Steve Witkoff, el representante de confianza de Donald Trump para algunos de los asuntos diplomáticos más delicados, fue recibido por Vladimir Putin por quinta ocasión el viernes 6 de agosto. Poco se sabe del encargo que llevaba y del contenido de una conversación que duró alrededor de tres horas. A su regreso a Washington Witkoff anunció que Trump y Putin tendrán un encuentro y este viernes quedó definido que será en Alaska el 15 de agosto.
Trump calificó el encuentro de Witkoff y Putin como altamente productivo aunque aclaró que no había avances específicos. Un encuentro inesperado que ocurrió a pesar de las repetidas ocasiones en que Trump se dijo decepcionado porque en sus conversaciones por teléfono Putin se mostraba amigable pero más tarde lanzaba bombas sobre Ucrania. Lo que no indica que en tales conversaciones se hubiera acordado algo distinto.
Trump insiste en un alto al fuego incondicional de 30 días en Ucrania como precedente a una negociación de paz duradera. Al respecto Putin ha hecho preguntas incómodas: ¿durante el alto al fuego seguirían llegando armas a Ucrania y Estados Unidos le seguiría prestando ayuda logística? Rusia teme que un alto al fuego incondicional sería unilateralmente favorable a Ucrania al grado de que podría ser aprovechado para la entrada de tropas de la OTAN, la alianza militar occidental y en cambio si Rusia las ataca entrarían en vigor los acuerdos de defensa entre Estados Unidos y los países europeos.
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La posición de Rusia ha sido invariable en lo esencial; Ucrania debe ser un país neutral; sin bases militares extranjeras, armas nucleares o capacidad para atacar a Rusia; con respeto a los derechos humanos, de lengua y cultura de su población de cultura rusa; y con un gobierno elegido democráticamente. Aquí es oportuno recordar que el actual gobierno es heredero de un golpe de estado que inició una violenta guerra civil en la que el gobierno prohibió el uso de la lengua rusa, desterró a la iglesia ortodoxa rusa y bombardeó durante ocho años a las provincias de mayoría rusa que se opusieron al golpe de estado.
Ahora, tras años de guerra y los continuos avances militares sobre el terreno Rusia ha declarado que cuatro provincias de mayoría rusa, más la península de Crimea son parte integral de Rusia y deben ser desalojadas por el ejército ucraniano.
Trump anunció que si no había un alto al fuego le impondría a Rusia más sanciones directas y otras secundarias. Estas últimas se aplicarían a los países que le compran petróleo a Rusia; en particular China e India. Estas sanciones, las directas y las secundarias, entrarían en vigor en 50 días. Más adelante Trump redujo la fecha límite a 10 o 12 días y luego determinó que serían efectivas el 8 de agosto. El hecho es que Trump firmó una orden ejecutiva “para enfrentar la amenaza rusa” el 6 de agosto, el mismo día que se anunció el próximo encuentro con Putin. Solo que la orden ejecutiva simplemente reafirma las sanciones ya existentes contra Rusia y le impone a India un impuesto adicional del 25 por ciento por comprarle petróleo a Rusia. El decreto amenaza en general a cualquier otro país que le compre petróleo, pero tiene una notable ausencia; no menciona a China.
Así pues los aranceles a las importaciones de India suben al 50 por ciento y entrarán en vigor… 21 días después de firmada la orden. Pero, como lo aclara el decreto, la orden puede cambiar si cambian las circunstancias.
Los posibles motivos del encuentro son varios, todos muy importantes o, mejor dicho, la suma de todos ellos. Uno es que ante la amenaza de sanciones Rusia respondió con indiferencia, no se amenazó a China porque ante las amenazas anterior de imponerle altos aranceles, ésta respondió imponiéndole aranceles a Estados Unidos, y algo peor, limitó sus exportaciones de tierras raras de las que la industria norteamericana, incluyendo la militar, es altamente dependiente.
India no cedió a la amenaza de aranceles que fue acompañada de que elimine todas las barreras comerciales a las importaciones de Estados Unidos. Algo políticamente imposible porque tanto si compra petróleo y gas más caro, como si abre su frontera a las importaciones alimentarias enfrentaría la revuelta de sus productores agrícolas, ganaderos y pesqueros.
Rusia, China e India no se dejaron intimidar porque son, en conjunto, autosuficientes en alimentos y energéticos.
Un segundo posible motivo del apresurado encuentro es que Rusia se encuentra cercana a romper la última barrera defensiva realmente fuerte de Ucrania y con ello podría avanzar de manera mucho más rápida hacia el oeste, incluyendo la capital y Odessa, el único gran puerto marítimo que le resta a Ucrania.
La derrota ucraniana es inevitable y cercana; así que a Trump le urge algún acuerdo que permita atemperar o disimular la victoria rusa. Es posible que en esa cumbre se negocien fases de transición que le den a Rusia la seguridad existencial que siempre ha exigido pero que le permitan a Trump convertirse en el héroe de un acuerdo de paz. Un ejemplo sería que consiga que Rusia no se quede con Odessa, lo que convertiría a Ucrania en un país sin acceso al mar.
Un tercer motivo del encuentro es mucho más ominoso. La amenaza nuclear se había salido de control. Hay sospechas de que el ataque con drones infiltrados a la fuerza aérea nuclear rusa, destruyendo varios aviones, no pudo ser operado por Ucrania sin ayuda occidental.
Rusia expresó su preocupación de que se pudiera intentar un ataque sorpresa de decapitación de sus mandos y señaló que en ese caso la respuesta nuclear masiva sería automática. Entonces Trump aumentó la amenaza al ordenar que dos submarinos cargados de misiles nucleares se acercaran a la costa ártica rusa y así redujo el trayecto y el tiempo de un posible ataque; también envió bombas atómicas a una de sus bases en Inglaterra, desde donde las puede lanzar incluso sin autorización británica, y sigue adelante con el plan de colocar misiles en Alemania en 2026.
El cinco de agosto Rusia respondió anunciando su salida del tratado de limitación de fuerzas nucleares de alcance medio que firmó con Estados Unidos en 1987. Trump se salió de ese tratado desde 2019 pero Rusia lo siguió cumpliendo con la esperanza de que Estados Unidos decidiera regresar al mismo.
Tal vez lo peor es que el cinco de febrero de 2026 vence el último acuerdo bilateral de control de armas nucleares estratégicas. Si el acuerdo no se extiende o es sustituido por otro mejor, es posible que Estados Unidos y Rusia se lancen a una carrera armamentista sin limitaciones ni vigilancia mutua. Y si algo le sobra al mundo son armas nucleares, amenazas cada vez más estridentes y reposicionamientos de fuerzas nucleares para hacerlas más amenazantes. Estas son ya más que suficientes para acabar con la vida entera en el planeta.
