en el resguardo del privilegio de unos cuantos a las costillas de otros muchos.
Tal vez esta música ya no le diga nada a esas generaciones de entre los 18 y 25 años, quienes seguramente conocen algunas de estas propuestas creativas por sus madres, sus padres, sus tías o sus tíos, más sirve de pretexto para recordarles que, algunas nuevas propuestas, a pesar del cambio del ritmo, continúan utilizando a la expresión musical como una vía para posicionar problemáticas de las que nadie está hablando o a las que se les hace caso omiso. Por ejemplo, la situación del pueblo portorriqueño.
En definitiva, la música ha sido la gran acompañante de los movimientos sociales de las últimas décadas, y, en momentos en que el mundo parece estar cerca de escenarios de intolerancia y de cerrazón, las y los compañeros musicales con sus mensajes a favor de la igualdad, la inclusión de las mujeres, el reconocimiento de las diversidades, el compromiso con el planeta, el cese a las políticas exterminadoras, y en contra de la injusticia y la imposición, hacen más falta que nunca.
