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Los próximos 50 años y la cumbre de Alaska

La cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin marca un parteaguas que puede definir la geopolítica de los próximos 50 años. | Eduardo Zerón García

Escrito en OPINIÓN el

La cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin marca un parteaguas que puede definir la geopolítica de los próximos 50 años. El deshielo proyectado en el Ártico hacia 2030 convertirá a esta región en el nuevo centro de defensa, comercio y estrategia mundial. Allí confluyen Rusia, Estados Unidos, China, Groenlandia y varios países europeos, en un tablero donde la proximidad geográfica se traduce en poder.

El encuentro ha generado lecturas encontradas: algunos lo ven como un triunfo de Putin, otros como una derrota de Trump. En realidad, ambos se llevan ganancias distintas. Moscú consolida su control sobre Crimea, Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Jersón —unos 41,000 km²— que, de ser reconocidos, representarían una victoria estratégica para Putin. Washington, en cambio, apuesta a la reconstrucción de Ucrania y al acceso a minerales críticos que garantizarán recursos incalculables para la economía estadounidense, aun cuando el precio sea dejar a Kiev como un país devastado y fragmentado.

Europa reaccionó con reflejos políticos sorprendentes. Apenas días después de la cumbre, se alineó con Zelenski en un encuentro improvisado con Trump, advirtiendo que apoyará a Ucrania en cualquier escenario. Con ello, la Unión Europea gana tiempo, refuerza la confianza y deja claro que la agresión rusa no solo amenaza a Ucrania, sino al futuro del continente. Europa exige que cualquier acuerdo garantice seguridad a largo plazo para Kiev, incluso planteando condiciones similares a las de la OTAN sin la membresía formal. La respuesta rusa fue inmediata: Moscú no tolerará tropas de la Alianza en territorio ucraniano.

Trump, lejos de salir vacío, conserva cartas fuertes: restablecer el abasto energético a Europa, rehabilitar o sustituir los gasoductos Nord Stream, y negociar un levantamiento de sanciones que hoy pesan sobre la economía rusa. Aunque Moscú ha sabido dinamizar su mercado interno y voltear hacia China, los costos de la guerra comienzan a evidenciarse. Esa presión ofrece margen de maniobra a Washington.

Trump, para bien o para mal, ya sentó a los actores en la mesa y pone a Europa a un costado para respaldar una decisión que no debería ser unilateral de Trump, porque si no fracasa, él no cargará con todo el peso, lo cual sería lo de menos, ya que lo que está en juego para Estados Unidos tiene como telón de fondo sigue siendo el Ártico, donde para los americanos su único territorio es Alaska, entonces la necesidad de un acuerdo duradero que les permita aprovechar lo que podría llegar hasta el 30% del comercio internacional en esa región del mundo, se vuelve un interés estratégico fundamental. 

De concretarse, Trump comenzaría a presionar para la anexión de Groenlandia o convertir a Canadá en un Estado más, como lo planteó al exministro Trudeau. Washington ya tiene armas relacionadas con el tráfico de fentanilo y de organizaciones terroristas para avanzar en sus intereses. Mientras que Europa no se quedaría con los brazos cruzados, ya que sus únicos territorios en esas latitudes son Dinamarca, Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia; estos últimos de reciente ingreso en la OTAN, con el propósito de presionar a Putin, pero también de integrarlos dentro de su estrategia, en la que también se ha contemplado la eventual salida de Estados Unidos de la OTAN.

Parecería increíble que ahora una de las estrategias que se mencionan es que Canadá pudiera ser parte de la Unión Europea, y en consecuencia forzar a estrechar los lazos para todos y con la posibilidad de que Trump se alíe con Putin e incluso con Xi para controlar esta geografía. 

De cualquier manera, hay muchos escenarios que se están viviendo y que todo puede cambiar, sin embargo, la paz de Ucrania depende en este momento solamente de lo que puedan acordar Putin, y Trump respecto al Ártico.

Moneda al aire: “El Mayo”

El acuerdo de culpabilidad de Ismael “El Mayo” Zambada marca un punto de inflexión en la historia del narcotráfico. Se perfila como el inicio de una de las colaboraciones más trascendentes que se haya registrado en este fenómeno criminal. Con más de cuatro décadas en el negocio, Zambada supo moverse como negociador entre gobiernos, empresas y organizaciones delictivas, cultivando un equilibrio basado en la discreción y en la “paz” entre criminales.

Ahora, su cooperación promete revelar los secretos de toda una era: desde sus vínculos en tiempos del presidente Miguel de la Madrid hasta la actualidad. Lo que está en juego no es solo el retrato íntimo de su imperio criminal, sino también las consecuencias que acarreará para quienes, durante décadas, fueron parte o beneficiarios de esas negociaciones.

Eduardo Zerón García

@EZeronG