En México, se ha tenido históricamente un incremento considerable del fenómeno ilícito de la desaparición forzada de personas, esto viene de prácticas desde la época de la revolución; pasando por la represión de los movimientos estudiantiles y políticos; hasta últimas fechas que se ha mantenido como un mecanismo de eliminación entre grupos de la delincuencia organizada.
La consecuencia delictiva de la desaparición forzada, de origen, era evitar que agentes del Estado “producto de investigaciones” hicieran uso de su posición para detener, trasladar y desaparecer a los detenidos de las instalaciones; de tal suerte que si había prácticas de tortura los detenidos perdían la vida y lo que hacían era desaparecerlos. Sin embargo, la evolución del fenómeno tiene que ver con la dualidad de varios agentes del estado; el claro ejemplo es lo que sucedió en Ayotzinapa, que la policía municipal es quien detiene a los estudiantes y los entrega a los grupos de la delincuencia organizada que tenían presencia en la región; ahora se sabe, por los actos de investigación que uno de los autobuses que tomaron para sus protestas tenía droga. Y hasta ahora a más de 10 años no se ha podido controvertir la versión de la verdad histórica; respecto de que los detuvieron, trasladaron, entregaron a la delincuencia, los torturaron, los privaron de la vida y después los incineraron para “desaparecer” cualquier rastro.
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La consecuencia natural de un hecho tan atroz como la desaparición forzada de personas entre particulares, resulta de lo más traumático, pues por un lado hay un sentimiento y afectación a las familias como ocurre de inicio con el secuestro; es la angustia de no encontrar a la víctima desaparecida, la diferencia es que en el secuestro en algún momento sabes algo de la víctima y se inicia la negociación; el secuestro tiene un beneficio a cambio de la privación de la libertad y si se cumple con los protocolos de negociación; se podría decir que, en el mayor número de casos, se va a rescatar a la víctima. Lamentablemente en la desaparición la consecuencia es no saber del familiar entonces se genera una angustia constante por saber dónde está, cómo está, qué le está ocurriendo; la inmediatez en la búsqueda en ambos delitos da la posibilidad de encontrar tanto al secuestrado como al desaparecido.
Es importante referir que muchas personas desaparecen y aparecen en las primeras 72 horas; pero ese tiempo, es el más valioso para la búsqueda y localización; por lo tanto, ante una situación de secuestro o desaparición la denuncia ante el agente del ministerio público debe hacerse de inmediato; de no ocurrir así hay que denunciar ante el órgano interno de control o a la fiscalía de asuntos internos; para reportar la negación del servicio ya que ello puede constituir un delito por parte del servidor público. Otra situación importante es diferenciarse que la búsqueda es distinta de personas con vida a sin vida; la evolución de este delito generó la necesidad de crear instituciones que realicen la búsqueda de los desaparecidos.
De forma y fondo, México tiene que buscar mecanismos para mantener a los mandos policiales, fuera de cualquier riesgo de ser cooptados por la delincuencia organizada, quizá haciendo de la carrera policial una verdadera opción para la vida; y hacer investigaciones exhaustivas respecto del mínimo señalamiento de corrupción; y evitar la contaminación y desprestigio para es noble y esencial labor del Estado, hace unos años se supo por el caso Ayotzinapa de la dualidad de los mandos municipales con “Los guerreros unidos”, en Chihuahua con el líder de la Policía Judicial del Estado y “La Línea” y ahora en el estado de Tabasco se sabe de la dualidad del secretario de Seguridad Estatal, trabajando como líder de “La Barredora”.
Nota al pie de página:
Hoy 24 de julio es el día internacional del Tequila, una bebida orgullosamente 100% mexicana; ¡salud!
