La competencia por los nuevos recursos energéticos con China ha llevado a los países occidentales a adoptar estrategias para reducir los riesgos en el suministro de minerales críticos, que son el insumo esencial para tecnologías militares, aparatos electrónicos, energía renovable y baterías eléctricas, entre otros. Mientras la Unión Europea habla de evitar una desvinculación total con el coloso asiático, Estados Unidos se ha centrado en relocalizar, diversificar y reindustrializar este subsector que hoy constituye un motivo de codicia global.
Si bien hasta hace poco la pugna por los minerales críticos se hizo más evidente, es un hecho que la reconfiguración de los mercados energéticos en la que nos encontramos se gestó en el último cuarto del siglo XX. Aludiendo consideraciones ambientales, laborales y derechos humanos, los países occidentales propiciaron que China se convirtiera en el maquilador global, tarea que requiere de grandes cantidades de producción de energía y, en consecuencia, dejaron en manos chinas la explotación minera global que requería la nueva arquitectura del comercio internacional.
Como consecuencia de esa estrategia de minimizar costos y de darle la vuelta a sus respectivas legislaciones ambientales, hoy por hoy, tanto Estados Unidos como la Unión Europea se enfrentan al desafío chino, tras haber centrado en China la maquila de muchos de los productos que se comercializan a nivel mundial, concediéndole en la práctica el dominio de los nuevos insumos energéticos.
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Sólo para tener una idea del grado de vulnerabilidad en materia de recursos energéticos y de tecnología frente a China, de acuerdo con el Servicio Geológico estadounidense, en 2022 Estados Unidos dependía más del 50% de las importaciones de 51 minerales críticos, de los cuales 17 eran importados desde China. Por lo que respecta a la Unión Europea, ésta dependía al 100% de China de la importación de tierras raras en 2023, situación que no ha cambiado en 2025.
Consciente de los potenciales riesgos de padecer escasez en el suministro de minerales críticos, Estados Unidos durante la presidencia de Joe Biden emitió la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) entre cuyos propósitos, por ejemplo, se encuentran aumentar el suministro mundial de níquel crudo un 10% y el refinado un 13% hacia 2034, no obstante, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales el IRA no logra incentivar la producción de minerales críticos en los países socios clave de Estados Unidos con los que no tengan un acuerdo de libre comercio, de ahí que el actual gobierno de Donald Trump busque aliarse con la República Democrática del Congo y con Ucrania, y haya emitido órdenes ejecutivas para desarrollar la minería estadounidense (incluyendo minerales críticos, petróleo y gas, e incluso carbón), y eliminar las trabas regulatorias para la industria minera nacional.
Por lo que se refiere a la Unión Europea, su Ley de Materias Primas Críticas de 2023 establece el objetivo de alcanzar el 10% de la capacidad nacional de consumo anual para 2030, al tiempo que pretende garantizar que no más del 65% del consumo anual provenga de un solo tercer país, es decir, de China. Sin duda un objetivo muy ambicioso en un periodo de tiempo muy corto.
Sin embargo, China le lleva décadas de ventaja a occidente al implementar una estrategia multifacética desde las ópticas nacional e internacional, y en la que los minerales críticos son catalogados como “seguridad de los recursos”. No en balde el coloso asiático ha invertido en toda la cadena de valor de dichos insumos que le ha servido para llevarlo a controlar dos tercios de la refinación de minerales críticos como el litio, el grafito, el cobalto, el níquel y el cobre; y, más del 90% de las tierras raras a nivel internacional.
Los debates en los que están inmersos aisladamente Estados Unidos y la Unión Europea parecen obviar el impulso del mercado y la trayectoria histórica del dominio chino, a los que se suman objetivos desmedidamente ambiciosos y el no categorizar abiertamente a los nuevos recursos energéticos como parte de una estrategia de seguridad integral.
Pero quizá lo más importante, es que ni Estados Unidos ni la UE ni ningún otro país pueden lograr la seguridad del suministro de minerales críticos por sí solos para hacer frente a China. La interconexión de los mercados globales de materias primas expone no sólo la necesidad de cooperar con una diversidad de países, como quedó explícito en la Alianza para la Seguridad Mineral de la administración de Biden; también muestra que es necesario abordar de distinta forma a los productores de los nuevos recursos energéticos del Sur Global.
Lo anterior, además de incentivar un desarrollo sólido de este mercado energético emergente puede contribuir a sentar las bases de un sistema que evite depredar recursos naturales de la forma en la que ocurre con los energéticos fósiles. El peso de la historia nos aplasta al abordar estos temas y para ello occidente tendrá que dejar de lado su soberbia. El Sur Global necesita las inversiones para mejorar los niveles de vida de sus poblaciones, pero nadie en el Sur Global quiere reinventar situaciones similares a las que se vivieron durante el colonialismo ni explorar nuevas formas de imperialismo.
