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Deporte y geopolítica

El deporte y el entretenimiento son políticos, y en muchos casos son utilizados como instrumentos de soft power. | Cristopher Ballinas

Escrito en OPINIÓN el

El deporte y los espectáculos internacionales han sido, desde hace décadas, un escenario donde se reflejan las tensiones políticas globales. En los últimos días, se ha intensificado el debate y las protestas sobre la participación de delegaciones en competencias internacionales debido a la implicación de sus gobiernos en conflictos bélicos; lo cual no es un tema del todo nuevo.

Durante la Guerra Fría, los Juegos Olímpicos se convirtieron en campo de batalla simbólico entre bloques ideológicos. En 1980, Estados Unidos de América lideró un boicot contra los Juegos de Moscú como protesta por la invasión soviética a Afganistán. Cuatro años después, la entonces Unión Soviética respondió con su propia ausencia en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Años antes, Sudáfrica fue excluida de múltiples competencias internacionales debido al régimen de apartheid, una sanción que se mantuvo hasta la década de 1990 y que marcó un precedente en la lucha contra la discriminación racial desde el ámbito deportivo.

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En la actualidad, la polarización mundial ha reactivado este tipo de vetos. Países involucrados en conflictos armados o acusados de violaciones a derechos humanos han visto cómo sus atletas son excluidos de torneos deportivos e incluso artísticos, no por razones técnicas, sino como parte de una estrategia de presión internacional. Esta tendencia ha generado tensiones sobre si el deporte y el entretenimiento deben ser utilizados como herramientas de geopolítica.

El deporte internacional, lejos de ser un terreno aislado, se ha convertido en una extensión de las disputas políticas globales. Las exclusiones, los vetos y las sanciones no son hechos aislados, sino parte de una narrativa histórica que sigue evolucionando. En este contexto, el deporte no sólo entretiene: también sanciona, representa y presiona. El deporte y el entretenimiento son políticos, y en muchos casos son utilizados como instrumentos de soft power. La proyección internacional de atletas, el respaldo estatal y el patrocinio de empresas vinculadas al aparato militar convierten las competencias en vitrinas geopolíticas.

Aunque no existe evidencia concluyente sobre el impacto de las sanciones deportivas —como sí la hay respecto al efecto de las sanciones económicas y diplomáticas— no puede negarse que estas esferas son políticas y que serán, por ello, objeto de debate y protesta. Especialmente cuando algunos competidores han enfrentado sanciones inmediatas y severas, mientras que otros, con faltas similares, continúan participando sin mayores consecuencias. Asimismo, en ciertos casos, los vetos han servido como maniobras para debilitar el control que algunos países ejercen sobre organismos deportivos globales.

Si bien es legítimo exigir responsabilidad ética a los actores globales, también es necesario construir mecanismos equitativos, transparentes y coherentes que eviten que estas sanciones se conviertan en instrumentos de poder selectivo. Sólo así se podrá preservar la integridad de las competencias y el valor simbólico que el deporte representa para las sociedades.

Cristopher Ballinas

@crisballinas