En el Senado de la República, donde la solemnidad debería ser norma y no excepción, esta semana se vivió una tragicomedia institucional. Todo comenzó con la advertencia del PAN: si no se les permitía hablar durante la toma de protesta judicial, habría resistencia en el pleno. Morena, en un giro de último minuto, cedió. La oposición podría tomar la palabra frente a los ministros de la Corte. Sería absurdo que en el Parlamento no se pudiera hablar. Pero no se equivoque el lector: no fue concesión, fue contención.
El PRI, por su parte, decidió no acudir. No por principios, sino por estrategia. La bancada tricolor está herida, y no por causas externas. Ya salió el peine: la renuncia del senador Camarillo de Puebla a su militancia, provocada por la intervención oscura de Adán Augusto Hernández, dejó al PRI sin una vicepresidencia y con menos músculo. De ahí el berrinche de Alito Moreno, que intentó reventar la sesión para distraer del desmoronamiento interno. El intento terminó en un conato de golpes con Fernández Noroña. Sí, así de bajo ha caído el debate parlamentario.
Mientras tanto, el Senado durante días estuvo sitiado por la Guardia Nacional. Los reporteros, que deberían ser los ojos y oídos del pueblo, fueron confinados al sótano 2, sin acceso a legisladores ni representantes del Poder Judicial. El domingo, el coordinador panista Ricardo Anaya Cortés tuvo que dar entrevistas en la calle. Literalmente. Ese es el respeto que les tiene Adán Augusto Hernández a los medios: ninguno.
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Crisis en el Canal del Congreso
El Canal del Congreso atraviesa una de sus etapas más oscuras bajo la dirección interina de Raúl Paz Alonzo, político yucateco conocido por su historial de escándalos, entre ellos el célebre episodio de “¡Ánimo, Montana!” que lo persiguió desde su época como legislador panista. Su nombramiento, carente de experiencia en medios legislativos, ha significado un retroceso institucional: todos los avances logrados durante años en materia de pluralidad, transparencia y calidad informativa se han venido abajo.
Paz, más enfocado en sus intereses políticos en Yucatán y en posicionarse rumbo a futuras candidaturas, ha convertido al Canal en una herramienta facciosa, alejada de su vocación democrática. En lugar de reflejar la diversidad parlamentaria, se ha optado por censurar imágenes, sonidos y voces de la oposición. Esto quedó en evidencia durante la sesión de Congreso General del lunes 1 de septiembre, cuando se ocultaron deliberadamente aspectos relevantes de lo que ocurría en el salón de sesiones, negando a la ciudadanía una cobertura íntegra de los hechos.
La gestión de Raúl Paz no solo ha sido cuestionada por su falta de perfil técnico, sino también por el uso partidista de una plataforma que debería servir al interés público. Su nombramiento ha generado indignación incluso dentro de su propio estado, donde actores políticos y sociales han señalado el deterioro institucional que representa su presencia en un espacio clave para la comunicación legislativa.
Y como si el caos institucional no fuera suficiente, las y los trabajadores del Senado siguen esperando el pago del aumento retroactivo que les prometieron. Agosto era la fecha límite. Ahora les dicen que será en septiembre. ¿Y después? ¿Octubre, noviembre, nunca?
Así se vive la democracia en tiempos de cerco. Entre escaños vacíos, bancadas fracturadas y sótanos convertidos en trincheras, el Senado se aleja cada vez más de su vocación republicana. Y mientras tanto, el país observa. O al menos, lo intenta.
