Fue Don Porfirio Díaz, quien ordenó trasladar la Campana de Dolores Hidalgo (Guanajuato) al Palacio Nacional y a partir del 15 de septiembre de 1896, inició la conmemoración oficial del Grito de Independencia, consolidando el ritual oficial de salir al balcón, repicar la campana y vitorear a los héroes que nos dieron Patria, empezando por el Padre Miguel Hidalgo y Costilla.
Esta formalización alcanzó su apogeo en 1910, durante las fastuosas celebraciones del Centenario de la Independencia, descritas por el escritor zacatecano Genaro García Valdés ( 1867 – 1920) en su Crónica oficial, donde describió los desfiles, las inauguraciones de monumentos y edificios públicos, además de los banquetes que se ofrecieron a los representantes diplomáticos de 28 países, para exhibir no sólo el poder del régimen porfirista, sino también proyectar una imagen de unidad y progreso nacional, aunque detrás se escondían profundas tensiones sociales.
Destacó que de los 31 países invitados, sólo tres no tuvieron representación: Inglaterra, obligada a no concurrir a la celebración a causa de la sentida muerte de Su Majestad el Rey Eduardo VII; Santo Domingo que no explicó su ausencia y Nicaragua, donde el gobierno fue derrocado, lo que impidió a México recibir a la misión diplomática cuyo jefe era el poeta Rubén Darío.
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En el marco de estos festejos, que fueron una herramienta de legitimación del poder de Díaz, se inauguraron la Columna de la Independencia, el monumento a Cuauhtémoc –considerado el fundador de la nación mexicana– y el Hemiciclo a Juárez –el defensor de la República–, además de que se inició la construcción del Palacio de las Bellas Artes, entre otros edificios emblemáticos que también se construyeron en las capitales de todos los estados del país.
Estas celebraciones, paradójicamente, representaron el momento de mayor gloria del Porfiriato y la antesala de su caída. Testimonio de esta ironía histórica es el Palacio Legislativo cuya construcción se inició en ese año y su estructura inconclusa terminó convertida en el Monumento a la Revolución.
Nunca volvió a realizarse una celebración semejante a lo que fueron los Festejos del Centenario que encabezó Díaz en 1910, pero la ceremonia del Grito de Dolores fue mantenida por todos sus sucesores, aún en los tiempos aciagos de la Revolución, como fue el caso de Francisco I. Madero, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza.
Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán, en la década de los cuarenta, promovieron su transmisión radiofónica y cinematográfica, en tanto que durante el gobierno de Adolfo López Mateos (1958 – 1964) se comenzó a televisar en cadena nacional.
En 1990, Carlos Salinas de Gortari decidió romper la tradición centralista, dando el Grito en Dolores Hidalgo y lo mismo hizo el panista Vicente Fox, alternando la ceremonia entre el Palacio Nacional y el pueblo de Dolores, en su natal Guanajuato.
El 16 de septiembre de 2008, en el zócalo de la Ciudad de México, el presidente Felipe Calderón inauguró un reloj con “cuenta regresiva” para los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana en 2010. Un año después, el 26 de enero de 2009, anunció la convocatoria para el concurso de un monumento conmemorativo, donde resultó triunfador el proyecto de una Estela de Luz, obra de Pablo Rodríguez Vázquez, cuya construcción, inicialmente presupuestada en 393 millones de pesos terminó costando mil 304 millones de pesos.
La inauguración del monumento conmemorativo se había previsto para el 15 de septiembre de 2010, pero la obra se concluyó hasta finales de 2011, y finalmente fue inaugurado en enero de 2012. La obra, en vez de ser emblemática del Bicentenario, se convirtió en un símbolo de la corrupción del gobierno panista.
El priísta Enrique Peña Nieto (2012 – 2018) optó por mantener el formato tradicional en Palacio Nacional, con una fiesta popular en el zócalo. Lo mismo hizo el morenista Andrés Manuel López Obrador, aunque en 2020, antes de salir al balcón del Palacio Nacional hizo un minuto de silencio en honor a las víctimas de la pandemia de Covid–19 y después, por primera vez, encabezó la Ceremonia del Grito ante un zócalo vacío. Y este año, Claudia Sheinbaum, se convertirá en la primera presidenta en dar el Grito de Independencia.
Hasta la fecha, es motivo de debate la costumbre de celebrar el inicio de la Guerra de Independencia (16 de septiembre de 1810) en lugar de su consumación (27 de septiembre de 1821), pero este cambio también se debió a un objetivo político de los liberales del siglo XIX.
Lorenzo de Zavala, en su “Ensayo histórico de las revoluciones de México (1831 – 1832) fue de los primeros en poner énfasis en Hidalgo como Padre de la Patria en el inicio de 1810 como fecha fundacional, evitando destacar la consumación, donde uno de los líderes del Ejército Trigarante, Agustín de Iturbide se convirtió en emperador. El planteamiento sería retomado en la obra México a través de los siglos, publicada durante el Porfiriato (entre 1884 y 1889), que fue coordinada por Vicente Riva Palacio, nieto de Vicente Guerrero.
