Este 2025 la Organización de Naciones Unidas cumple 80 años de existencia, celebración que se llevará a cabo en medio de un ambiente de conflictos bélicos y tensiones entre las potencias mundiales que amenazan la paz y la seguridad internacionales.
No hay duda de que los tiempos actuales se vislumbran difíciles para la ONU, que por mucho tiempo representó una alternativa en la gestión de conflictos y el establecimiento de la paz, pero el multilateralismo que las Naciones Unidas simbolizan está entrando en una fase de desinstitucionalización en la que los Estados se saltan procedimientos, basta recordar las maniobras que el presidente Donald Trump ha venido realizando para mediar entre Rusia y Ucrania o su involucramiento en la confrontación entre Israel e Irán, por cierto, ambos sin éxito aparente.
Viendo en retrospectiva, evitar a organizaciones internacionales para contribuir al restablecimiento de la paz no sólo se ha traducido en pérdida de tiempo, también puede generar más problemas especialmente a civiles enfrascados en un conflicto. En Haití, la administración de Joe Biden solicitó al Consejo de Seguridad enviar una misión ad hoc liderada por Kenia, esta misión improvisada, si bien valiente e innovadora por enfrentar a bandas criminales, fue excepcionalmente complicada por la ausencia de recursos financieros y logísticos que suele proporcionar la ONU. Al final, Biden pidió al Consejo de Seguridad considerar el envío de cascos azules para sustituir a Kenia, pero ni el gobierno de Trump ni el propio Consejo han decidido al respecto y, quizá uno de los motivos detrás es evitar discusiones con China y Rusia en el seno del Consejo de Seguridad.
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En el caso de las crisis humanitarias y las consecuencias de prescindir de instituciones internacionales que prestan ayuda pueden ser lamentables. En Gaza, por ejemplo, desde que Hamás atacó a Israel en octubre de 2023, el gobierno israelí ha impedido que el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas (UNRWA) ayude a los palestinos bajo el argumento de que el organismo trabaja en colusión con Hamás. En sustitución del UNRWA, Israel, apoyado por Estados Unidos, ha permitido a la Fundación Humanitaria de Gaza brindar ayuda a los 2.1 millones de palestinos víctimas del conflicto, pero a decir verdad el papel de la Fundación ha sido inoperante pues las fuerzas israelíes disparan indiscriminadamente a los palestinos que acuden a los centros de distribución de alimentos, además es obvio que difícilmente podrá reemplazar el trabajo en términos de alcance temporal y espacial que las agencias de la ONU realizan estos casos.
Por supuesto, entre las razones que subyacen en la desinstitucionalización internacional se encuentran la creciente desconfianza hacia las agencias de la ONU por una supuesta imparcialidad ya que algunos países las ven como herramientas de Estados Unidos y otras grandes potencias. En este sentido, además del caso israelí con los palestinos, Irán es una prueba fehaciente de recelo hacia el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) pues los iraníes aseguran que los informes de la OIEA están sesgados políticamente, esto incluso antes que Estados Unidos atacara las instalaciones nucleares de Irán en junio pasado.
Por supuesto, los ejemplos mencionados han sido prueba y error en terreno, en que finalmente los actores en conflicto han decidido por sí mismos, no obstante, también existen factores endógenos a Naciones Unidas que impactan en su labor, especialmente en la del Consejo de Seguridad. No en vano en marzo de este año el secretario general António Guterres lanzó la iniciativa de reforma ONU80.
De aprobarse la iniciativa ONU80, quizá una repercusión cuasi inmediata sería la liquidez de la ONU que ha llegado a números rojos debido al incumplimiento de los Estados miembros en el pago de cuotas, en particular Estados Unidos, y que ha obligado a la organización a operar con recursos limitados. En el caso del Consejo de Seguridad, la propuesta de Guterres incluye recortes presupuestarios en las operaciones de mantenimiento de la paz (OMP), cuyos efectivos desplegados alrededor del mundo hoy ascienden a 60 mil, así como un plan fusionar oficinas y eliminar duplicidad de funciones. Cabe señalar que ya se ha propuesto la repatriación de contingentes de OMP para reducir costos, lo que es preocupante especialmente en lo que a la protección de los civiles se refiere.
Para aquellos que postulan que la función de las Naciones Unidas ya es irrelevante o que podría ser más eficiente, no pueden negar que la organización creó un marco para mitigar y resolver conflictos, así como para brindar asistencia humanitaria, y que organismos como el OIEA y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas han fungido como árbitros entre los Estados comprometidos con la no proliferación. En este sentido, es útil, el reto es ver de qué manera la ONU se renueva en estos tiempos convulsos, sin llegar a soluciones simplistas, como aumentar el número de miembros permanentes del Consejo de Seguridad o reducir gastos de operación sólo por reducir, aunque esto afecte la operación propia de la Organización.
