No soy experto en urbanismo, ni pretendo serlo. Personas más sabias sobre el desplazamiento poblacional en las ciudades aportarán mejor al debate de la gentrificación. Sin embargo, tras 18 años de vivir en la capital del país -dos tercios de ellos en el Centro Histórico- me pregunto: ¿soy parte del problema o de la solución en la gentrificación?
Parto de mi experiencia en las colindancias del edificio habitacional en el que resido. A este lugar llegué por una mezcla de conveniencias: cercanía con transporte público, distancia razonable al trabajo, y un precio asequible.
En 2011, al decidir mudarme aquí, encontré ciertas condiciones que hacían difícil residir en esta zona. Frente al edificio, que en aquel entonces tenía un par de años de construido, había un tiradero ilegal de basura de hasta 1.5 m de altura diario. Igual te encontrabas muebles o inodoros rotos, que bolsas de desperdicios que vecinos y restaurantes depositaban ahí.
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A media calle acampaba un grupo de personas en situación de calle. Entre lonas y techos improvisados, llegaron a vivir en la esquina de Humboldt y Artículo 123 hasta 60 mujeres y hombres. Las precarias condiciones de higiene y casos de violencia hacían de ese punto un tema de atención pública. No es afán criminalizar ni minimizar a persona alguna pero seamos sinceros: es poco atractivo salir de tu casa para ver a un caballero masturbándose o defecando en la calle a plena luz del día.
Enfrente estaba un inmueble abandonado que mostraba signos de haber vivido mejores épocas. Se trataba del Edificio Humboldt, construido en 1922 por el arquitecto canadiense Thomas Sinclair Gore. De cinco pisos y una azotea hechos en estilo neocolonial y toques franceses, tuvo múltiples usos hasta convertirse en un supermercado y escuela. El deterioro de la zona desde el terremoto del 85, y predios derrumbados como en donde se encontraba el Hotel Romano -en donde está el edificio donde vivo-, provocó el eventual abandono del Humboldt, un Edificio Histórico catalogado así por el INBA y Seduvi.
Estas condiciones, más las propias de vivir en el Centro que siempre implica el riesgo de una marcha o manifestación que puede durar horas o meses, hicieron que en términos de precios vivir aquí fuera asequible para alguien que apenas ganaba sus primeros pesos.
Con el paso del tiempo y la intervención de las autoridades el entorno mejoró. El tiradero desapareció, las personas en situación de calle fueron trasladadas a un albergue -no sin controversias por temas de derechos humanos-, y el Humboldt recuperó su vida con talleres, tiendas y restaurantes tras una intervención arquitectónica.
La construcción del Archivo Nacional Agrario -con todo y sus atrasos y errores que narré hace tiempo-, impulsó la instalación de luminarias, el remozamiento de banquetas y la rehabilitación vial.
Aunque aún tiene sus desafíos el entorno, es sin duda un lugar mucho más seguro, limpio y agradable para vivir que en años atrás. No es casualidad que sea un punto frecuente de grabaciones fílmicas, que hayan surgido en los alrededores más negocios y edificios habitacionales nuevos, y eso impacte en la plusvalía y el costo de vivir aquí.
Ante lo narrado, el Bando 1 lleva a preguntarme: ¿soy gentrificador o gentrificado? Las acciones de los vecinos, de mi edificio y alrededores, han permitido regresarle algo de dignidad al entorno del Centro Histórico. Con la consecuencia de que hoy las condiciones sean distintas en términos de precio a cuando la zona estaba en el olvido.
Puedo entender que haya buenas intenciones detrás de las políticas por ofrecer vivienda digna a personas originarias de la zona, y permitir que jóvenes tengan acceso a algo que difícilmente pueden conseguir hoy. Sé que mi caso no es el de la Roma o la Condesa pero, cuando llegas a un lugar en donde vives en primera persona el cambio del abandono a la revitalización, es inevitable preguntarse de qué lado de la gentrificación se ubica uno.
Al final del día, el cambio es inevitable y es parte también de la naturaleza de las ciudades. En este proceso, ¿somos el café de autor recién molido o el mezcal añejo viendo pasar gobiernos?
