INVESTIGACIÓN SOCIAL

El antimanual para hacer investigación social en México

La investigación social en México enfrenta un sinfín de situaciones que no se mencionan dentro del aula: algunas como adaptarse a una pandemia global hasta navegar por zonas dominadas por el narco. | Linda Yáñez Pérez*

Escrito en OPINIÓN el

En la universidad y en el posgrado nos enseñan que hacer investigación implica seguir un método, incluso nos piden comprar manuales de metodología. A mi mente vienen nombres como Hernández-Sampieri, Rojas-Soriano y hasta los iniciadores de ese cuasi-culto llamado teoría fundamentada: Glaser y Strauss. Recuerdo las sesiones de seminario en el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos en donde a partir de la discusión de lecturas generábamos un análisis crítico que idealmente nos permitiría mejorar nuestras habilidades como investigadores sociales.

Hace algunos meses cursé un seminario en la Escuela Nacional de Antropología e Historia con investigadores enfocados en temas tan diversos como: el uso político de las emociones en el proceso electoral del Estado de México, las infancias y el escaso uso que hacen de un parque público en Iztapalapa, el comercio de libros de segunda mano en la Lagunilla y las familias que se dedican al oficio, la práctica del cutting en adolescentes, entre otros.  A partir de conocer la forma de inserción en campo de los responsables de llevar a cabo esas investigaciones puse en tela de juicio mucho de lo que se expone en los manuales de metodología.

La literatura es otra guía de apoyo para conocer formas de inserción en campo. La obra de Héctor Castillo Berthier es un referente obligado para los que aspiramos hacer trabajos con enfoque etnográfico y no reducir la investigación a la consulta bibliográfica y a un espacio para entrevista. A través de El basurero. Antropología de la miseria (1984), Berthier nos da cátedra sobre capacidad de adaptación, ingenio y humildad en la investigación social al haber trabajado y vivido con las personas que realizan la noble labor de recolectar la basura en la Ciudad de México. Paul Friedrich en Los príncipes de Naranja. Un ensayo de método antropohistórico (1991), nos lleva a la reflexión de que la disciplina –incluso la insana obsesión– en la investigación dan como resultado obras con alto rigor metodológico, pero al mismo tiempo con profundo conocimiento y comprensión del comportamiento humano de siete líderes campesinos de Naranja, comunidad tarasca en Michoacán.

La realidad es que hacer trabajo de campo te enfrenta a un sinfín de situaciones que se encuentran fuera del manual y que no se mencionaron dentro del aula. La investigación social representa retos tan particulares como la propia personalidad del individuo que se encuentra sumergido en este complejo proceso. Es de mi interés compartir los principales retos que cualquiera que desee hacer investigación social en nuestro país debe sortear sin otra guía más que su sentido común de supervivencia, así como el apoyo de su red de amigos y colegas del entorno académico y más allá de este, pero siempre en el ámbito legal.

Inicio con algo que para muchos marcó un antes y un después, independientemente si son o no personas relacionadas con el ámbito académico: la pandemia Covid-19 del 2020. Para muchos investigadores la pandemia implicó cambiar diametralmente su metodología e incluso reformular su objeto de estudio dadas las complicaciones de estar casi un año encerrados. Pienso en buenos amigos que estaban cursando su doctorado y que su trabajo de campo implicó todo menos el principio básico de desplazarse físicamente al lugar geográfico en donde se encuentra la información de su objeto de estudio. Así surgieron investigaciones sociales apoyadas de la llamada etnografía digital, la cual visualiza el entorno y las interacciones entre los individuos como un continuum sociodigital.

Otro reto que identifico de hacer investigación social en México en pleno 2025 es uno que me entristece enormemente, el dominio territorial de lo que coloquialmente conocemos como el narco. El año pasado tuve la oportunidad de evaluar varios proyectos comunitarios enfocados en dotar de agua y saneamiento a comunidades marginada del país, varias de ellas pertenecientes a pueblos originarios en zonas como la Sierra Tarahumara, los altos de Chiapas, la mixteca Oaxaqueña, e incluso en enclaves urbanos como Cuautla, Morelos.

Municipio de Chilón en Chiapas, marzo de 2024. Fotografía: Erick Aguilar

El desplazamiento en campo era obligatorio en tanto la evaluación implicaba entrevista directa con beneficiarios, así como evidencia fotográfica de los proyectos. Recuerdo que un tema obligado a tratar con los que fungieron como los enlaces comunitarios en cada ocasión fue el de la seguridad. ¿Cómo está la seguridad en la zona? fue el eufemismo de pregunta para indagar sobre el delicado tema de la integridad física del equipo. En el caso de Chiapas los que fungieron como enlaces respondieron “No hay condiciones para la evaluación, nos encontraremos con las personas a entrevistar en otro punto que es más seguro”. En los otros lugares, los enlaces contestaron desde un “No se preocupe nosotros los vamos a acompañar todo el tiempo y la gente ya nos conoce” hasta “Mientras no andemos en ruta después de las 4 de la tarde no habrá ningún contratiempo”. Me impresiona que, a más de diez años de vivir y sufrir el fenómeno de la violencia y la inseguridad por el dominio territorial de la delincuencia organizada, en la investigación social se reduzca a recomendaciones off the record para aplicar en campo. 

Municipio de Chilón en Chiapas, marzo de 2024. Fotografía: Erick Aguilar

En conclusión, las anteriores líneas son los puntos más acuciantes que una investigadora social en México ha tenido o debe enfrentar. El primero, la pandemia por Covid-19, poco a poco se ha ido diluyendo, el segundo por el contrario parece que se acrecienta cada día más y más. Finalmente, desde la etapa formativa de los futuros investigadores sociales en México ¿deberíamos incluir por lo menos una unidad en las clases de metodología para hablar al respecto? ¿Qué opinan?

Linda Marlene Yáñez Pérez*
Licenciada en Filosofía por la Universidad de Guanajuato y Maestra en Investigación Educativa por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Su línea de investigación se inscribe en los procesos de recuperación de espacios hidrosociales desde la participación ciudadana. Se ha desempeñado como evaluadora de proyectos sobre gestión y acceso al agua y saneamiento en zonas marginadas de México. Estudiante de doctorado en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, en el programa “Estudios del desarrollo. Problemas y perspectivas latinoamericanas”.

 

Instituto Mora

@institutomora