NIÑOS EN GAZA

En Gaza la infancia se extingue

En Gaza la infancia se ha vuelto un recuerdo imposible: cada día, cientos de niños viven, y mueren, bajo el estruendo de los bombardeos, entre hospitales colapsados y calles cubiertas de polvo y sangre. | José Luis Castillejos

Escrito en OPINIÓN el

En Gaza la infancia se ha vuelto un recuerdo imposible. Cada día, cientos de niños viven —y mueren— bajo el estruendo de los bombardeos, entre hospitales colapsados y calles cubiertas de polvo y sangre. Lo que debería ser un derecho universal —crecer, jugar, aprender— se desvanece ante los ojos de un mundo que calla, observa o apenas balbucea condenas diplomáticas.

Los menores son las víctimas más visibles y más silenciadas de esta guerra. Niños con quemaduras, amputaciones o fracturas vagan entre ruinas que alguna vez fueron hogares. Otros esperan durante horas en pasillos de hospitales sin medicinas, mientras médicos exhaustos improvisan tratamientos con lo poco que tienen. El hambre, igual de letal que las bombas, perfora sus cuerpos frágiles: falta pan, falta leche, falta agua. Y en medio de esa carencia, muchos mueren en silencio, sin titulares, sin nombre, sin justicia.

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Pero hay heridas que no se miden en cifras ni en informes de agencias internacionales. El trauma psicológico de esta generación es la condena más duradera. Millones de menores han aprendido demasiado pronto a distinguir el sonido de un misil del de una ambulancia, han visto morir a padres y hermanos, han crecido con la certeza de que el cielo no ofrece nubes sino drones. Sus dibujos no representan soles ni juegos, sino tanques, cadáveres y casas reducidas a cenizas.

La comunidad internacional repite llamamientos vacíos. Naciones Unidas advierte, las ONG denuncian, los Gobiernos expresan “profunda preocupación”. Pero la ayuda llega tarde, los corredores humanitarios se bloquean y las negociaciones se diluyen entre vetos y cálculos políticos. Mientras tanto, los niños siguen muriendo. La pasividad de quienes tienen poder de decisión es ya complicidad.

Gaza no es únicamente una guerra más en la lista de conflictos irresueltos. Es un espejo que devuelve a la humanidad su incapacidad de proteger lo más elemental: la vida de los inocentes. Es, además, una herida abierta en la conciencia global. Porque no hay neutralidad posible cuando la infancia se extingue bajo los escombros.

Las imágenes son insoportables; cuerpos diminutos alineados en morgues improvisadas, pequeños rescatados cubiertos de polvo, padres sosteniendo a hijos muertos en brazos. Escenas que deberían sacudir conciencias y provocar acciones inmediatas, pero que se han vuelto paisaje cotidiano en la indiferencia internacional.

No basta compadecerse, ni enviar comunicados de prensa. Urge actuar. Urge detener el genocidio, abrir corredores seguros y garantizar que los niños de Gaza recuperen un mínimo de dignidad. Porque cada vida truncada no es solo una tragedia. Representa, más bien, un fracaso colectivo que ensombrece a la humanidad entera.

La historia no absolverá ni a quienes aprietan el gatillo ni a quienes callan frente a la barbarie. Algún día se preguntará cómo fue posible que en pleno siglo XXI el mundo permitiera que una generación entera creciera entre hambre, muerte y destrucción. Ningún niño debería aprender antes a reconocer un dron que a leer un libro. Ningún niño debería conocer la guerra antes que el juego. Ningún niño debería ser enterrado antes de haber vivido.

En Gaza la infancia está siendo asesinada a diario. Y mientras la comunidad internacional se refugia en declaraciones, el tiempo se mide en cuerpos pequeños que dejan de respirar. El silencio, la tibieza y la indiferencia serán recordados como la segunda condena contra estos niños. Una condena que los sobrevivientes cargarán para siempre.

 

José Luis Castillejos

@JLCastillejos