AGENDA PÚBLICA

El superpoder perdido: Palacio ya no marca la agenda

En la conversación pública la presidenta no lleva mano, incluso en los temas que ella ha tratado de alargar, como las cifras sobre la disminución de la pobreza. | Mario Campos

Escrito en OPINIÓN el

Las últimas semanas han sido malas para la agenda presidencial. Si uno mira la lista de temas de la conversación en redes sociales y medios, queda claro por qué. En estos días la presidenta ha tenido que responder ante los cuestionamientos por las acciones de Adán Augusto López, cuando fue gobernador de Tabasco. En las mañaneras, la presidenta Claudia Sheinbaum ha tenido que salir a defender a Beatriz Gutiérrez Müller, y a referirse a las acciones de los hijos de López Obrador.

En la conversación pública la presidenta no lleva mano, incluso en los temas que ella ha tratado de alargar, como las cifras sobre la disminución de la pobreza.

Si uno piensa en las notas de las últimas semanas encontrará noticias como la respuesta a la DEA que puso el tema de un acuerdo negado por la presidenta; el (no) descarrilamiento del Tren Maya; el regreso de la cobertura sobre el huachicol que permanece pese al triunfalismo del gobierno anterior.

Este fenómeno debería preocupar en Palacio Nacional. En especial si se compara con el sexenio de López Obrador que tenía como superpoder el establecimiento de la agenda pública. Desde las mañaneras AMLO ponía al país a hablar del avión presidencial, del sueldo de Loret, del sistema de salud de Dinamarca, Dos Bocas, o la compra de Mexicana.

La conversación pública podía estar a favor o en contra de cada tema pero sin duda reaccionaba a las provocaciones presidenciales. Ese fenómeno no ocurre en la actual administración que hoy es mucho más reactiva a los temas generados por otros actores. A veces públicos, a veces ocultos, como los que filtraron las facturas de “Andy” en Japón.

¿Qué puede hacer la presidenta frente a eso, más allá de reclamar los criterios editoriales de los medios como hiciera hace unos días? Quizá replantear el modelo de comunicación heredado por su antecesor. La presidenta -y esto es para bien- no polariza con la misma intensidad; personaliza menos los ataques y no es obsesiva de los temas como López Obrador.

Eso explica en parte la pérdida de la agenda. A eso se suma que no tiene grandes proyectos que poner bajo el reflector, porque se agotaron los recursos y porque ahora le toca rendir cuentas de los malos resultados en iniciativas como Mexicana o el AIFA. 

El gobierno sigue la lógica de mantener una comunicación enfocada en la figura presidencial. Los miembros del gabinete casi no salen a entrevistas -salvo excepciones como Omar García Harfuch o David Kershenobich- y fuera de las mañaneras no hay realmente una política de comunicación social que establezca temas y los mantenga a lo largo de los días.

Peor aún, buena parte de la comunicación presidencial ha tenido que desviar recursos para defender a los cuadros de Morena, del Congreso o de los gobiernos estatales. En vez de que los actores políticos usen su capital para defender a la presidenta, es ella quien tiene que ha tenido que salir a dar la cara por ellos. 

Habrá quien señale -sobre todo los impulsores del modelo actual- que las cosas van bien según las encuestas; que no importan la prensa ni las redes, pero a ningún gobierno le sirve perder el control de la agenda pública, y tarde o temprano, eso genera facturas que se tienen que pagar.

Mario Campos

@mariocampos