LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Alarmas silenciadas

Las voces de alarma están por todas partes: columnas, videos, redes; todos advierten sobre el acelerado avance de la censura en México. | Mario Campos

Escrito en OPINIÓN el

Las voces de alarma están por todas partes: columnas, videos, redes. Todos advierten sobre el acelerado avance de la censura en México.

La evidencia está a la vista: columnas que deben ser retiradas de internet, periodistas multados y silenciados, ciudadanos castigados por tuitear. La naturaleza del ataque es diversa. A veces proviene de nuevas leyes, como en Puebla; otras, del uso faccioso del marco legal existente, como en Campeche.

La tragedia es que el coro de alerta no se escucha. Grita, pero no encuentra quién le responda.

En buena medida porque esa alerta está sepultada por un ensordecedor ruido. No es casualidad: es estratégico.

Desde hace tiempo, gobiernos como el mexicano —y el estadounidense de Trump— entendieron que la mejor forma de impedir la conversación pública es saturarla de temas. Se trata de ganar no por convencimiento, sino por saturación.

El efecto es contundente. Si la comunicación política —en palabras del sociólogo Dominique Wolton— es el pulmón de la democracia, al ser el espacio en el que entran los temas para ser discutidos y procesados, en el modelo actual se busca impedir la reflexión.

No hay comunicación, porque esta implica tiempo y espacio para entender lo que se debate. En su lugar, solo hay propaganda. Reformas empacadas en nobles propósitos —buscar desaparecidos, combatir el ciberacoso a menores, frenar el lavado de dinero, reducir la burocracia, etc.— que justifican la pérdida de derechos.

Se vende lo bonito, mientras se militariza, se elimina la transparencia, se legaliza el espionaje, se limita la libertad de expresión, etc. Todo al mismo tiempo, para que no haya capacidad de reacción posible.

Por eso la saturación informativa de estos días. Por eso el periodo extraordinario lleno de temas que se aprueban en sesiones maratónicas. Porque el propósito es que todo pase de noche. Que, mientras se mira una ley, otras tres se aprueben sin supervisión.

El resultado: una agenda política que se consolida, unos medios de comunicación materialmente incapaces de cubrir y explicar todo, y una opinión pública pasmada ante la avalancha de noticias.

Con un efecto adicional: el desfile de cada caso en particular impide ver la imagen completa. Nos agotamos en anécdotas sin ver la película entera.

El reto no es informar cada pieza, sino unir los puntos para tener la foto general. Como en los dibujos en los que hay que conectar los puntos para descubrir la figura.

El desafío no es solo informar que se militariza la Guardia Nacional, que se apropiarán de los datos biométricos, que ya no hay INAI que los proteja, que se podrá espiar —pero solo si lo autorizan los jueces… electos por ellos—, que se investiga a quien denunció a candidatos impresentables. El desafío es mostrar que, al poner todo eso sobre la misma mesa, aparece la imagen de un Estado autoritario que sigue ganando poder discrecional frente a ciudadanos cada vez más indefensos.

Vaya momento para los medios, para el periodismo y para la democracia. No hay, por ahora, una respuesta evidente frente a la estrategia de saturación y fragmentación de la agenda, pero al menos habrá que comenzar por señalarla, para poder exhibirla y empezar a discutir cómo habremos de responder.

Mario Campos

@mariocampos