INCELS

Incels: estructura ósea y misoginia

La palabra incel cambio de significado, ahora se refiere a una cibercultura específica, integrada mayormente por hombres heterosexuales blancos, cuya identidad gira en torno a no lograr tener sexo. | Adylene Bueno Aguilar*

Escrito en OPINIÓN el

Incel, abreviación de la expresión anglosajona involuntary celibate (célibe involuntario), es una palabra inventada a finales de los noventas por una bisexual solitaria canadiense llamada Alana. Ella creó un sitio web titulado “Proyecto de celibato involuntario de Alana”, como un espacio virtual seguro para quienes —sin importar su orientación sexual— no lograban conseguir una pareja. No obstante, en nuestro oscuro momento de la historia de internet, incel refiere a una cibercultura específica, integrada mayormente por hombres heterosexuales blancos, cuya identidad gira en torno a no lograr tener sexo.

Este grupo ha ganado mala fama por sus vínculos con episodios de violencia misógina en diversas latitudes —en línea con la trama de la serie Adolescence—. Cabe aclarar que no todos estos hombrecillos en los foros de Reddit y demás plataformas asesinan mujeres, pero sí comparten un odio profundo hacia nosotras, estructurado en una teoría y un lenguaje no muy complejos, aunque suficientemente sólidos para engatusar a niños y adolescentes diferentes y heridos por su entorno. Justo a través del análisis de dicha teoría y lenguaje, intentaré aclarar un poco quiénes son los incels y por qué son de esta manera.

¿Alguna vez pensaron que la palabra mujer suena demasiado humana? Pues bien, los incels le dieron una solución creativa a este problema: para ellos nosotras somos femoids. Este término da cuenta de la forma en que estos hombres piensan sobre las mujeres: como monstruosidad femenina, como un objeto extraño e indescifrable, completa y absoluta otredad. Más aún, en similitud a los recursos naturales, somos criaturas a las que los hombres tienen derecho y este les ha sido cruelmente negado a los incels.

Femoid es el término más inofensivo que los incels tienen para las mujeres, después de éste sólo caemos estrepitosamente bajo. Entre sus formas de nombrarnos se encuentran las usuales —perra, zorra, puta— hasta aquellas más intelectuales como contenedor de semen, gimnasio del pene, herida de hacha, hoyo, organismo humanoide femenino, moza y un largo etcétera. Todos, claramente, expresan un agudo resentimiento a la sexualidad femenina, cuyo pináculo se representa en el término roastie, como roast beef, que lamento informar alude a la creencia de que la vulva humana es mutilada a través de las repetidas penetraciones de diferentes hombres —pero nunca por las repetidas penetraciones de uno solo—. Lo más interesante es que, por definición, ningún incel ha visto una vulva; por tanto, este amplio vocabulario para la anatomía femenina es más cuestión de especulación metafísica que ciencia.

Por otra parte, por supuesto, no todas las femoids somos creadas iguales, hay subespecies; a saber, Becky, o femoid normal, es la contraposición a Stacy, o femoid deseable sexualmente. La primera, es lo que fuera de esta cibercultura interpretaríamos como una mujer, y ya, mientras que la segunda es la versión hipersexualizada y estereotipada de mujer, tanto en sus atributos físicos como en la visión demonizada de la feminidad —cazafortunas, superficial, odiada por otras mujeres, alta fertilidad, etc.—

También han teorizado sobre las subespecies masculinas, por un lado, están los miserables incels, y por otro, la contraparte de Stacy, un tipo llamado Chad; él es un alfa musculoso, sus manos están siempre listas para atrapar a la Stacy fértil más cercana, es sumamente tonto, pero todos los huesos de su cara —esto es importante— tienen las dimensiones correctas. No es sólo su cráneo lo que impide a los incels tener sexo, los heightcels son incels por su baja estatura, los mentalcels no atraen mujeres por sus enfermedades mentales, los wristcles están condenados por sus delicadas muñecas. En la misma línea, aunque son una minoría, los incels no blancos atribuyen su celibato involuntario a su raza, así, se tiene a los blackcels, ricecels, entre otros; entonces, no, esta comunidad no sólo es misógina, también es racista.

A partir de estos elementos los incels han construido una teoría de la naturaleza y sexualidad humana, a la que han denominado Red Pill (Píldora Roja), visión compartida con y por el resto de la manosfera —compuesta por el movimiento por los derechos de los hombres, el MGTOW y la comunidad de la seducción o artistas de ligue—. De acuerdo con tal teoría, las mujeres tendemos a la hipergamia, esto es, la práctica de buscar una pareja de estatus social o belleza superior a la propia, contraviniendo así el orden natural, ya que —dicen ellos— la atracción física entre los sexos tiene una distribución equitativa.

A modo de ejemplo, si calificamos la belleza de las personas en una escala del uno al diez —cosa que obviamente hacen los incels—, por naturaleza debería haber tantas mujeres 3 como hombres 3; por ende, si el mundo fuera justo, cada hombre tendría una pareja sexoafectiva equivalente en términos de físico. Sin embargo, tristemente, esta justicia natural ha sido arruinada por la hipergamia de las mujeres, misma que ha sido exacerbada por el feminismo, lo que implica que, sin importar nuestra fealdad, solo queremos salir con Chad. Los incels suelen llamar a esto la regla 80/20, que significa que solo el 20% de los hombres en la cima son deseados por las mujeres.

Para terminar esta breve explicación, me parece adecuado mencionar que algunos incels pasan de la Píldora Roja a la Píldora Negra, que sí, es peor. Mientras la teoría ya expuesta es drástica, acepta que hay opciones para los incels en este mundo injusto, convertirse en artistas de ligue por ejemplo. La Píldora Negra, en cambio, ofrece sólo dos opciones ante el panorama de la regla 80/20: aceptar su destino como incel —y morir solo— o intentar cambiar la sociedad para su beneficio, cambio defendido como potencialmente alcanzable mediante la violencia masiva y el terror.

Adylene Bueno Aguilar*
Estudiante del doctorado en Estudios del Desarrollo, Problemas y Perspectivas Latinoamericanas (DEDPPLA) del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Sus líneas de investigación son la violencia contra las mujeres, la prostitución y el orden patriarcal urbano.

 

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