Es una pena, por decir lo menos, que sea la primera mujer presidenta en México quien decida martillar el último clavo del ataúd que sepultará la democracia en nuestro país.
Un “clavo ardiente” que les arrebata a los ciudadanos mexicanos el último escudo para defenderse contra los abusos y excesos del Estado y del poder en general y que, al mismo tiempo, confirma que los gobiernos de Morena llegaron para imponer una grosera dictadura.
Y es que por órdenes de Palenque, desde Palacio salió la iniciativa que, en los hechos, le da muerte al “Juicio de Amparo”, instrumento jurídico que no solo es una garantía fundamental de los derechos humanos de los ciudadanos en general, sino que en la historia aparece como uno de los mayores aportes de México al derecho internacional.
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Pero acaso la mayor contradicción política frente a la muerte de la joven democracia mexicana –y ante el fin del Amparo–, es que aquellos que por décadas exigieron limitar los abusos y excesos del poder y del Estado; que ayer ayudaron a edificar piedra a piedra la democracia; que reclamaban el respeto a la división de poderes, la representación proporcional opositora en el Congreso y la garantía de libertades fundamentales, como la de expresión, hoy son los mismos que sepultan todos esos logros.
Es decir, resulta que, por décadas, los cientos de políticos priístas, panistas y perredistas –las decenas de juristas, empresarios e intelectuales–, que se ostentaban como opositores congruentes en busca de consolidar el Estado democrático, en realidad eran vulgares farsantes que sólo aspiraban al poder para imponer todo aquello contra lo que decían luchar.
Pero también resulta cierto que el problema no sólo eran los políticos farsantes, mentirosos, pillos y ladrones que se decían demócratas, cuando en realidad eran vulgares dictadorzuelos que hoy, sin pudor y sin vergüenza enseñan “el cobre” y se han dedicado a saquear al país, como nunca.
No, lo cierto es que el principal problema de la muerte de la democracia mexicana es la sociedad toda, esos millones de mexicanos ingenuos, bobos o idiotas que se creyeron el cuento de que López Obrador era la solución a los grandes problemas nacionales, como corrupción y el saqueo de las arcas públicas y que creyeron “la patraña” de que Morena sería la salvación de México y de sus instituciones.
En efecto, la sociedad mexicana y los ciudadanos de nuestro país nunca estuvieron –nunca estuvimos–, a la altura de las circunstancias; nunca fuimos capaces de abrir los ojos y aguzar las neuronas y los oídos para entender y escuchar los peligros que acechaban a nuestra democracia y para ser capaces de defender “a capa y espada” esa democracia.
Hoy, sin embargo, cuando poco o nada queda por hacer, menudean las “mentes brillantes” que descubren “el hilo negro” y que “ponen el grito en el cielo” cuando, en realidad sólo intentan lavar su conciencia sucia y vendida.
Y es que por increíble que parezca y por absurdo que resulte, a pesar de la tragedia política y social que vivimos, muchos idiotas siguen creyendo en “#Los4treros” del poder, en “lo medios vendidos” como Televisa, Milenio e Imagen y en diarios como “La Jornada” –entre muchos otros de la llamada Prensa Nacional–, que no son más que burdos propagandistas de la dictadura a la que nos ha llevado el cártel criminal motejado como Partido Morena.
Y para que entiendan el tamaño del golpe lanzado desde Palacio contra la democracia y contra las libertades, aquí el origen del “Juicio de Amparo”.
Sí, el “Juicio de Amparo” se originó en México, a partir del concepto que, sobre los derechos humanos desarrollados por el jurista Manuel Crescencio García Rejón en la Constitución de Yucatán, de 1841 y su posterior consolidación en el sistema jurídico mexicano, a través de la Constitución de 1857 y de las Leyes Reglamentarias de 1861 y 1917.
Tal recurso jurídico se creó como un instrumento para proteger a las personas –a los ciudadanos–, de los actos de autoridad que, en esos años y de manera cotidiana, violentaban los derechos y las garantías individuales.
Por eso, el padre del “Juicio de Amparo” desarrolló la teoría jurídica de que el Estado es la institución encargada no sólo de proteger las libertades de los ciudadanos sino de proporcionar, al mismo tiempo, las herramientas legales necesarias para garantizar esos derechos y esas libertades.
Así nació el concepto y reglamentación del “Juicio de Amparo”, estamento jurídico que pronto fue reconocido en el mundo entero como uno de los instrumentos fundamentales para la defensa de los derechos humanos.
Lo cuestionable del caso es que hoy, en el último tercio del 2025, la primera presidenta de México, la señora Claudia Sheinbaum les ordenó a sus lacayos de El Senado de la República, que dieran muerte al recurso jurídico del llamado “Juicio de Amparo”.
Sí, Claudia sigue las instrucciones de López Obrador, quien se propuso destruir la democracia e instaurar en México no sólo un Maximato, sino una dictadura, lo que se habrá consumado cuando les arrebaten a los ciudadanos el derecho al “Juicio de Amparo”.
¡Se los dije! Al tiempo.
