Desde que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo planteó la posibilidad de desarrollar un vehículo automotor mexicano, la propuesta ha sido recibida con escepticismo. Sin embargo, lejos de ser una quimera, el éxito de un vehículo nacional como Olinia depende de una estrategia clara y de acciones complementarias por parte de todos los niveles de gobierno.
Hace algunos años, visité un laboratorio de innovación en Massachusetts donde experimentaban con triciclos eléctricos autónomos. La configuración de dos ruedas al frente y una atrás resolvía el problema de equilibrio de la bicicleta, manteniendo su ligereza. Imaginé entonces un vehículo que, mediante una app, llegara por nosotros y nos llevara a cualquier destino local, con una mínima huella ecológica.
En la última década, el mercado ha visto el surgimiento de una amplia gama de vehículos eléctricos ultracompactos: desde monociclos hasta cuatriciclos con caja de carga. La mayoría cuesta menos de 100 mil pesos y, en términos de seguridad, son comparables con una bicicleta, siempre que no superen los 30 km/h.
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Esa velocidad no es casual. Estudios de seguridad vial coinciden en que 30 km/h es el umbral donde, en caso de accidente, las probabilidades de sobrevivencia son altísimas. Por encima de esa velocidad, los riesgos aumentan exponencialmente. Aunque parezca poco, mantener 30 km/h constantes permitiría cruzar la ciudad, de Xochimilco a la Basílica de Guadalupe, en apenas una hora.
El Olinia se anunció inicialmente por debajo de los 100 mil pesos, pero hoy se estima que costará entre 90 y 150 mil. Aun así, sigue estando por debajo del auto más barato del mercado, el Renault Kwid. No podemos esperar que tenga grandes prestaciones en seguridad o equipamiento. Olinia no está diseñado para autopistas ni para el Periférico; su lugar está en calles locales, donde ya se ha sugerido que podría sustituir a los mototaxis, omnipresentes en muchas ciudades mexicanas, especialmente en zonas de bajos ingresos y como complemento del transporte público.
No olvidemos que la mayoría de los automóviles en circulación transportan a una sola persona. El promedio es de 1.3 ocupantes por vehículo, lo cual resulta ineficiente: un coche como el Kwid, de 3.7 metros de largo y 1.6 de ancho, ocupa más de 6 m² para mover a una sola persona. En contraste, el metro transporta hasta 6 personas por m².
El futuro de la movilidad no puede seguir dependiendo del automóvil individual. Necesitamos consolidar sistemas de transporte público robustos, ejes ciclistas seguros y ciudades caminables. No obstante, los vehículos eléctricos ultracompactos pueden ser un complemento valioso, siempre que vayan acompañados de medidas estructurales como la reducción de velocidades urbanas y el diseño de calles más seguras.
Una transformación de este tipo también facilitaría la transición hacia tecnologías más avanzadas, como los vehículos autónomos. Es más fácil lograr una conducción autónoma en entornos urbanos de baja velocidad que en el caos actual de nuestras calles, dominadas por la prisa y la agresividad. Cabe recordar que la primera víctima mortal de un vehículo autónomo fue atropellada cruzando una calle en un punto no habilitado para ello. Las pruebas de esta tecnología aún no se han enfrentado a entornos tan impredecibles, y desordenados, como los nuestros.
La oportunidad tecnológica para México está en apostar por la ligereza, la eficiencia espacial y la seguridad a baja velocidad. Triciclos, cuatriciclos y otras formas de microvehículos eléctricos pueden ser parte de esta revolución urbana. Olinia, el cuatriciclo mexicano, apunta en la dirección correcta.
No obstante, no bastará con lanzar Olinia al mercado. Su éxito dependerá de un cambio de paradigma en nuestras ciudades: infraestructura segura, velocidades controladas, investigación constante y voluntad política para rediseñar el espacio público. Si avanzamos en esa ruta, Olinia podría ser no solo un vehículo más, sino el catalizador de una nueva era en la movilidad urbana de México y el mundo.
