MUERTE DIGNA

La habitación de al lado

La más reciente película de Almodóvar nos hace pensar en lo indispensable que resulta que se legalice el derecho a elegir: ¿cómo morir? ¿cuándo? ¿junto a quién? | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Ingrid (Julianne Moore), es escritora, en ese momento específico de su vida, trabaja el tema de la muerte para su última novela. Le teme, no sabe qué hacer ni con la muerte de otras personas, ni con ese “impensable” que es nuestra propia muerte. Su amiga Martha (Tilda Swinton), es corresponsal de guerra. “La habitación de al lado”, (2024) la película más reciente de Pedro Almodóvar (la primera en inglés), basada en la novela “¿Cuál es tu tormento?” (2020) de la escritora estadounidense Sigrid Nuñez, trata uno de los temas tabú en nuestra sociedad: la posibilidad de elegir –ante una enfermedad grave– el momento de nuestra propia muerte.

Ingrid y Martha trabajaron juntas muchos años atrás, después, sus caminos se separaron. Martha, de pronto, busca a Ingrid, tiene algo importante que proponerle. Ingrid se entera que su amiga, con quien en realidad no ha mantenido una relación por años (aunque el cariño del pasado persiste), padece un cáncer terminal en el cuello del útero. Ha seguido distintos tratamientos durísimos, incluidas opciones experimentales. Ahora quiere detenerlo todo y elegir la fecha de su muerte. Simplemente, tener el derecho a ejercer su voluntad. Emocionalmente no quiere/ no puede hacerlo sola. Consiguió la pastilla necesaria, sabe la fecha aproximada, necesita la fuerza de su amiga acompañándola. Ingrid no va a participar o a estar presente, solo permanecería en “la habitación de al lado”. Vivir juntas la suavidad, la fiereza, las contradicciones de los últimos días.

Ingrid se aterra, pide tiempo para pensarlo, ¿por qué no se lo pide Martha a su hija? Porque la relación interrumpida por los desencuentros entre ambas se lo impide. Quizá, también, porque es demasiado dolor, demasiada carga para una hija. Mejor una amiga, una persona de la misma generación, más cercana ya a las reflexiones de la enfermedad y de la muerte. Alguien que la conoció tanto antes, cuando estaban intensamente vivas, alguien con quien, compartió sueños y afinidades: el arte, el cine. La escritura. Las rebeldías. Ingrid eligió la ficción, una vida más apacible. Martha eligió el riesgo: un oficio nómada que obstaculizó, según lo expresa, su intimidad con esa hija lejana. “No he sido la mejor de las madres”, dice Martha.

Nos sumergimos en la intimidad de ambas, una casa hermosa, retirada en algún lugar del campo. Conversan e intentan aprender juntas. Escenas entrañables. Diálogos sin desperdicio. El vaivén de la espera. El debate se pospone en casi todos los países del mundo: la muerte digna. ¿Tiene algún sentido intentar estirar más y más una vida ante una enfermedad que no tiene cura, que irá degradando el cuerpo hasta extremos terribles, que provocará dolores de una intensidad tal, que lo único que puede desearse es que la muerte llegue? A veces, la muerte se tarda más de lo soportable. Martha no está dispuesta a esperar.

Ingrid no sabe cuándo va a suceder, leerá el mensaje en la puerta de la recámara de Martha. Si está entreabierta, habrá otra mañana para desayunar juntas. Si está cerrada, Martha se habrá despedido. Hay momentos más sencillos en los que la convivencia fluye. Hay momentos muy difíciles. Ingrid acepta, aprende poco a poco a ir aceptando. Son los últimos días. La dignidad de Martha. La ternura entre ambas. La belleza de un encuentro atravesado por el dolor de la falta de futuro. Es lo que es. Esa última brevedad. La lealtad de Ingrid le permite a Martha transitar hasta elegir el momento. La estética de la fotografía. La de los espacios. La de la amistad solidaria. Una profundidad muy  cercana a la de “Dolor y gloria”. La edad de Almodóvar cambia, las reflexiones también.

La habitación de al lado” me recuerda otra película, tan diferente, pero con el mismo tema: elegir lo que a una persona le parece, el momento y las condiciones para dejar de estar: “Las invasiones bárbaras” (2003) del director canadiense Denys Arcand. Magníficas ambas. “La muerte digna” es un debate indispensable. Es indispensable que se legalice el derecho a elegir. Cuando decidir es posible: ¿cómo morir? ¿cuándo? ¿junto a quién? Pasar de un sueño a otro. Ser libre de elegir ser libre.

María Teresa Priego

@Marteresapriego