La historia de Israel Vallarta es una muestra del nivel de impunidad que priva en México, es un ejemplo vivo de las deficiencias del sistema de impartición de justicia, es hecho a la luz del día de cómo la corrupción permea en todos los niveles policíacos y la colusión en la que de los medios de comunicación se pueden ver envueltos sólo por pretender pertenece al grupo en el poder para acceder a “información privilegiada”.
El caso Israel Vallarta es apenas uno de los miles, quizás cientos de miles, de expedientes que han sido olvidados o postergados a causa de la corrupción y tráfico de influencias que son el verdadero motor de la impartición de justicia en México.
Pero el caso Israel Vallarta no es sólo un acto de corrupción del sistema judicial, también en el policiaco que es en donde está el principal nodo de corrupción que trasciende hacia los poderes judiciales, económicos y políticos. Esta historia lo refleja perfectamente.
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Es importante poner en su justa dimensión el nivel de corrupción de los sistemas de seguridad y de las policías en todos los rincones del país, es desde donde se puede condicionar al sistema judicial, donde se generan y fabrican los primeros antecedentes de un delito, donde se le pueden agregar o restar atenuantes a un indiciado sin mencionar por supuesto el abuso de poder y la violación de los derechos humanos.
Este es un caso que trasciende la tesis sobre si la corrupción es mayor en este gobierno que en sexenios anteriores. El sistema de corrupción e impunidad que impera en el país está presente en éste y en los gobiernos del pasado. La historia de Israel Vallarta es una muestra de ello.
Así que mantener la crítica simplista de que este gobierno por ser izquierda es más corrupto que los anteriores es mantener una narrativa hueca que nos hace ciegos ante un problema más grave que es la impunidad.
CORRUPCIÓN-IMPUNIDAD es el binomio que prevalece en el día a día desde hace tiempo, hay muchos y para mencionar algunos es necesario recurrir a la odiosa pero necesaria historia. En tiempos del Negro Durazo, la banda de los “Caletri” dedicada al secuestro y robo de bancos, era liderada por un ex oficial del ejército que también había perteneció a la DIP. En la década de los noventa, la banda de secuestradores liderada por el “Mocha Orejas”, también fue vinculada con los altos mandos policiales. El nivel de poder que ostentaba Miguel Ángel Félix Gallardo, “el jefe de jefes” fundador del cártel de Guadalajara, fue miembro de las corporaciones policiacas en Sinaloa.
Es decir, muchas de las agrupaciones más peligrosas y activas que operan en México, se han gestado en el corazón de las corporaciones policiales ya sean locales, estatales o federales incluido sin obviar a miembros y exmiembros del ejército como en el caso de los Zetas. Así que, seguir señalando que los gobiernos de la 4T están más ligados al narco que los anteriores es escupir al cielo.
El principal problema que tenemos es habernos convertido en una sociedad indolente y a veces coludida con la corrupción y el abuso de poder tanto del sistema judicial como de los sistemas de seguridad, pues como en el caso de Eduardo Margolis, pretender “beneficiarse” de las elites del poder policial y judicial por el sólo hecho de cultivar relaciones de colusión y corrupción, es casi como ponerse una pistola en la cabeza, pues nunca se sabe en qué momento se saldrá de control.
Demandarle y reclamarle irracionalmente a este gobierno que acabe de “tajo” con la corrupción en el país, es no haber entendido aún, el tejido que impera entre las diversas corporaciones policiacas del país y los grupos de poder y corrupción comunitarios que se han apropiado de la seguridad en muchas regiones del país gracias a la inoperancia de gobiernos del pasado y su colusión en algunos casos con el crimen organizado.
Que hoy aún sucede con este gobierno, es cierto, pero un engendro de corrupción como el que impera en el país no podrá ser erradicado si no se limpian los cuerpos policiacos y para que eso ocurra, primero veremos caer más mandos altos y medios de las policías, seremos testigos de más atentados y se revelaran más políticos coludidos de éste y de gobiernos del pasado, de uno y de todos los partidos políticos sin excepción. El nivel de colusión y corrupción de los grupos policiales sigue tan vigente como en épocas de García Luna y compañía, esto por una razón, tanto él como Cárdenas Palomino, fueron las cabezas visibles, pero cuando salieron, la semilla de la impunidad y corrupción siguió permeando dentro de los órganos policiales como cuando ellos llegaron.
Así que tanto el gobierno actual como los anteriores, deben librar una guerra fratricida porque el enemigo está dentro. La lucha contra la inseguridad no es únicamente contra los cárteles, también es contra las corporaciones policiales muchas veces vinculados a estos.
No se trata de disculpar ni eximir a nadie de sus responsabilidades, se trata de dimensionar el problema tan enraizado de la corrupción e impunidad que reinan en el país, debemos entender que el combate a la corrupción va más allá de remover o encarcelar a uno u otro funcionario público o político.
Un ejemplo reciente, fue la implementación del mando único en la policía del Estado de México, que fue base para lanzar el operativo “liberación” que provocó múltiples detenciones de distintas células de extorsionadores vinculados a la policía estatal que luego derivó en manifestaciones de “agrupaciones civiles” de transportistas” que “reclamaban” el secuestro de uno de sus líderes, justo el mismo día del operativo realizado por el mando federal de seguridad.
Esa fue una manifestación de presión de los grupos delincuenciales a las acciones del gobierno que golpeó directamente las células del crimen organizado y la corrupción policial. Esto explica de alguna manera las imágenes que circularon por redes sociales en las que se veía a algunos miembros de esas células, destrozando una patrulla mientras tres o cuatro policías con armas largas se mantienen como espectadores ante las amenazas de los “delincuentes” que no se preocuparon por tapar su rostro.
Los medios mostraron las imágenes como ineptitud policíaca, pero ¿por qué no actuaron los policías si todos iban bien equipados y con armas largas? ¿no era sencillo amagar a los individuos que destruyeron la patrulla con piedras y cadenas? ¿por qué no hicieron nada? Al menos eso fue lo que mostraron las imágenes de los medios.
La respuesta es simple, por la colusión policíaca con la CORRUPCIÓN y la IMPUNIDAD. Desafíos para éste y futuros gobiernos, pero también para la sociedad civil que deberá denunciar y exigir justicia transparente y expedita ante dicho binomio. No hacerlo y seguir criticando por criticar, nos hace parte del problema, ese es el Estado de Derecho que reclamamos todos los mexicanos.
