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Los de Morena, ¿no son lo mismo?

Aunque en el discurso sigan afirmando que son diferentes a los de antes, muchos personajes de Morena ya se ven iguales. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

No somos lo mismo, no somos iguales”: la frase fue emblemática y de alto impacto. De hecho, se convirtió en una de los recursos retóricos más importantes del movimiento que encabezó Andrés Manuel López Obrador desde que fue electo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, hace 25 años. 

Muchísima gente le creyó. Como en toda buena estrategia de comunicación política, los hechos así lo demostraron durante mucho tiempo. Por lo menos en las actitudes del líder máximo de Morena, en su estilo personal de vida y en lo que se percibía de varios líderes que estaban cerca de él. Fue, sin duda, un acto de congruencia política.  

La distinción estaba bien clara. Al expresidente le fue muy útil para marcar distancia con el PRI y con el PAN. Con Vicente Fox, Felipe Calderón y Genaro García Luna. Por supuesto que también con algunos empresarios, con “la mafia del poder” y con los conservadores. La expresión propagandística tenía sentido. Le funcionaba.

Para quien concentraba prácticamente toda la atención de un movimiento que estaba en contra de lo que el llamaba el PRIAN, mantenía el foco. No había motivos para no creerle. Sin embargo, pocos imaginaban que al ganar la Presidencia de la República en 2018, poco a poco, la percepción del “no somos lo mismo” comenzaría a desvanecerse.

Por si no lo leíste: Escándalo de corrupción pone a Sheinbaum a la defensiva frente a Trump: The New York Times.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha considerado conveniente reutilizar la frase en distintas ocasiones. Pero ya no logra el mismo efecto. Demasiados hechos confirman lo contrario. Es cierto que no es apropiado generalizar. Pero, aunque se mantiene la confianza de la mayoría en la primera mandataria, varios integrantes del movimiento se empeñan en demostrar que, o son iguales, o muy parecidos a los de siempre.

Es natural. El exceso de poder nunca ha estado separado de la corrupción y el abuso. Tampoco la satisfacción de intereses personales o de grupo. Y esta fusión no distingue ideología ni origen social. Sin embargo, afirmar que todas y todos abusan o se corrompen es un exceso, una falacia. Por supuesto que sí existen la honestidad y la congruencia, incluso en las más altas esferas de quienes nos gobiernan.

La obtención desleal de beneficios, las injusticias, extralimitaciones, atropellos e incumplimiento de compromisos o promesas son factores que atentan contra la credibilidad, confianza y popularidad que necesitan las y los gobernantes para seguir en el poder y mantener la gobernabilidad. El problema es que muchos no parecen darse cuenta de esta situación.

Consulta: Susana Ridao Rodrigo y José Torres Álvarez. "¿Por qué a menudo suenan iguales todos los políticos?", en The Conversation, 23/03/2025. 

Las afectaciones y daños colaterales que provocan los ignorantes, abusivos, corruptos y ventajosos no se resuelven sólo con leyes justas y estrictas. Para que la democracia funcione mejor, se necesita consolidar una cultura apegada al respeto a los derechos humanos y el bienestar de la población, sustentados en valores éticos que permeen transversalmente en todos los estratos de los grupos de poder y la sociedad.

Como esto es imposible, y porque siempre habrá políticos oportunistas que no les interesan ni los grandes proyectos de nación ni el cambio político para avanzar en términos de un verdadero bienestar para la población, se aprovechan del uso de recursos públicos para mantener a la ciudadanía bajo control con el uso selectivo de recursos públicos a través, principalmente, de los programas sociales.

Es verdad que los sistemas clientelares, corporativistas y asistencialistas pueden dar la impresión de reducir los niveles de pobreza y de crear sociedades más justas e igualitarias. Sin embargo, también lo es que incrementan la pasividad y la apatía de la gente, obstaculizando el impulso o defensa de los contrapesos capaces de inhibir las conductas que se consideran inapropiadas para los personajes de poder en un régimen democrático.

Lee también: Ricardo del Muro. "Plaga de grillos y roedores amenazan a Morena", en Opinión La Silla Rota, 11/08/2025.

El parecido entre la mayoría de las y los personajes de poder no se manifiesta de manera exclusiva con la falta de cuidado y congruencia entre lo que dicen y lo que hacen. Desde que se instauró el modelo neoliberal, se parecen en sus narrativas, en sus comportamientos, formas de argumentar y en el uso de eufemismos. Además, su lenguaje no verbal y apariencia física es similar. 

Pero eso no es todo. Pocas son las diferencias en los procesos de construcción de sus agendas. El despliegue de recursos, la prepotencia, los gastos excesivos que hacen y la ostentación de algunos contamina y refuerza la percepción de la ciudadanía en el sentido de que, a final de cuentas, “todos son iguales”.

Derivado de lo anterior, es evidente que no se han realizado los diagnósticos que hacen falta ni se ha puesto el cuidado para hacer los ajustes profundos que requieren sus estrategias de comunicación política. Dicen los clásicos que “para ser, hay que parecer”. El principio sigue vigente, pero muchos líderes de Morena aún no terminan por comprenderlo ni han sabido ponerlo en práctica.

Recomendación editorial: Noam Chomsky. Sobre el poder y la ideología. Madrid, España: Editorial A. Machado Libros, 1998.

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata