#CARTASDESDECANCÚN

Carta a la Mtra. Elba Esther Gordillo

En la cual se recuerda que el poder es siempre efímero, volátil, rencoroso, y a veces, hasta justiciero. | Fernando Martí

Escrito en OPINIÓN el

EXCMA. MTRA. DOÑA ELBA ESTHER GORDILLO LÍDER VITALICIA (JEJE) DEL GREMIO DE MAESTROS

Muy Ex Poderosa Ex Dirigente Ex Sindical:

Hace meses que ando con la tentación de escribirle a Su Gracia. Ese tratamiento le queda muy bien, pues la recuerdo festiva y dicharachera, ocurrente y mandona, en ejercicio pleno de un poder que parecía infinito. Los acontecimientos de los últimos años, sin embargo, me sugieren que también le quedaría perfecto el tratamiento de Su Desgracia, por la acumulación de calamidades, reveses, infortunios y hecatombes que ha sufrido en su otrora intocable humanidad.

¿Quién lo hubiera dicho? Hace unos doce años, un lapso fugaz en la existencia, la edad en que los niños están terminando la primaria, menos del tiempo que tardó López Obrador en salir de la facultad, Su Señoría era la mujer más poderosa de México (¡!).Eso se escribe rápido pero se tiene que digerir despacio, porque eran vastos y notorios los alcances de su poderío: su palabra, ley inapelable en el millón de afiliados que tenía el sindicato; su protección, sinónimo de chamba jugosa en la pirámide burocrática; sus amarres políticos, garantía de impunidad a cambio de millones de votos; sus dineros, multimillonarios y dispendiosos, tan útiles para satisfacer caprichos que para comprar voluntades; sus desplantes, nota de ocho columnas en periódicos y noticieros; su complicidad, moneda de cambio ansiada por ministros, por gobernadores, por presidentes de la República.

¿Dónde quedó tanto oropel y tanto mando? Aquel dominio apabullante se ha convertido en un recuerdo opaco, ese ímpetu incontenible se ha borrado de los reportes de los medios, el pavor que inspiraba hoy no asusta ni a los críos. De ser todopoderosa, de ser jefaza, de ser patrona, de ser vitalicia, pasó muy rápido a ser anécdota trivial, memoria intrascendente, borrón en el cuaderno de la vida. No ha de ser nada fácil caer desde tan alto, tener muchos ceros a la derecha en las cuentas de banco, en la nómina de partidarios, en la lista de amigos, y de repente, lidiar con la chocante asignatura de que Usía misma, en un santiamén, se convirtió en un cero a la izquierda.

Si algo tiene de ejemplar la vida de Vuestra Desdicha es ese capítulo: la caída. Todos los poderosos (as) tendrían que verse en ese espejo: el poder no sólo es efímero, no sólo es volátil, en cierto sentido también es justiciero. Cuando alguien está en la cumbre, nada más fácil que abusar, que atropellar, que transar, que humillar. Mas, en el oficio político, los errores siempre son acumulativos, y casi siempre son irreversibles. Vuestra Opresión tan solo está pagando los errores que cometió, los lujos que presumió, los excesos que ostentó, los subalternos que maltrató, las promesas que no cumplió, los tratos que no respetó, los aliados que traicionó. 

Hace más de quinientos años, ¡cinco siglos!, el poeta Jorge Manrique advertía contra la ambición con mucha sabiduría: “Ved de cua´n poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, / que en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdamos”. Eso fue lo que le pasó a Vuestra Calamidad: acumuló tantos yerros que, solita y su alma, labró el camino para ser defenestrada.

Y aún en aquellos casos en que el déspota parece que la libra, que muere sin pagar por sus sus pecados, tranquilo en su cama, rodeado de curas y de bendiciones, lo que no le cobró la vida se lo suele cobrar la historia. Como ejemplo, me permito citar el caso del dictador español Francisco Franco, que llevó su megalomanía al extremo de troquelar en las pesetas una leyenda afrentosa, ‘caudillo de España por la gloria de Dios’, y jamás se preocupó por ocultar las masacres que ordenó durante la Guerra Civil, y el infame garrote vil que aplicó a sus opositores, ya como déspota, que consistía en sujetarlos a una silla mientras el verdugo iba penetrando la nuca con un puntiagudo tornillo, hasta matarlos. El pueblo  se vengó de una manera ácida: cada familia compró una botella de champaña y la puso a enfriar en el refri, para brindar en voz alta el día de la muerte del tirano. ¡Vaya manera de ingresar a la historia! Millones de copas levantadas en un coro liberador: ¡Muera Franco!

No le quiero dar una clase de historia, pues Usía es maestra de profesión y temo que me la revire. Sólo quiero insistir sobre este punto: los errores en política son irreversibles y acumulativos. Puedes violar la ley un poquito, puedes atropellar a tus opositores un poquito, puedes meterle la mano a lar arcas otro poquito, puedes mentir un poquito, engañar un poquito, mangonear un poquito, traicionar un poquito. Fue el caso de Elba Esther Gordillo: se le juntaron muchos poquitos, pero la factura… ¡se la cobraron completa!

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Mas no era mi intención enderezarle un sermón evangélico sino, con toda humildad y ganas de aprender, recurro a Vuestra Astucia para tratar de entender, aunque sea un poquito, lo qué está sucediendo con la educación en el país, pues los datos que he logrado pescar aquí y allá me tienen en la más profunda de las ignorancias. Ahí le va, de alumno a profesora, el recuento de interrogantes:

Primero, hay algo que sí medio entiendo. Como nos tiene acostumbrados la 4T, el sexenio comenzó con el nombramiento de un secretario de Educación que no ha sido ni profesor, ni docente, ni rector, y tiene cero méritos académicos: más bien un economista con vocación de grillo que, por andar comprando los vagones equivocados para la línea 12 del Metro, fue a dar de rebote a la inútil oficina de Educación de la Ciudad de México. Ante las críticas por su ascenso a la inútil secretaría de Educación del país, el régimen filtró que el problema de la educación no es la educación, sino el sindicato y, si bien Mario Delgado no tiene muchas nociones de pedagogía, es una trucha a la hora de negociar

Eso de que la política esté primero que la enseñanza lo comprendo a cabalidad, nunca ha  sido diferente, aunque debo admitir, ingenuo de mí, que las credenciales educativas de la presidenta con A, Doña Claudia Sheinbaum, que suman una licenciatura en física, estancias de investigación en Stanford y en Berkeley, y un doctorado en ingeniería energética, me llevaron a la atolondrada suposición de que preparar a los niños y a los jóvenes, en vez de consentir a los maestros y a sus líderes, sería la prioridad del Segundo Piso y que, al fin, alguien se preocuparía de que los estudiantes mexicanos figuren en el antepenúltimo lugar en preparación científica, el sitio 35 de los 37 países de la OCDE.

Luego, por ahí de febrero, me vengo a enterar que, al más puro estilo priísta, con el ritual tricolor de toda la vida, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE, que para la maestra Elba Esther debe de ser sinónimo de la tierra prometida, el altar mayor de su santoral político, su alter ego, su alma mater, su coto privado de caza durante décadas, anuncia que se sale del PRI y se incorpora a Morena. El jefe de ocasión, Alfonso Cepeda, maniobrero de bajos vuelos y pocos alcances, declara que el sindicato es plural y los maestros pueden afiliarse al partido que quieran, pero que la inmensa mayoría simpatiza con el partido guinda y es su misión facilitarles que obtengan la credencial. Y sin rubor, como tantas veces lo hizo la maestra, como solía hacer Don Fidel Velázquez, ofrece que aportará a la causa del oficialismo cinco millones y medio de votos. Eso también lo entiendo, ese enjuague lo hubiera rubricado Elba Esther, no soy ningún tarugo, siempre hay que ponerse del lado del ganador.

Mis problemas de comprensión empiezan en marzo cuando la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, aliada tradicional de Morena y enemiga acérrima del SNTE, pone en jaque al régimen y sale a la calle para protestar por una iniciativa que pretendía modificar la ley del ISSSTE. ¿Y ora? ¿No que Mario Delgado era tan trucha? ¿No se le ocurrió que antes había que planchar las reformas con la disidencia? ¿No llegó a un acuerdo previo? ¿No buscó desactivar los plantones y los cierres de avenidas¿No le pasó por la cabeza que, tras el sonoro revés que sufrió con la ley del nepotismo, su jefa quedaría en ridículo si la reforma al ISSSTE no pasaba? O bien, ¿sí lo sabía, vio venir el catorrazo y se hizo tarugo?

A ver, Vuestra Sutileza, explíqueme bien esta lección. Como yo la entiendo, al retirar su proyecto de ley, la presidenta perdió por todos lados: no pudo reformar el ISSSTE, no pudo contener el gasto en pensiones (de hecho, terminó prometiendo que las subiría), no evitó la fractura con la CNTE y, como daño colateral, se quedó sin negociador con la disidencia, pues Mario Delgado pasó en automático a la categoría de cartucho quemado. Y a todo esto sí le tengo que poner signos de admiración (¡!), pues fue un pleito entre aliados, no entre opositores. ¿Que no se entienden entre ellos? ¿Que no llegaron juntos al poder?¿Alguien está jugando contras? ¿O se repetirá ad infinitum el caso de las mujeres, que sí llegaron, pero no juntas y no todas?

De toda esa anécdota, me quedo con lo insólito: una presidenta que se dice de izquierda, en uso de la palabra, dando la razón a un sindicato que se proclama marxista, pero sosteniendo que no se puede derogar la ley regresiva de la etapa neoliberal. Bueno, ni tan insólito: desde que Trump es Trump, la Jefa de la Nación dedica sus mejores esfuerzos a defender otra visión neoliberal: el TMEC. ¡El mundo al revés!

***

No sé si Vuestra Ausencia se habrá enterado, pero a últimas fechas estoy clavado con el tema de los desaparecidos. El influjo me llegó por mis lecturas de ocio, donde un personaje singular, el doctor Pasavento, quiere desaparecer de este mundo y no lo logra, pero pronto derivó hacia la tragedia de los desaparecidos reales, los casi 60 mil mexicanos que se han esfumado de este mundo, contra su voluntad, dejando muchas pistas que nadie quiere seguir. 

También me intriga el caso de quienes han desaparecido del escenario político, como Vuestra Sombra, pues le encuentro muchas semejanzas con el delito de desaparición forzada. Tal término no es más que un eufemismo, un circunloquio para no decirle tan feo a un secuestro ordenado y perpetrado por la autoridad, aberración criminal casi imposible de imaginar en un régimen que se presume democrático.

A ese delito deberíamos llamarle por su nombre, secuestro de Estado, aunque lo ejecuten simples policías, y dejar lo de desaparición forzada para casos como el suyo, pues se trata de una simple ciudadana que fue obligada a desaparecer por el gobierno (con estancia en la cárcel, de por medio). Si mira a su alrededor, encontrará demasiados casos similares, políticos defenestrados que no pueden salir a la calle, presentarse en público, subirse a un avión, ir de compras, pues los alcanzó la justicia del descrédito. Los únicos que se salvan son los que se pasaron a Morena, pero hay que decirles que el refugio es temporal: más temprano que tarde terminarán en el basurero de la historia.

Por último, está lo que yo llamo desaparición medrosa, que consiste en escurrir el bulto cuando se ponen duros los cocolazos. A la mejor estoy alucinando, pero me parece que en los últimos meses todo mundo se esconde: el canciller De la Fuente, el secretario Ebrard, el ministro Zaldívar, el procurador Gertz, la lideresa Albores, el embajador Moctezuma, el delegado Garduño, el senador Adán Augusto, el diputado Monreal, el general Trevilla, el gobernador Rocha. Como que hay una conspiración de silencio alrededor de la presidente Sheinbaum, que dedica la mitad de las mañaneras a regañarnos en tono doctoral, y la otra mitad a justificar la ineptitud de sus subalternos. 

Así que no se agobie por la falta de reflectores: desaparecer es lo de hoy. Desde luego, como periodista, tengo que admitir que se extrañan sus escandalosos desplantes, sus tormentosos pleitos, sus extravagantes gastos (y gustos), su cinismo desenfadado. Ahora que hago cuentas, la última vez que salió en los periódicos fue a raíz de su tercer matrimonio, en febrero del 2022, enlace que impactó por la edad de su consorte, quien de acuerdo con las crónicas de corazón es 41 años más joven que Vuestra Lozanía. 

A cambio de tan gozoso desenfreno, hoy tenemos que tragarnos un catecismo laico y apócrifo, una especie de prédica soporífera que sostiene que lo esencial es amar al pueblo, y que no hay que mentir, ni robar, ni traicionar, pero que sí se vale nadar de muertito y brindar con vinos caros en los restaurantes de Polanco. No se apure ni se enfade, pronto le harán compañía en su retiro. Junto a ese augurio, reciba Vuestra Lejanía un recuerdo que se desvanece y desaparece de 

Fernando Martí

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