Los regímenes que alguna vez se presentaron como la “esperanza de los pueblos” en América Latina hoy muestran con crudeza el desgaste de su modelo. En Cuba, los apagones se han vuelto parte de la rutina diaria, una señal inequívoca de la incapacidad del sistema para garantizar lo más básico. En Venezuela, la falta de electricidad no solo paraliza ciudades enteras, sino que también se ha convertido en símbolo de la ruina de un proyecto que, entre discursos grandilocuentes y promesas incumplidas, dejó a millones en la penumbra literal y figurada. La energía, que debería ser motor de desarrollo, se volvió evidencia de la precariedad.
Ese mismo síntoma empieza a sentirse en México. En medio de un gobierno que presume “soberanía energética” y celebra el regreso de los monopolios estatales, los apagones recientes en diversas zonas del país anuncian que no se trata de anécdotas aisladas, sino de la consecuencia lógica de una política centrada en la ideología y no en la eficiencia. Lo que hoy se presenta como “incidente pasajero” puede ser, en realidad, la antesala de un futuro en el que la oscuridad deje de ser metáfora y se convierta en la descripción cotidiana de la vida de millones de mexicanos. Algunos datos para ilustrar:
- El 11 de septiembre del presente año prácticamente toda la isla de Cuba estuvo en un “apagón nacional” atribuido a fallas en la infraestructura energética por envejecimiento. No es una excepción, The Guardian reporta que van 5 apagones nacionales en lo que va del año en Cuba. Además de la infraestructura en mal estado y la evidente falta de mantenimiento que la llevó a dicha situación, la falla habla de una escasez de combustibles… Lo curioso es que ahora Cuba recibe petróleo mexicano y PEMEX se negó a entregar los datos de cuánto petróleo y a qué precio se lo está vendiendo al gobierno cubano (se sospecha que incluso es regalado).
- En agosto del año pasado algo similar pasó en Venezuela. Más de 12 horas continuas sin electricidad en gran parte del país, incluyendo Caracas. Maduro atribuyó el origen a un “ataque” al sistema eléctrico, especialmente en la presa Guri, otros señalan fallas estructurales y falta de mantenimiento. Lo cierto es que Venezuela lleva años enfrentando crisis crónicas de falta de electricidad (desde el 2019), el problema es tan grande que en 2024 el gobierno redujo horarios del sector público para “racionar” la electricidad. Este caso es peor que el de Cuba porque Venezuela es el país que presumiblemente tiene más petróleo en el mundo y a pesar de eso es un país sin electricidad y hundido en la pobreza. Los malos gobiernos tienen un costo alto y ahí está la realidad.
- En México empieza a pasar. El 17 de julio pasado en una de sus conferencias de prensa diarias, Claudia Sheinbaum dijo que no falta ni faltará energía, que hay recursos y capacidad eléctrica. El problema es que la realidad es muy fría y el sábado pasado estaba en Mérida y toda la península (Yucatán, Campeche y Quintana Roo) se quedó más de seis horas sin electricidad. Esto se suma a apagones como el 22 de septiembre en Sinaloa (todo el sur), el dos de julio en Tijuana, el 17 de julio y el 14 de agosto en Monterrey, el 13 de marzo en tres líneas del metro en la CDMX, 15 de julio en Tijuana y bueno, hay colonias en la CDMX, en Monterrey, en Mexicali y en otros estados que han estado hasta 48 horas continuas sin electricidad.
El deterioro que generan los malos gobiernos se refleja en la infraestructura crítica. Muchas veces nos preguntamos por qué las instalaciones eléctricas son cuidadas por el ejército y es porque es seguridad nacional. Un apagón de varias horas no sólo genera malestar social o falta de comunicación, genera inseguridad, imposibilidad de laborar, la paralización de servicios financieros, interrupción de las cadenas de producción, hospitales inoperantes, afectaciones al transporte, escasez de agua potable, desperdicio masivo de alimentos por la falta de funcionamiento de congeladores y refrigeradores, y muchos otros males.
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Hoy el deterioro generado por los malos gobiernos es notorio en todos los rubros. Hospitales en el abandono, calles y carreteras repletas de baches y las cada vez más frecuentes faltas de electricidad. La corrupción y la ineptitud cada vez cuestan más vidas.