La manipulación en los modelos de comunicación política es una táctica que se concreta de diversas maneras. Manipular a alguien surge de la intención premeditada de generar una reacción a partir de la distorsión de lo que se considera la verdad.
En mayor o menor medida, la manipulación está presente en cualquier interacción pública. Con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los instrumentos de convencimiento y disuasivos más eficientes, sofisticados y astutos de la comunicación política.
Para que no haya duda: ningún medio, red social o personaje público puede lograr la eficacia en sus mensajes sin recurrir con cierta frecuencia a la manipulación. Aunque la persuasión es muy efectiva cuando se utilizan argumentos sólidos, razones creíbles y evidencias inobjetables, la verdad no siempre logra cumplir con los objetivos de los emisores.
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En contraste, a la manipulación se le ha caracterizado por engañar, ejercer presión (con o sin razón), intimidar, ocultar o distorsionar información y utilizar argumentos falsos o tendenciosos, entre muchos otros recursos. Pero, en la realidad, a veces resulta ser más potente y efectiva.
Por si no lo leíste: ¿La política como espectáculo? Opinión La Silla Rota, 03/10/2019.
Desde esta perspectiva, entonces, persuadir no siempre es manipular. Ni manipular es siempre persuadir. Lo incuestionable es que ambos conceptos están directamente vinculados. No existe el uno sin el otro. Sin embargo, la manipulación ha tenido casi siempre una connotación negativa, y la persuasión en el marketing y la comunicación política, ha recibido menos críticas o cuestionamientos.
Tanto una técnica como la otra, apelan a razonamientos y emociones de los receptores, en el marco de un contexto social. Lo que buscan son acciones, reacciones y decisiones informadas, conscientes y voluntarias. También que se reconozca un beneficio mutuo. “Si te conviene, me conviene”.
Aún más: si hay mentira o engaño, ambos conceptos deben estar sujetos a limitaciones éticas que no transgredan el marco jurídico. Y más: si se pretende que la persuasión o la manipulación sean legítimas, es indispensable contar con mecanismos de evaluación que permitan el ejercicio pleno del derecho a la información y la rendición de cuentas.
Te recomendamos: Edward Collins. Técnicas prohibidas de manipulación mental y persuasión. Publicación independiente, 2021.
Ahora bien: es cierto que la persuasión y la manipulación buscan la aceptación, el convencimiento y las reacciones que beneficien a los personajes de poder. El problema del mal uso de estas herramientas se presenta cuando se incide en receptores que no tienen la capacidad —o los mecanismos de defensa— para contener los efectos que se pretenden.
En contraste, lo bueno es que los dos recursos pueden ser utilizados también por las personas o grupos sociales en situación de vulnerabilidad. Cuando es así, se comprenden mejor las ventajas que tienen como instrumentos de poder porque se utilizan, consciente o inconscientemente, como mecanismo de defensa o instinto de supervivencia.
La movilización, la falsa victimización, el escándalo, el chantaje y otros mecanismos de respuesta son ejemplos del potencial con los que cuentan las personas y grupos para poner freno a las injusticias y abusos de poder de las autoridades y líderes. En consecuencia, manipular y persuadir también pueden tener intenciones y objetivos positivos.
Los comunicados, declaraciones, entrevistas están saturados de narrativas y argumentos manipuladores. No sólo apelan a los elementos negativos como el engaño y el ocultamiento. Los insultos, denostaciones, ironías, rumores, descalificaciones y especulaciones se han modernizado hasta adaptarlos en formas novedosas que han llegado a normalizarse.
El nuevo ecosistema de comunicación no se podría comprender al margen de las técnicas actuales de persuasión y manipulación. Sirven para controlar la información, distraer la atención, reducir la capacidad del pensamiento crítico, fomentar la polarización, poner barreras a la transparencia o dañar la confianza.
Derivado de lo anterior, es imperativo, antes de utilizarla en el espacio público, tener un código de ética y respetar los límites que establece la ley. Si manipular y persuadir son acciones intencionales para modificar la conducta de las personas, también son actitudes —cada vez más frecuentes y poderosas — que tienen la capacidad de dañar la gobernabilidad y la democracia de una nación.
Recomendación editorial: Carlos Pereda (coordinador). Diccionario de injusticias. México: Siglo XXI Editores, 2022.
