EXCMO. MINISTRO DON ARTURO ZALDÍVAR GRAN TARTUFO DE LA COMEDIA NACIONAL
Muy espectral jurisconsulto:
Hace unos días tuve la ocurrencia de escribirle una carta a Doña Rosario Corazón de Piedra, en la cual abordé el espinoso tema de los desaparecidos. Por distracción, que no por malicia, tuve el poco tacto de no incluir a Su Evocación en la lista, y no es que piense que haya sido víctima del delito de desaparición forzada, ni siquiera de la desaparición por particulares, pero no tengo duda de que a últimas fechas Su Ausencia cae en la categoría de Persona Extraviada o No Localizada, pues se ha esfumado por completo del escenario nacional.
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Es cierto, cada dos semanas publica una columna de opinión en el diario Milenio, intitulada Los derechos hoy. Más esos opúsculos más bien parecen boletines de prensa, pues derraman de manera tan abundante elogios y alabanzas hacia la presidenta Sheinbaum y su valedor, están tan colmados de melcocha, exudan con tanto exceso piloncillo, atosigan con tan abundante caramelo, en resumen, son tan azucarados y empalagosos, que me niego a creer que provengan de una pluma tan rebuscada como la suya.
En uno de esos textos se puede leer, por ejemplo, que gracias al telefonazo entre Sheinbaum y Trump la presidenta logró una hazaña mayúscula e histórica, al “evitar la caída de las exportaciones, la pérdida de empleos, la reducción de la inversión extranjera y la disrupción de las cadenas de suministro”, y que el mitin subsecuente, el acarreo al Zócalo de decenas de miles de porristas (a quienes evito decirles borregos, para no ser políticamente incorrecto), colocó a la Jefa de la Nación entre los líderes más respetados y reconocidos del mundo y de la galaxia circundante.
Ese ditirambo, rebosante de adulación y de lisonja, más bien parece producto de la nula inspiración de un amanuense, quien sin duda lo habrá copiado de los discursos encomiásticos que gustan de escuchar los autócratas y los tiranos, no porque se lo crean cuando los oyen, sino porque disfrutan el nivel de abyección que son capaces de generar entre sus súbditos. Desde el título, “Tenemos mucha presidenta”, el escrito en cuestión encierra toda la perversidad de un cultivo yucateco.
Más no era mi intención criticar su estilo literario, sino tan sólo preguntarle dónde anda y en qué la gira, pues Vuestra Vanidad, que tanto disfruta del retumbar de los micrófonos y del destello de los reflectores, anda bastante desaparecido. Ya no sale en la tele, ya no da entrevistas, ya no acude a la mañanera, ya no defiende en la tribuna el cargo y el encargo. Anda más bien espectral, por no decir fantasmagórico, y eso sucede a muy pocas horas de que den inicio las campañas electorales de jueces, magistrados y ministros que, según entiendo, arrancarán hoy domingo a las 12 de la noche.
Asumo que, siendo Vuestro Silencio un protagonista esencial en la preparación de ese lance, no ha de ser cómodo escuchar la cascada de irregularidades que tuvieron lugar en la integración de las listas, en la selección de candidatos, en el tropel de recomendados y en la rotación de la tómbola, de manera que se coló más de alguno con antecedentes turbios, que ahora despachará como impartidor de justicia. Presumo a la vez que, como antiguo titular de la Corte, también debe ser cargante que le recuerden que, en esa calidad, se opuso a la maniobra en su origen y declaró que “la elección popular es incompatible con la función de un juez constitucional”, y mire nada más, resulta que Su Ambigüedad terminó siendo engranaje fundamental en el funcionamiento de la maquinaria.
Desde luego, hay que añadir aquí que si la Constitución permite cambiar de mujer (o de hombre), de domicilio, de trabajo, de nacionalidad, y hasta de religión, es más que válido cambiar de partido político (el chapulineo como garantía constitucional), y en una de esas, también se vale cambiar de convicciones o de principios, e incluso, se vale andar por la vida sin convicciones y sin principios, tan solo ofreciendo una adecuación de los mismos al mejor postor.
No sé en cuál de esos supuestos ubicarlo, pero sí soy testigo, como millones de compatriotas, que Vuestra Ligereza cambió de bando, y sirvió con determinación a una más oportuna y conveniente causa. Aunque hay voces malévolas que señalan que desde endenantes ya andaba comprometido, que desde que era presidente de la Corte acudía a Palacio a recibir instrucciones, que por eso detuvo tantos asuntos que no eran del agrado del mandamás en turno, y que por esa conducta merece el calificativo de tartufo, yo solo me quedaré con la conclusión: a Usía le dieron una chamba y ya la hizo.
Ya se hicieron las listas (atropellando leyes y amparos, pero se hicieron), ya se están imprimiendo las boletas, ya se logró que en las mismas aparezca quién propuso a cada candidato (para que no quedé duda a quién quiere Doña Claudia, o más bien, su valedor), ya le pusieron numeritos a los candidatos (para que Morena le pueda decir a sus acarreados ‘votas por el 1, por el 3, por el 8, por el 13 y etcétera’, y así no tengan ni que revisar la interminable relación de nombres), ya se aprobó un tribunal que tiene facultades para regañar-suspender-castigar-y-despedir a los jueces descarriados, en fin, ya todo está listo para que el Poder Judicial quedé de rodillas ante el Ejecutivo.
Vuestra Enjundia debe estar orgulloso de ese desenlace. Ahora sí, ya que está hecha a su medida, la 4T podrá decir por fin que ‘la ley es la ley’, sin prestar oídos a esa malintencionada sentencia que dice que “el que hace la ley, hace la trampa”.
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Me resistí mucho a colocar en el encabezado de esta carta el término tartufo, que el diccionario define como “hombre hipócrita y falso”. Tal acepción no hace justicia al personaje principal de la comedia de Molière que, si bien tiene rasgos de hipócrita, más bien podría conceptuarse como un “falso devoto”, un sujeto que utiliza la religión para embaucar a su única víctima, con la manifiesta intención de despojarlo de su fortuna.
Molière escribió esa pieza con ganas de advertir a Luis XIV, el monarca que pasó a la historia como El Rey Sol, que estaba rodeado de oportunistas y lambiscones, quienes hacían profesión de fe católica para despertar la simpatía del astro rey. Esa corte de falsos devotos, intrigaba con la iglesia, pues les desagradaba verse en el espejo, logró prohibir la representación una corta temporada, pero al fin el rey todopoderoso autorizó el estreno y, con el tiempo, el título de la pieza pasó a ser sinónimo de hipócrita.
Como en torno a cualquier poderoso, es previsible que una corte de oportunistas y lambiscones, de falsos y de hipócritas, se mueva alrededor de la presidenta Sheinbaum, haciendo profesión de una fe cuatroteísta que en verdad no sienten. Mas aquí hay una pequeña diferencia: Doña Claudia es la sacerdotisa de la 4T. Por cálculo, por pura y dura necesidad, tiene que rodearse de falsos conversos, de desleales y de infieles, pero es de esperar que tenga bien identificados a los falsarios, o al menos, tenga plena conciencia de que existen.
En ese contexto, el caso de Arturo Zaldívar es un enigma. Es obvio que no era un radical, y hasta parecía un jurista sosegado y reflexivo, cuando Felipe Calderón lo propuso para ministro de la Corte (por cierto, no se oye muy elegante que ahora lo recrimine por desatar la guerra contra el narco, cuando Usía permaneció callado muchos años viendo esa refriega). No es menos cierto que durante un prolongado lapso se mostró (o se fingió) apartidista, un magistrado que privilegiaba la ley sobre la política. Siendo así, hay que aceptar que en su caso se trata de una conversión tardía, alguien que abrazó la 4T porque lo alcanzó, podríamos decir, la famosa revolución de las conciencias.
Queda sin aclarar, sin embargo, su adhesión a los principios rectores del humanismo mexicano, esos mandatos evangélicos que de manera sumaria ordenan no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. No tengo porque callarlo, pues Vuestra Gracia lo sabe de sobra, hay un cúmulo de acusaciones sobre su actuación pública que no han sido aclaradas: la maniobra para conseguir la renuncia de la magistrada Janine Otálora a la presidencia del Tribunal Electoral, por una sentencia no favorable a los intereses del régimen; su complicidad con Julio Scherer, entonces consejero de la Presidencia, para inclinar pleitos millonarios hacia uno u otro lado, a través de bufetes gansteriles; la práctica de instruir a jueces sobre el sentido de sus sentencias, instrucciones impartidas en el piso 14 del propio Consejo de la Judicatura por el secretario Carlos Alpízar; la denuncia anónima contra Zaldívar y 20 colaboradores, un folio de 34 páginas con mérito suficiente para iniciar una investigación (desde hace un año congelada), donde se le acusaba de “atentar contra la independencia judicial, falta de profesionalismo, violencia sexual, cohecho, desvío de recursos públicos, abuso de funciones y enriquecimiento ilícito”; y muchas otras que mejor voy a dejar en el tintero.
Todo eso ha despertado la sospecha pública, Su Señoría perdonará si soy muy brusco, de que la 4T lo protege y que, en caso de que cambiara el régimen, o ni siquiera eso, en cambio de que Usía cayera en desgracia, aún dentro del mismo gobierno, su suerte estaría echada. Así sí se entiende que sus artículos escurran caramelo…
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Ninguno de esos nubarrones, hay que decirlo, parecen enturbiar el horizonte del jurista favorito de la 4T. Mientras los talleres imprimen a toda velocidad 600 millones de boletas que se sabe serán inútiles (pues no se usarán ni el 15 por ciento), los asuntos que Vuestra Diligencia tenía en su encargo han sido resueltos: ahora es responsabilidad del INE sacar la elección y tarea del Poder Judicial integrar a los nuevos juzgadores.
Sólo hay una cosa que podría fallar: que falle la reforma. Esto es, que los nuevos jueces resulten incompetentes, que los magistrados se vuelvan tan corruptos como los actuales, que los ministros se tornen complacientes con el poder (hay tres repetidoras que ya lo son), que la justicia se atore en millones de juicios sin resolver, que las fiscalías sigan integrando mal los expedientes, que la mejor forma de investigar continúe siendo la tortura, que las policías mantengan su colusión con el crimen organizado y que la 4T, fiel a su costumbre, presente ese anunciado fracaso como un éxito rotundo.
Con ese desasosiego me despido. Traté de buscar una frase célebre y contundente para rematar estas líneas y encomiar, al estilo Zaldívar, su colosal aplicación y su magnífica entrega a la causa de la reforma judicial. No obstante, como no encontré ninguna, se tendrá que conformar Vuestra Doblez con recibir la más cordial de las felicitaciones, el más entusiasta de los aplausos, el más sincero de los reconocimientos y el más hipócrita de los abrazos de parte de