“Monsiváis a donde vais, ni lo sabéis ni lo buscáis" decía su amigo el poeta guatemalteco Carlos Llescas
Hace 15 años, el 19 de junio de 2010 murió el lector, periodista y cronista de la Ciudad de México Carlos Monsiváis Aceves (1938-2010). Autor de la columna "Por mi madre bohemios", parafraseando el poema de Guillermo Aguirre y Fierro.
Debo decir que Carlos nunca aceptó ser denominado cronista.
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Lo recuerdo como si fuera ayer; era sábado y llovía en la Ciudad, me acordé del poeta Homero Aridjis que en su poema "Asombro del tiempo" dedicado a su madre, nos dice que "Todo sucede en sábado: el nacimiento, la muerte, la boda en el aire de los hijos…"
Aquella noche había dejado de llover en la Ciudad de México, y la media luna de junio alumbró el centro histórico. Eso me motivó y decidí ir a despedir a Monsiváis. Fue un “de repente” y llegué rápido, en bicicleta al Museo de la Ciudad de México donde estaba siendo velado.
Hice guardia junto con cinco personas más. Su ataúd estaba cubierto con dos banderas, la de México y la de la diversidad. En el fondo una foto de Carlos con su gato, animalitos que amaba desde que tenía 10 años.
Me tocó ver y oír rezos cristianos, como el Salmo 23 y 26:
".. Y ando en tu verdad.
No me he sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con los que andan simuladamente.
Aborrecí la reunión de los malignos,
Y con los impíos nunca me senté.
Lavaré en inocencia mis manos,
Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,
Para exclamar con voz de acción de gracias,
Y para contar todas tus maravillas...” (versión Reina Valera)
Después una persona cantó el Ave María de Schubert:
“Ave María, gratia plena”.
Antes, se entonó el Himno Nacional.
Aplausos ¡muchos!
Alguien llevó el mariachi y toda la gente en el Museo cantó "Amor eterno" y a algunas personas se les salieron las lágrimas, después “Un puño de tierra”.
Salí del Museo a la medianoche, en la puerta volví a ver a Elenita Poniatowska, Humberto Musacchio, Arturo Cano y otros, tristes todos. Su amigo autor de "Días de guardar" estaba lleno de flores y de velas, todo tiene su tiempo, dice Eclesiastés.
Carlos quiso que sus cenizas se esparcieran en el Zócalo “para presumir en el más acá o en el más allá de un funeral céntrico", le dijo a Jorge Ricardo reportero de Reforma en abril de 2008.
Un día después, en la mañana del domingo 20 de junio le pregunté a un reportero conocido que cubría el funeral en Bellas Artes que por qué cantaron “Amor eterno” de Juan Gabriel.
¿Tú también te diste cuenta? me dijo. Me respondió que fue culpa del mariachi, la canción que les pidieron fue “Amor Perdido" (la preferida de Monsi en la voz de María Luisa Landin) y los músicos no la supieron y se le hizo fácil cambiarla por la de Juan Gabriel, o sea qué tanto es tantito…
En Bellas Artes cantaron “Amor perdido” de Pedro Flores Córdoba.
“Amor perdido, si como dicen es cierto que vives dichoso sin mí…".
¿Quién fue Carlos? ¿cómo encasillarlo? ¡Imposible hacerlo! Lo mismo era crítico, cronista, ensayista, escritor, testigo y periodista, pero él mismo se definía como un lector simplemente, igual que Jorge Luis Borges.
“Me llamo Carlos Monsiváis, no pertenezco a ningún partido político. Soy laico. No me gusta describirme a mí mismo porque suelo caer en la autoindulgencia de la autocrítica”, decía.
En efecto Carlos era laico públicamente, pero en lo privado era un creyente muy particular, pertenecía a una minoría religiosa, una influencia que venía de su madre Esther Monsiváis. "Pertenezco a una familia esencial, total, fervidamente protestante y el templo al que aún ahora y con jamás menguada devoción sigue asistiendo, se localiza en la colonia Portales ", le dijo a mi amiga Adela Salinas autora de "Dios y los escritores mexicanos”, Editorial Nueva Imagen, 1997.
En efecto, Carlos asistía a la Iglesia Cristiana Interdenominacional AR, localizada en la calle Libertad 27, en la colonia Portales, conocí años después al pastor de esa iglesia don Felipe Sánchez Muñiz (1912-1998), no sabía, pero don Felipe era esposo de doña María Beatriz Monsiváis Viadas.
Su viejo amigo y correligionario Eduardo Betancourt (1933-), conocido en medio periodístico como "El Pollo Betancourt" acompañaba a Carlos los domingos en la tarde a una reunión de jóvenes en Portales, pero “El Pollo” era entonces Metodista.
La Biblia tuvo una enorme influencia en su vida, de hecho confesó varias veces que era su libro de cabecera, pero no cualquier versión debía ser la versión Reina Valera. “En mi niñez, Reina y Valera me entregaron mi primera perdurable noticia de la grandeza del idioma, de la belleza literaria que uno (si quiere) le adjudica a la inspiración divina”. Por cuestión religiosa lo primero que memoricé fue “en el principio era el verbo y el verbo era Dios”, aunque Monsiváis como buen irreverente modificaba el texto bíblico para decir “En el principio (y en medio y en el final) era el Verbo”.
Carlos tenía un ejemplar de la Biblia del Oso, obsequio del pastor bautista Rolando Gutiérrez Cortés, un ejemplar del Oso me la regaló años después el pastor presbiteriano Abner López, entonces presidente de la Sociedad Bíblica de México.
Carlos tampoco fue apartidista ya que, como muchos de su generación fue miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM), luego se separó e hizo muchas cosas más, pero su trabajo fue el de ser escritor y periodista, quiso ser actor y solo participó de extra en algunas películas
Carlos el periodista
Carlos al igual que Renato Leduc ejerció el periodismo toda su vida, y colaboró en diversas e importantes revistas, suplementos y periódicos, incluso se le veía en el Canal 2 de Televisa.
Por cierto, Renato y Carlos con una enorme diferencia de años eran buenos amigos, y fue quien lo bautizó con el honorable título de ser "el Último Bohemio, sumergido en anécdotas y en el santo olor de las malas palabras". Leduc, le reviró “no la chingues Carlos no soy de bohemia, yo soy barril cabrón”. Carlos prólogo la compilación que Renato Leduc que hizo Edith Negrín para el FCE, año 2000.
Monsiváis recibió numerosos reconocimientos como son los doctorados honoris causa en varias universidades, entre ellas la UAS, ganó muchísimos galardones, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo, el Mazatlán de Literatura por escenas de Pudor y Liviandad, el Xavier Villaurrutia, el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, y recibió gustoso el doctorado honoris causas perdidas que le otorgó la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Hasta donde sé Monsivais no recibió el doctorado "Ñeris causa", que sí le dieron los compas de Tepito al sociólogo Carlos Martinez Assad, amigo de Monsiváis.
Carlos se identificó con la generación de escritores que giraban en torno al suplemento “México en la cultura” de Novedades, dirigido por Fernando Benítez. Entre otros participaban Poniatowska, Pitol, Fernando del Paso, Hugo Gutiérrez Vega, José Emilio Pacheco, José de la Colina, Gabriel Zaid, Juan Vicente Melo, Marco Antonio Montes de Oca, Carlos Fuentes, Tomás Segovia, Inés Arredondo, Margo Glantz; "Conste, no me comparo, me identifico", lo decía.
Publicó entre otros: “Días de guardar” (1971), “Amor perdido” (1977), “Nuevo catecismo para indios remisos” (1982), “Escenas de pudor y liviandad” (1988), “Los rituales del caos” (1995), “Salvador Novo. Lo marginal en el centro” (2000) y “Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina” (2000).
Los libros que influyeron en su vida fueron -en ese orden: “En busca del tiempo perdido” de Proust; las obras completas de Borges; “Don Quijote” de Cervantes; “Canto general” de Neruda; “Adiós a Berlín” de Isherwood; “España, aparta de mí este cáliz” de Vallejo; “Piedra de sol” de Octavio Paz; “Los miserables”, de Víctor Hugo y “Casa sombría” de Charles Dickens.
Este miércoles se presentó en la sala Manuel M Ponce de Bellas Artes, el libro “Nostalgias” de Monsiváis, una antología coordinada por Marta Lamas y Rodrigo Parrini, editorial Siglo XXI, en la que 36 autores trazan un retrato íntimo y plural de Carlos. Entre ellos se destacan Margo Glantz, Carmen Boullosa, Juan Villoro, Sabina Berman, José Woldenberg.
Aquella noche (cuando despedí a Carlos) al salir del Museo me puse a pensar en sus gatos y me dije ¡Carlos no se vale, no tenías por qué morir así! ¿Y qué pasará con los gatos, qué van a hacer sin ti? Y me acordé y leí en voz alta el poema de Wislawa Szymborska “Un gato en un piso vacío”
"Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles….
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está."
Me beberé un trago en su memoria.
