MORENA

Morena, como un antro de día

Morena es como un antro por la mañana: un lugar que sin luz parece presentable pero que visto de día se le notan los pisos sucios, las telas de los sillones rasgadas, las paredes descarapeladas. | Mario Campos

Escrito en OPINIÓN el

Morena y sus dirigentes disfrutaron por años de una luna de miel en su presencia pública. Eso se acabó. En Chihuahua aparecen vehículos con la imagen de su coordinador parlamentario en el senado con mantas de La Barredora; el reciente expresidente del senado enfrenta reclamos de estudiantes y cada una de sus salidas en medios parece enredarlo más. Las notas sobre el estilo de vida, los ingresos y los gastos de cuadros destacados del partido no desaparecen.

Es como si Morena -usando la figura descrita por la gran escritora Rosa Montero- fuera como un antro por la mañana. Un lugar que sin luz parece presentable pero que visto de día se le notan los pisos sucios, las telas de los sillones rasgadas, las paredes descarapeladas.

A Morena y sus cuadros hoy se les ven los problemas por todos lados. ¿Es que ahora son distintos a los que fueron los seis años anteriores? No. La diferencia es que el sexenio pasado había un presidente que actuaba como un gran reflector que deslumbraba tanto que no dejaba ver nada más. AMLO en las mañaneras ponía a hablar a todo mundo de sus temas. Eso ya no sucede.

A eso se suma que buena parte de la crítica pega en la línea de flotación del relato del partido. Cuando un actor público elige su superpoder, elige también su criptonita. Y Morena construyó su identidad bajo la promesa de ser cercanos a la gente y honestos. Hoy buena parte de la conversación gira justo sobre lo contrario y por eso le hace tanto daño.

Habrá quien crea que no hay costos si la aprobación presidencial sigue alta. Es cierto. Como también que diversos estudios -todavía privados- registran efectos en la imagen de la marca en muchos estados. No se nota porque no hay elecciones, y porque la oposición no crece, pero no significa que la conversación pública sea inocua.

Frente a este escenario la presidenta Sheinbaum puede tomar tres decisiones. Una, caer en el mismo error de Enrique Peña Nieto, que pensó que controlar la agenda de los medios era controlar la opinión pública. En las últimas semanas, sobre todo después del informe, se hizo evidente que buena parte de la prensa no tiene interés en hacer una cobertura crítica. No tengo elementos para afirmar a qué se debe pero me puedo imaginar algunas razones.

En todo caso, cabe recordar que Peña Nieto aparecía todos los días en casi todas las portadas, y en los principales espacios de televisión, al mismo tiempo que tenía los niveles más bajos de aprobación que ha presentado un presidente desde que se lleva registro de la opinión pública.

El segundo camino es tratar de volver a encender el reflector. Llevar a la presidenta a la misma tensión de AMLO, revivir la crispación con medios, periodistas, ONG y empresarios. Recurso que no funcionaría pues afortunadamente son personalidades y estilos distintos.

El tercero es el mejor para la imagen presidencial pero el más complejo en lo político. Es la fuga hacia adelante. Entender que la presidenta puede tratar de contener la indignación por los excesos y la corrupción, o puede encabezar el enojo. Claro que eso implica exhibir a políticos, del pasado “neoliberal” pero también del pasado lopezobradorista. Eso significa dejar de usar su capital para dar la cara por los demás, para usarlo en contra de los que hoy le restan más que sumarle.

Sin duda esto trasciende el plano de la comunicación. Es una decisión de poder. Se trata de un acto de voluntad y de condiciones objetivas que le permitan tomar esas decisiones. Dentro y fuera del gobierno hay quien quisiera que la presidenta siga este camino, aunque algunos piensan que eso es tanto como cortar las patas de la silla en la que está sentada.

El caso del huachicol fiscal y la Marina es el primer acto del gobierno contra la corrupción del pasado inmediato. La pregunta es si es el inicio de un proceso para que la presidenta se haga cargo de la narrativa, o si fue solo un mal paso, un efecto colateral, un accidente del que ahora hay que controlar los daños para volver a lo de antes. Veremos.

Mario Campos

@mariocampos