De cara a las elecciones de 2027, Morena enfrenta un desafío típico de los partidos de masas: preservar su hegemonía y a la vez recuperar por lo menos la “buena imagen” que atrajo a millones de ciudadanos, mediante una depuración interna. En otras palabras: urge barrer la casa y aplicar la fórmula Pinol para aromatizar, limpiar y desinfectar.
En un principio, la aparición en las filas de Morena de personajes como Manuel Bartlett y Nacho Ovalle se interpretó como producto de la redención o el pragmatismo, pero el multimillonario fraude de Segalmex y los recientes casos de Adán Augusto, Monreal y Andy, muestran que Morena ha sido invadida por plagas que amenazan con destruir a “la esperanza de México”.
El Movimiento de Regeneración Nacional fue creado el 2 de octubre de 2011 en el seno del Partido de la Revolución Democrática (PRD), como una alternativa para regenerar –como indica su nombre– el sistema político mexicano, impulsado por Andrés Manuel López Obrador y apoyado por una base militante nutrida de las distintas vertientes de la izquierda mexicana.
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Sin embargo, el rápido ascenso electoral de Morena —y su transformación, a partir de 2018, en el partido hegemónico — lo convirtió en un imán para políticos de todos los signos. Expriistas, expanistas e incluso perfiles sin militancia previa encontraron en él la vía más directa al poder. Hoy, las cifras de afiliación muestran un crecimiento descomunal: más de siete millones de militantes en 2025, con una meta declarada de diez millones para 2027.
En contraste, el padrón del Partido Revolucionario Institucional (PRI), según datos del INE, pasó de más de 6.7 millones de militantes en 2019 a 1.4 millones en 2023, lo que implica que cerca del 80% de su militancia “desapareció” o brincaron como “chapulines” a las filas de Morena.
Así, en su afán de ganar elecciones a cualquier precio –en los estados, el Congreso y más recientemente en el poder Judicial–, se abrió la puerta a políticos de todos los colores e ideologías; incluso a personajes de oscuro pasado como los Yunes. Y ahora, cuando Morena y sus aliados –el PVEM y el PT, que también tienen a personajes tenebrosos– se enfilan a renovar cuadros en la elección de 2027, prácticamente sin enemigo al frente, empiezan a percibirse las grietas y los olores desagradables en el partido.
El octavo congreso del Consejo Nacional de Morena, el pasado 20 de julio, se realizó en un momento difícil para el grupo gobernante, enfrentando un incierto panorama económico y el malestar de gran parte de la ciudadanía, además de pugnas internas y el escándalo en torno al coordinador de los senadores, Adán Augusto López, por los presuntos nexos con el crimen organizado de quien fue su colaborador en Tabasco.
Ante este panorama, por recomendación del consejo nacional, se aplicarán “filtros” en la admisión de nuevos militantes, pero a raíz de los recientes acontecimientos, esta medida debería extenderse a los viejos integrantes. Aunque la heterogeneidad de Morena complica definir y aplicar criterios uniformes para una “depuración” sin generar rupturas graves.
En las últimas semanas, Adán Augusto, el “hermano” de López Obrador se ha convertido en un personaje incómodo para Morena y lo mismo sucede con el coordinador de los diputados morenistas, Ricardo Monreal, que difundió un video donde está con bermudas y lentes oscuros, celebrando su aniversario de bodas en España, después de haber recorrido como peregrino –según dijo– el camino del apóstol Santiago.
Posteriormente, apareció la “carta de Andy”, como se conoció el texto escrito por Andrés Manuel López Beltrán, secretario de Organización de Morena, en un intento fallido para justificar un viaje de placer a Tokio, que contradice el espíritu de “austeridad republicana” que presumen los morenistas.
Mario Delgado, secretario de Educación, admitió haber vacacionado en Portugal tras ser exhibido en las redes sociales y para complementar estos episodios de impunidad, soberbia y frivolidad, salieron a la luz los artículos de lujo que presumen el morenista Sergio Gutiérrez Luna y su esposa, Diana Karina Barreras, conocida en redes como “Dato Protegido”.
En fin, estas acciones han tenido una débil respuesta de la dirigente de Morena, Luisa María Alcalde, que justificó los excesos porque utilizaron “sus propios recursos” y a la presidenta Claudia Sheinbaum no le ha quedado otra opción que evitar la confrontación con los miembros de su partido y sólo recomendar que “el poder se ejerce con humildad y sencillez”. Las evidencias, sin embargo, muestran que urge una fumigación en Morena antes de que las termitas causen más destrozos.
