Cada septiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas da inicio a su sesión anual en la ciudad de Nueva York, reuniendo a jefas y jefes de Estado y de gobierno de los 193 países miembros. Este encuentro, conocido como el Debate General, brinda a cada nación la oportunidad de presentar sus prioridades, inquietudes y propuestas ante la comunidad internacional, así como de emitir declaraciones sobre los temas específicos acordados para ese año. Aunque ha evolucionado y ya no se trata de un debate en sentido estricto, sigue siendo un foro fundamental para el diálogo diplomático, la búsqueda de consensos y la promoción de iniciativas globales en áreas como la paz, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Además, marca el inicio formal de los trabajos de la Asamblea General, el órgano deliberativo y de decisión más importante dentro de la estructura de la ONU.
Como órgano central de deliberación, la Asamblea General ha dado origen a instancias clave como el ECOSOC, el Consejo de Seguridad y el Consejo de Derechos Humanos, además de órganos judiciales como la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional. Aunque cada uno aborda temas específicos, la Asamblea sigue siendo la plataforma esencial para emitir mensajes políticos y diplomáticos sobre asuntos globales. Este año, el foco inevitable recae en la crisis en Medio Oriente, especialmente en Gaza y los territorios ocupados, donde las tensiones han derivado en una emergencia humanitaria sin precedentes.
Actualmente, 149 de los 193 Estados miembros de la ONU reconocen oficialmente al Estado de Palestina, incluyendo la mayoría de países en África, Asia, América Latina y algunos en Europa. En los últimos meses, ante el agravamiento de la situación en la región, varios países occidentales —como Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Finlandia, Luxemburgo, Malta, Portugal y San Marino— han expresado su intención de sumarse a ese reconocimiento.
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El reconocimiento del Estado Palestino en el marco de la próxima Asamblea General de la ONU ha cobrado impulso como parte de los esfuerzos diplomáticos por promover una solución basada en el modelo de dos Estados. Esta iniciativa busca establecer dos naciones independientes; Palestina en Cisjordania y Gaza, con Jerusalén Este como capital, e Israel en el resto del territorio, respetando las fronteras de 1967. El objetivo es garantizar simultáneamente la autodeterminación del pueblo palestino y la seguridad de Israel, los dos ejes centrales del conflicto.
Sin embargo, esta propuesta enfrenta serios obstáculos dentro del sistema de decisiones colegiadas de la ONU, especialmente por la oposición de países aliados que han bloqueado reiteradamente cualquier acción directa. Los intereses geopolíticos continúan imponiéndose sobre las urgencias humanitarias, dificultando avances concretos hacia una paz duradera.
Un ejemplo alarmante es la cancelación de visas a representantes palestinos, lo que les impedirá participar activamente en el debate, lo que es un mensaje de presión política que entorpece los intentos de alcanzar una solución inmediata. Aunque hoy en día las herramientas tecnológicas permiten una participación remota, existen precedentes que demuestran que la ONU puede actuar con firmeza y decisión, incluso frente a los desafíos que impone la geopolítica.
A lo largo de su historia, la organización ha enfrentado situaciones similares y ha logrado intervenir con determinación, aún en contextos marcados por fuertes presiones internacionales. Basta recordar cuando en 1988, bajo la presidencia de Dante Caputo, la Asamblea General trasladó sus actividades de Nueva York a Ginebra para garantizar el derecho de Yasser Arafat a hablar, luego de que el gobierno de Ronald Reagan le negara la visa. Otras acciones han incluido gestionar o garantizar espacios aéreos seguros para que las personas que acuden a estas reuniones puedan hacerlo de manera presencial. Estas acciones, aunque simbólicas, podrían marcar el inicio de una respuesta deliberada y necesaria para negociar una solución de dos Estados.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas tiene hoy la oportunidad —y la responsabilidad histórica— de reafirmar su papel como foro relevante para la paz, la justicia y la dignidad humana, creando las condiciones necesarias para alcanzar un acuerdo duradero para la golpeada región de Medio Oriente.
