DIPUTACIONES

Diputaciones: dando su parte a las minorías

Subir la proporción de asientos por representación proporcional hasta igualarlos con los que se repartan bajo la lógica de mayoría relativa no garantiza la paridad entre votos y asientos. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

“La perfección nunca existe en la realidad, sino sólo en nuestros sueños.”
Rudolf Dreikurs.

En estos días se ha reabierto la discusión sobre las reglas para la formación de la representación legislativa en México: ¿el reparto de asientos debe responder a la lógica de un sistema dual con una parte sujeta al principio de mayoría relativa, que favorece la sobrerrepresentación de los componentes mayores, y otra a una representación proporcional que no suele alcanzar para ser cabalmente compensatoria y que por ende, al sumar ambos componentes, se obtiene una sobrerrepresentación diríamos matizada, pero que permite la formación regular de mayorías, aunque sean confeccionadas; o debe buscarse un cabal equilibrio entre votos y asientos, adoptando un reparto de los asientos por representación proporcional que ajuste las curules a asignar con la mayor exactitud posible al porcentaje logrado en la votación, sin atender a si con ello se asignan mayorías que no sean naturales?

EL DILEMA DE LA REPRESENTACIÓN

El dilema es ese, aunque en el discurso y las demandas se tergiversen y enreden. Subir la proporción de asientos por representación proporcional hasta igualarlos con los que se repartan bajo la lógica de mayoría relativa no garantiza la paridad entre votos y asientos. Así, si en la elección federal más reciente el bloque mayoritario logró con 57 por ciento de los votos el 73 por ciento de los asientos, cambiar para dar paridad al reparto conforme ambos sistemas apenas reduciría la parte del bloque mayoritario a 70 por ciento de los escaños.

¿Por qué se da esto? Porque el origen de la desproporción reside en parte en la regla que permite una sobrerrepresentación de los partidos mayoritarios de hasta ocho por ciento y en parte en la que se permite que los asientos de mayoría relativa se asignen conforme a un convenio entre partidos coaligados y no se otorguen para fines de reparto global al partido con más votos.

Así, para lograr una equidad entre votos y asientos debiera asignarse los triunfos al partido con más votos, sin importar la afiliación efectiva de quien tenga la candidatura, y además adoptar en el reparto por representación proporcional una lógica estrictamente compensatoria, que de tantos asientos a un partido como los necesarios para alcanzar su porcentaje de votos.

Sólo así se lograría la deseada proporcionalidad, aunque en elecciones con una elevada competitividad ello suponga que nadie alcance una mayoría en la cámara, lo que devuelve a la crítica al sistema de reparto formulada a principios de siglo precisamente por la inexistencia de mayorías que permitieran desahogar una agenda de reformas.

Y quedan otros elementos de cuestionamiento a esta fórmula de reparto: por un lado, obliga a la entrega de asientos por representación proporcional mediante listas bloqueadas, pues abrirlas supondría la emisión de un voto específico para la representación proporcional con los problemas de tráfico de votos entre partidos coaligados en una y otra pista que adultere la voluntad popular. Y por otro el hecho de que listas nacionales o regionales no garantizan la equidad entre electores y asientos por entidad federativa, permitiendo que haya entidades con sobre o subrepresentación.

UNA FÓRMULA ALTERNATIVA

Sorprendentemente, una fórmula alternativa para el reparto de asientos nos la da la propuesta en el llamado Plan A, que supone la elección de una cantidad de curules por entidad federativa proporcional al peso de las entidades en el padrón nacional y el reparto de los asientos por entidad por representación proporcional entre partidos o coaliciones totales por entidad. Estas reglas derivan en un equilibrio entre votos y asientos y un ajuste en la cantidad de escaños por entidad federativa acorde a su peso en el electorado. Sin embargo, no otorga garantías a la formación de mayorías legislativas.

Incluso, podría adoptarse sin riesgos de traslados espurios un sistema parecido al de  doble voto simultáneo, por el que la lista de candidaturas de cada partido o coalición en cada entidad federativa pudiera ser votada de manera abierta, logrando que se emita un voto por una persona específica que a la vez se agregue con la de otras candidaturas de su opción para el cálculo de los asientos a asignarse al partido o coalición en la entidad.

UNA FÓRMULA PELIGROSA

Pero parece que resulta extemporáneo discutir las reglas para la representación proporcional, pues la potencial propuesta de reforma no pasa por el ajuste de estas reglas, sino por su abandono. Y no parece que ello vaya a suponer la total supresión de un componente minoritario para dejar solamente un reparto de asientos por mayoría relativa, que supondría un sobrepeso de las mayorías, sino algún método de inclusión de minorías que sean votadas por la ciudadanía. Esto hace pensar en la posibilidad de que se esté pensando dar cabida a una proporción no definida (pero que pudiera ser de 125 asientos) de representantes de la primera minoría en los distritos electorales, eligiendo para ello a los que hayan alcanzado un mayor porcentaje del voto en su distrito.

Un sistema de este tipo deriva en varios inconvenientes. Primero que nada, suponer que el voto relativo de un segundo lugar en un distrito es cotejable con el del segundo lugar en otros distritos es hacer tabla rasa de las condiciones particulares de la competencia electoral en cada distrito, castigando las contiendas plurales a favor de las bipartidistas. 

Además, este sistema de integración de la representación otorgaría un doble peso al voto ciudadano en distritos cuyo reparto lleve a incorporar al segundo lugar en votos a la cámara, contra los distritos que quedarían con un único representante. Esto, dejando de lado que un sistema de este tipo incentiva la presentación de candidaturas estratégicas orientadas a lograr el segundo lugar pero que realmente formen parte de un bloque de partidos nacionalmente coaligados. Es por ello que siempre se recomienda adoptar esquemas de compensación para el equilibrio entre votos y asientos mediante mecanismos por listas nacionales o regionales. 

NO HAY FÓRMULA IDEAL

Como puede verse de este recorrido, estrictamente no existen sistemas que sean perfectos, en tanto garanticen la formación de mayorías y el equilibrio entre votos y asientos en cualquier escenario de reparto, a menos que respeten la distribución de escaños por entidad respecto al peso de los votantes. Los hay con más y menos problemas, por lo que la elección de un sistema de conversión de votos en asientos siempre pasará por decisiones políticas, más allá de cuestiones de ingeniería electoral.

 

Ricardo de la Peña

@ricartur59