PAPA FRANCISCO

El papa Francisco y el largo camino por actualizar a la Iglesia

La Iglesia ha atravesado profundos cambios desde su llegada al “Nuevo Mundo” hasta la reforma eclesiástica del siglo XX, pasando por la secularización y los esfuerzos por adaptarse a los nuevos tiempos. | Aníbal Pacheco Salazar*

Escrito en OPINIÓN el

En los últimos días nos hemos visto inundados por un sinfín de noticias alusivas a la muerte del papa Francisco y, desde distintos espacios, se han alzado innumerables voces que oscilan entre el encomio y la crítica hacia Jorge Mario Bergoglio. También es común encontrarse con notas que pretenden hacer un balance de su mandato para equipararlo con el de sus antecesores y, en función de ello, identificar cuáles fueron los avances y retrocesos de la Iglesia católica durante los doce años de su pontificado. Más allá de sumarse al debate, las siguientes líneas tienen como objetivo hacer énfasis en la pertinencia de estudiar al catolicismo desde la historiografía, en tanto se trata de una institución fundamental en el devenir de los pueblos occidentales y específicamente de los latinoamericanos.

En efecto, desde el inicio de las administraciones hispana y portuguesa en las tierras del llamado “Nuevo Mundo”, el catolicismo ha estado presente tanto en la vida privada de la feligresía como en la vida pública, en relación con otras autoridades, grupos y organizaciones. En ese tenor, resulta impensable una comprensión integral de la historia de las naciones en esta región sin tomar en cuenta al clero. Si tenemos en consideración los últimos ciento cincuenta años, encontramos un profundo proceso de secularización, gracias al ascenso de regímenes políticos de inspiración liberal, en detrimento de la potestad religiosa. Tal proceso desembocó en diversas disputas por definir los espacios que le correspondían a cada uno, aunque la clerecía sobrellevó mayores pérdidas, especialmente en terrenos como el económico y la política partidista.

Ante tal panorama, los jerarcas se decantaron por copar aquellos rubros orientados a la acción social a partir de la fundación de círculos de trabajadores, asociaciones de asistencia social, la proliferación de medios impresos, entre muchas otras estrategias. La apuesta ha mutado y se ha diversificado considerablemente; sin embargo, pareciera que la institución religiosa ha sorteado los desafíos emanados de los procesos de modernización propios del siglo XX. Esto no significa que, con el paso de los años, haya permanecido ilesa ante los cuestionamientos propalados por las fuerzas del laicismo, de las doctrinas ideológicas basadas en principios irreligiosos o del ascenso de otros credos, primordialmente aquellos inspirados en el protestantismo.

Es innegable que el porcentaje de católicos ha disminuido gradualmente en los últimos decenios y, para hacer frente a tal detrimento, los líderes eclesiásticos han empeñado sus esfuerzos en reformular las bases sobre las que se sustenta su doctrina. Ahora bien, es imperioso apuntar que los tiempos sobre los que opera la religión son mucho más lentos que los de la vida secular. Los intentos por estar al día en los debates públicos han ocurrido desde hace siglos y, como ejemplo, basta citar a la encíclica Rerum Novarum publicada por el papa León XIII, en 1891. Ese mensaje pastoral apostó por reorientar las actividades eclesiásticas hacia las necesidades sociales, en vez de las partidistas, como se anotó líneas atrás. No obstante, uno de los eventos más importantes de todo el siglo XX para la Iglesia en su conjunto fue el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, en la Santa Sede.

Hasta el día de hoy, se trata de la última renovación del catolicismo que buscó “ponerse al día” ante el panorama intrincado y cambiante producido por la Guerra fría. En esencia, el sínodo generó transformaciones inéditas: las celebraciones eucarísticas dejaron de ser en latín y se efectuaron en los idiomas locales. Asimismo, se recomendó la participación activa de los seglares, un giro hacia la pobreza del clero, se abrió también el diálogo con otros credos e, incluso, se permitió el estudio científico de las Escrituras. Todas las conclusiones quedaron asentadas en cuatro documentos constitucionales, nueve decretos y tres declaraciones conciliares. A partir de entonces, el discurso de la institución religiosa ha porfiado por proclamar que se encuentra en un camino que apunta hacia la reconstitución en el actuar de sus pastores, aunque la realidad es que dichas transformaciones se entendieron de diferente forma según el área geográfica y en función de las organizaciones aglutinadas en el seno de la Iglesia.
Asimismo, se debe remarcar que la renovación eclesiástica dista de ser un proceso lineal y consensuado. Si no enfocamos en las máximas autoridades, por ejemplo, el Sumo Pontífice, los arzobispos y los prelados, encontramos vaivenes y resistencias a la metamorfosis, con lo cual, queda de manifiesto el enorme mosaico de expresiones, tendencias y posturas albergados en la Iglesia.

Esta puede ser una de las principales razones por las cuales el pontificado de Francisco generó tanto revuelo y es que sus prédicas, homilías, sermones y entrevistas se inscriben en el largo intento del catolicismo por adecuarse a los tiempos, con las rencillas y respaldos que le son inherentes a los virajes de ese calibre. Será interesante conocer el posicionamiento del siguiente papa para analizar, desde los espacios académicos, los movimientos de una institución medular en la historia occidental, pues no sólo es depositaria de la fe de más de 1400 millones de personas en el orbe, sino que forma parte del conglomerado de fuerzas de las sociedades contemporáneas. 

Aníbal Pacheco Salazar*
Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestro en Historia moderna y contemporánea por el Instituto Mora. Sus líneas de investigación son la nueva historia política, la historia de la prensa y la historia de la Iglesia, con énfasis en la comparación de las relaciones Iglesia-Estado en México y Colombia durante el siglo XX. Actualmente cursa el doctorado en Historia en el Instituto Mora. 

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