El mundo está transitando por una transformación a pasos agigantados a partir de diversos eventos disruptivos con los que ya juegan las potencias globales y regionales. La inteligencia artificial y computación cuántica, las armas a base de drones y otros artilugios casi invisibles, pero no menos destructivos, y el impresionante desarrollo tecnológico han abierto una nueva carrera por la conquista del espacio. Todo ello ha llevado a los estrategas del planeta a reacomodar sus tableros de ajedrez político, para avanzar hacia sus objetivos y dar el jaque que los coloque a la vanguardia.
Desde hace varios años, diariamente vislumbramos cambios en las relaciones bilaterales y multilaterales a efecto de establecer nuevas alianzas o acuerdos entre países. Pasamos de un mundo unipolar, liderado por Estados Unidos, hasta los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 cuando su fortaleza se fue mermando y otros protagonistas aparecieron, hasta uno multipolar con nuevas potencias como China, Rusia y la Unión Europea, quienes se disputan palmo a palmo los diversos frentes del poder: económico, político, armamentístico, territorial, espacial.
La política y diplomacia son los medios para ejercer esas acciones que permitan subirse a la nueva ola de la reconfiguración, como países de peso en un siglo XXI lleno de sorpresas. ¿Pero México hacia dónde se dirige o debería dirigirse? Siendo un país de un importante peso regional, debe aprovechar sus circunstancias para aliarse con nuevos países, y así configurar una constelación de acuerdos pragmáticos y realistas.
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La política exterior de México se enfrió y perdió competencia y rumbo desde que el gobierno de López Obrador introdujo una visión centralista y a la defensiva, e imaginó a muchos enemigos exteriores. No obstante, desde sexenios atrás, las relaciones internacionales de México han jugado un papel incierto e irrelevante en posturas geopolíticas globales, para sólo concentrarse en Norteamérica. Es momento de salir de la zona de confort, y explorar otros puertos.
Hay muchos destinos en espera de México, por ejemplo, los países del Mediterráneo. En esa exquisita región existen una serie de países de primer orden cuyos puertos pueden ser de los más prolíficos para el comercio. Está Tanger Med en Marruecos, que compite dentro el top 20 de los mejores puertos del mundo y son el primero en África, que para México es una puerta inevitable al mundo árabe-musulmán, africano, e incluso europeo, ya que por el Mediterráneo también se llega a Egipto, Grecia, Turquía, Francia, Italia y España. Es una vasta zona marítima clave para las cadenas resilientes, tan necesarias para afrontar la compleja época de Trump, cuyos aranceles están generando una incertidumbre sin igual.
Por lo pronto los astros se alinean para que México sea una potencia regional y lidere nuevos círculos de influencia. El próximo año se organiza el Mundial de Futbol, el máximo evento económico, desde donde podrá posicionar sus tentáculos en nuevas capitales globales.
